?Y los polic¨ªas? ?Est¨¢n a favor o en contra de la legalizaci¨®n?
Los agentes tienen otra forma de ver las cosas, quiz¨¢ porque conocen el olor de la sangre derramada y tienen el o¨ªdo educado en escuchar conversaciones inconfesables
Va para medio siglo que se crearon en Espa?a las primeras brigadas de estupefacientes en la polic¨ªa. Han sido 50 a?os de lucha contra el narcotr¨¢fico bajo la sensaci¨®n de que se libra una batalla interminable, una persecuci¨®n sin fin donde nunca llegar¨¢ el d¨ªa en que decomisar¨¢n el ¨²ltimo fardo de droga y se detendr¨¢ al ¨²ltimo narcotraficante. Son tan cuantiosos los medios materiales, humanos y econ¨®micos dedicados a esta tarea, son tantos los costes que acarrea al Estado ¨Clas c¨¢rceles, por ejemplo, repletas de camellos de toda condici¨®n¨C que cada vez son m¨¢s numerosas las voces de intelectuales y pol¨ªticos sobre la oportunidad de legalizar alg¨²n tipo de droga. ?Piensan lo mismo quienes est¨¢n en la primera l¨ªnea? ?Esos agentes de estupas que van camino de dedicar toda su vida laboral tras los pasos de los narcos?
Los polic¨ªas tienen otra forma de ver las cosas, quiz¨¢ porque conocen el olor que tiene la sangre derramada, tienen el o¨ªdo educado en escuchar conversaciones inconfesables y su mirada ha perdido la inocencia de tanto observar conductas culpables. Un joven polic¨ªa todav¨ªa piensa que puede acabar con el problema. Queda el veterano, que ha tenido tiempo para reflexionar. No se muestra radicalmente en contra, pero s¨ª esc¨¦ptico.
Pongamos el ejemplo de un inspector que trabaja en el sur, cerca de la frontera, de los que han perseguido narcos por el d¨ªa, por la noche, por tierra, mar y aire. No necesita pensar la respuesta: ¡°Antes era partidario y ahora no¡±, dice. ¡°Ahora tengo un principio: no legalizar¨ªa algo que pueda arruinar la vida de una persona. Quien piense que el hach¨ªs no causa da?o alguno, que vaya a un centro de atenci¨®n. Y conozco a muchos que cayeron en drogas duras y empezaron por el hach¨ªs¡±. Est¨¢ convencido de que los pol¨ªticos pueden hacer algo m¨¢s que los polic¨ªas: ¡°Mi experiencia me dice que las decisiones pol¨ªticas pueden tener mucha fuerza. Recuerdo los problemas que ten¨ªamos con Gibraltar en los noventa. Pero hubo un momento en el que Londres dijo no y en 48 horas no quedaba ni una lancha en Gibraltar. Lo mismo pasar¨ªa con Marruecos, que se lucra del cultivo del cannabis, pero ?qu¨¦ fuerza tiene la Uni¨®n Europea con Marruecos?¡±.
¡°Ser¨ªa muy cauto. ?Me asegurar¨ªan que acabar¨ªamos al 100% con el tr¨¢fico ilegal?¡±
La misma evoluci¨®n ha tenido un colega de Madrid, donde se han dise?ado las grandes operaciones. ¡°Todo lo que digan sobre la legalizaci¨®n me puede parecer bien, pero ahora tenemos una potente arma de investigaci¨®n y estoy convencido de que, tarde o temprano, llegaremos al t¨ªo que lleva la metralleta. Tarde o temprano van a converger los narcotraficantes con los yihadistas¡±. La teor¨ªa de este inspector con d¨¦cadas de trabajo contra el tr¨¢fico de hach¨ªs y el crimen organizado es muy especializada.
No rechaza la legalizaci¨®n, pero se hace preguntas propias de un polic¨ªa: ¡°Ser¨ªa muy cauto. ?Me asegurar¨ªan que acabar¨ªamos al 100% con el tr¨¢fico ilegal? ?Por qu¨¦ no se legaliza la prostituci¨®n como un experimento?¡±. El agente sostiene, sin ¨¢nimo de duda, que ¡°el hach¨ªs ocupa los mismos lugares en el cerebro que la hero¨ªna. ?Tendr¨¢ m¨¢s oportunidades un menor de consumir una marihuana legalizada?¡±, vuelve a preguntarse. ¡°Esperar¨ªa a ver c¨®mo le va a Uruguay, por ejemplo, porque a Holanda tampoco me parece que le vaya tan bien¡±.
Uno y otro probablemente se jubilen luchando contra el tr¨¢fico de drogas. No se conocen a pesar de que tienen la misma edad y participan en la misma guerra. Tienen asumido su papel en este escenario. ¡°Soy un grano de arena¡±, dice el del sur. ¡°Soy la contenci¨®n¡±, dice el de Madrid. No hay fisuras. No pregunten, pues, a un polic¨ªa por la legalizaci¨®n.
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