Cuenta atr¨¢s para el Estado Isl¨¢mico
Con sus atrocidades, el EI ha abierto la caja de los truenos que lleva a su final
El d¨ªa D y la hora H contra el Estado Isl¨¢mico (EI) se han hecho esperar, pero finalmente han llegado. Durante un a?o y medio, esta internacional del terror ha logrado extender sin obst¨¢culos rese?ables sus tent¨¢culos por Siria e Irak aprovechando la progresiva descomposici¨®n de ambos pa¨ªses. Para ello ha contado con la connivencia de buena parte de las potencias regionales, que han tolerado, o directamente alentado, a este grupo terrorista transnacional siguiendo la l¨®gica del enemigo de mi enemigo es mi amigo.
Para las petromonarqu¨ªas ¨¢rabes, que han financiado con generosidad a los grupos armados salafistas, se trataba de frenar a Ir¨¢n, su bestia negra y principal aliado de Bachar el Asad. Por su parte, Turqu¨ªa, que ha permitido que sus fronteras se convirtieran en un coladero de yihadistas, pretend¨ªa impedir que el Kurdist¨¢n sirio afianzara su autonom¨ªa. Siria, a su vez, permiti¨® que el EI se instalase en su territorio confiando en que su presencia fragmentase las filas rebeldes. De esta combinaci¨®n de factores surgi¨® una tormenta perfecta cuyas principales beneficiadas fueron las huestes del EI, que llegaron a creerse su propia propaganda y anunciaron el advenimiento de un nuevo califato.
Los recientes ataques contra los bastiones yihadistas en Siria e Irak parecen indicar que este periodo de gracia ha llegado a su fin. La pregunta que flota en el aire es por qu¨¦ ahora y no antes. Cuesta comprender por qu¨¦ se ha tardado tanto tiempo en reaccionar y por qu¨¦ se ha permitido que la situaci¨®n se deteriorase hasta tal punto. Una de las pocas cosas claras entre tanta nebulosa es que el EI ha aprovechado este precioso tiempo para ganar m¨²sculo y transformarse en una amenaza global. Debe tenerse en cuenta que este grupo lleva imponiendo su ley y aterrorizando a las poblaciones locales desde hace meses mientras las potencias occidentales miraban hacia otro lado. Sus ¨¦xitos sobre el terreno de batalla han provocado un verdadero efecto llamada de combatientes curtidos en Afganist¨¢n e Irak, as¨ª como de aprendices de m¨¢rtires deseosos de dar sentido a sus vidas inmol¨¢ndose en el camino de Allah. La brutal persecuci¨®n de las minor¨ªas confesionales parece haber despertado a la comunidad internacional de su letargo, pero ha sido la decapitaci¨®n de dos de sus nacionales la que ha obligado a Estados Unidos a pasar a la acci¨®n. Queda por dilucidar si este fue un desaf¨ªo intencionado por parte del EI o un mero error de c¨¢lculo, pero lo que es evidente es que ha abierto la caja de los truenos e iniciado la cuenta atr¨¢s para la erradicaci¨®n del movimiento.
Hoy en d¨ªa, las potencias regionales e internacionales denuncian sin ambages la brutalidad de sus m¨¦todos y su ambici¨®n sin l¨ªmites. Esta sensaci¨®n de amenaza compartida ha permitido el establecimiento de una amplia coalici¨®n de 40 pa¨ªses capitaneada por Estados Unidos que, adem¨¢s, cuenta con una nutrida presencia de pa¨ªses ¨¢rabes. Si bien es cierto que la Administraci¨®n de Obama es consciente de que los ataques a¨¦reos ser¨¢n incapaces de destruir por completo al EI, lo que intenta al menos es reducir al m¨¢ximo su capacidad b¨¦lica. En t¨¦rminos pugil¨ªsticos, lo que pretende es llevarle contra las cuerdas, lo que implica, adem¨¢s de golpearle sin pausa, cortar sus v¨ªas de financiaci¨®n, impedir la llegada de yihadistas y evitar su rearme. En definitiva: ponerlo a la defensiva. Para ello no s¨®lo ser¨¢ necesaria la colaboraci¨®n con los pa¨ªses ¨¢rabes que se han sumado a la coalici¨®n, sino que tambi¨¦n ser¨¢ imprescindible el concurso de los peshmergas kurdos, los rebeldes sirios y las grandes tribus de la zona, que ya tuvieron un papel destacado en la expulsi¨®n de Al Qaeda de Irak en 2007. S¨®lo la conjunci¨®n de los ataques a¨¦reos y la presi¨®n terrestre puede, si no derrotar al EI, al menos reducirla a su m¨¢s m¨ªnima expresi¨®n. El precio a pagar ser¨¢ inevitablemente alto, puesto que los yihadistas podr¨ªan dispersarse y optar por desestabilizar algunos pa¨ªses de la regi¨®n y, en particular, L¨ªbano y Jordania, los dos eslabones m¨¢s d¨¦biles de la ecuaci¨®n.
