Candidato a la polic¨ªa montada de Canad¨¢
Mi prop¨®sito de A?o Nuevo es el de siempre: entrar en la Polic¨ªa Montada del Canad¨¢. Por el uniforme, claro, esa preciosa chaqueta escarlata, esos pantalones de montar oscuros y ese sombrero (conocido como scout o ¡°cuatro bollos¡±), pero tambi¨¦n por la trayectoria aventurera del cuerpo. Y por una cuesti¨®n de fidelidad a los principios: toda la vida he pensado que mi destino real no era perge?ar textos como este, por extraordinarios que sean, sino recorrer paisajes sublimes en aras de una misi¨®n dif¨ªcil, y ataviado como un h¨¦roe. Podr¨ªa ser tambi¨¦n en los Lanceros de Bengala, en el Pony Express o en la Brigada del Infierno de los h¨²sares de Lasalle (el tempestuoso Antoine, general de Napole¨®n, no el colegio), pero qu¨¦ quieren que les diga, por la Polic¨ªa Montada, the Mounties, tengo una querencia: es la suya una aventura individual, en las tierras amplias y salvajes de Norteam¨¦rica, infestadas de abor¨ªgenes, persiguiendo criminales de tanta enjundia como tramperos d¨ªscolos, mestizos buscapleitos o indios borrachos. Cierro los ojos y me imagino en ese mundo pr¨ªstino de naturaleza limpia y aire fresco en el que si te topas con alguien lo m¨¢s probable es que sea un oso, escuchando el lejano aullido de los lobos que despierta el eco agreste de los perros de mi trineo ¨Cy nos hace ir m¨¢s deprisa¨C. Efectivamente: puro Jack London. Ah, the wilderness¡
Uno de los grandes misterios de la humanidad es por qu¨¦ los hombres atesoramos estupendas camisetas con la idea de usarlas para hacer deporte y luego solo nos ponemos las m¨¢s feas y cutres
Mientras escribo, me inunda una melancol¨ªa del Yuk¨®n (en el que nunca he estado, por supuesto) en la que se conjugan vagamente la aurora boreal, los castores y una vieja amiga qu¨¦b¨¦cois con la que tenemos pendiente un descenso en canoa del r¨ªo Porcupine, caiga quien caiga. La Polic¨ªa Montada¡ Mi primer encuentro con los hombres de la scarlet jacket fue en los tebeos de Novaro, donde viv¨ªa fulgurantes aventuras el sargento King de la Polic¨ªa Montada, en cuyos or¨ªgenes estaba nada menos que Zane Grey. Luego llegaron los soldaditos de pl¨¢stico de Comansi y, claro, el Madelman ¨C¡°lo pueden todo¡±¨C Polic¨ªa Montada, con sus raquetas de nieve y el resto de la equipaci¨®n. Est¨¢ ser¨¢ probablemente la ¨²nica menci¨®n del Madelman en toda la trayectoria de ICON, as¨ª que vaya un rendido homenaje al hombrecillo articulado y sin pies.
El cine nos trajo a Gary Cooper en Northwest Mounted Police, de Cecil B. DeMille, estrenada muy apropiadamente en Regina, Saskatchewan, la base de la polic¨ªa, en 1940 (conf¨ªo que no fuera en un cine al aire libre), aunque el protagonista no era un Mountie sino un ranger de Texas agregado a la Polic¨ªa Montada. A destacar la presencia de Paulette Goddard como Louvette Corbeau (?eso s¨ª que es un nombre para ponerle a uno los dientes largos en Klondike!) y del jefe Thundercloud como Esp¨ªritu Errante, papel en el que estaba tremendamente convincente. No podemos dejar de mencionar la entusiasta pel¨ªcula que hizo aqu¨ª Ramon Torrado (!) con Alan Scott, La carga de la Polic¨ªa Montada (1964), cuya tan estimulante sinopsis soy incapaz de no reproducir: ¡°Dos hombres pretenden a la misma mujer en un fuerte situado en las tierras remotas del Canad¨¢. Adem¨¢s, uno de ellos ser¨¢ objeto de deseo de una chica india¡±. Ah, the wilderness¡ Me he vuelto a reencontrar con toda la leyenda del cuerpo (y me refiero a la Polic¨ªa Montada, no a Paulette Goddard ni a la chica india) en los c¨®mics del sargento Trent que crearon Rodolphe y Leo para Dargaud y ahora edita en Espa?a Ponent Mon. Yo quisiera ser ese hombre noble y valiente abandonado por todas (eso ya no hace falta), que arrastra su nostalgia rom¨¢ntica entre paisajes maravillosos, a la altura de su mal de vivre.
Leo en la p¨¢gina web de la polic¨ªa Montada (www.rcmp-grc.gc.ca), secci¨®n ¡°recruiting¡±, los requisitos para alistarme: excepto en lo de ser mayor de 19 a?os, no tener tatuajes y no importarme que me env¨ªen a cualquier rinc¨®n del Canad¨¢ no cumplo ninguno (ser canadiense, buena condici¨®n f¨ªsica, ingl¨¦s y franc¨¦s, estar dispuesto a usar armas¡). Pero nada me arredra. Tengo lo que hace falta. Como dice el poema Clancy of the Mounted Police: ¡°In the Little Crimson Manual/ it¡¯s written plain and clear/ that who would wear the scarlet coat/ shall say good-bye to fear¡±. ?Este a?o s¨ª!
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