La intervenci¨®n de EE?UU podr¨ªa ser providencial para el r¨¦gimen sirio
El presidente Obama ha advertido que la guerra contra el EI ser¨¢ larga, entre otras cosas porque despierta m¨¢s incertidumbres que certezas. Una de las principales inc¨®gnitas por despejar es a qui¨¦n beneficiar¨¢n y a qui¨¦n perjudicar¨¢n los ataques. Aunque parece evidente que el EI ser¨¢ la principal v¨ªctima, no est¨¢ claro qui¨¦n ocupar¨¢ el vac¨ªo que deje. La coalici¨®n internacional ha anunciado que trabajar¨¢ con las fuerzas rebeldes moderadas, en una clara alusi¨®n a un Ej¨¦rcito Sirio Libre que no ha dejado de perder posiciones ante el avance de las fuerzas yihadistas hasta convertirse en un rosario de grupos sin un liderazgo centralizado y que, para m¨¢s inri, depende por entero de la ayuda saud¨ª y catar¨ª. Hoy por hoy parece poco factible que dichas fuerzas tengan capacidad para hacerse con el control de aquellas zonas de las que el EI sea expulsado.
Aunque Estados Unidos no est¨¦ dispuesto a reconocerlo, el principal beneficiado de estos ataques podr¨ªa ser el r¨¦gimen de Bachar el Asad. Junto a las posiciones del EI, la coalici¨®n internacional est¨¢ golpeando al Frente Al Nusra, la franquicia local de Al Qaeda. As¨ª las cosas, el Ej¨¦rcito sirio podr¨¢ deshacerse de dos de sus m¨¢s importantes rivales y afianzar los avances alcanzados en los ¨²ltimos meses. La intervenci¨®n de Estados Unidos podr¨ªa tener un car¨¢cter providencial para el r¨¦gimen sirio, que, a pesar de todas las atrocidades que ha cometido, no tiene reparo en seguir present¨¢ndose como un mal menor y, sobre todo, como una barrera de contenci¨®n al movimiento yihadista. En todo caso, por el momento no hay indicios de que la ofensiva contra el EI pueda ser un pre¨¢mbulo para la rehabilitaci¨®n internacional de El Asad, al que la mayor parte de la comunidad internacional sigue considerando como un indeseable criminal de guerra.
Aunque la tarea m¨¢s urgente es evitar que siga creciendo, el combate contra el EI no s¨®lo deber¨ªa limitarse a su dimensi¨®n militar. Adem¨¢s de cortar sus v¨ªas de financiaci¨®n, tambi¨¦n deber¨ªa ponerse un ¨¦nfasis especial en impedir que las potencias regionales, y en particular Arabia Saud¨ª e Ir¨¢n, prosigan su peligrosa guerra fr¨ªa, que ha creado el ambiente propicio para su avance. De un tiempo a esta parte, la instrumentalizaci¨®n de la religi¨®n por parte de sus gobernantes ha llegado hasta extremos intolerables convirti¨¦ndose en una pantalla de distracci¨®n para despistar a sus poblaciones de los graves problemas de ¨ªndole pol¨ªtica, econ¨®mica y social que padecen. Esta arriesgada apuesta ha sumido al conjunto de la regi¨®n en una incontrolable espiral de violencia. Quiz¨¢s haya llegado el momento de ponerle fin.
Ignacio ?lvarez-Ossorio es profesor de Estudios ?rabes e Isl¨¢micos en la Universidad de Alicante.
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