A cinco demonios conjuro

Busco piso. Con la p¨¦rtiga de Google Maps, dando saltos por las calles de mi ciudad, aunque a veces enfilo una carretera y me escapo a explorar otros contornos m¨¢s r¨²sticos. Veo las fachadas sin moverme de la silla. Esp¨ªo azoteas. Y alzo los tejados, como el diablo cojuelo. Tengo una br¨²jula en la cabeza. La regla de c¨¢lculo de mi padre la incrust¨¦ en mi coraz¨®n, aunque no s¨¦ manejarla bien. S¨®lo deslizar la barra entre las dos regletas. Y admirarla. Eso se me da de cine. De vez en cuando visito alguno. Con mascarilla, porque suelen estar llenos de polvo y me da la tos. Levanto los planos. Aqu¨ª pongo la cocina. En un pasillo. Y ah¨ª, estanter¨ªas¡­ Al final me quedo en casa, m¨¢s peque?a que la que me gustar¨ªa tener, pero mucho m¨¢s bonita que las que veo y mucho, much¨ªsimo m¨¢s barata.

Busco un chollo. Un piso alto, con vistas a alg¨²n jard¨ªn o a un cementerio. Orientado al Oeste. Para ver cada d¨ªa c¨®mo se pone el sol. Que la luz de Occidente se cuele por las ventanas. Y si no, al Sur. O, mejor a¨²n, que se abra a los cuatro vientos, aunque en ese caso, si no es canijo, no lo podr¨¦ pagar. En el barrio de Chamber¨ª. O en alg¨²n otro del centro. Que tenga ascensor. Para cuando me parto los pies, los tobillos o me rompo la crisma, cosa que ocurre con cierta frecuencia. No le har¨ªa ascos a un piso en la zona de los Jer¨®nimos, aunque yo soy atea y ellos m¨¢s bien inasequibles. Lo encontrar¨¦. Que Dios, aunque no existe, me asista. Quiero vivir m¨¢s cerca del cielo. Ah, y con antena parab¨®lica. Para practicar todos esos idiomas en los que hablo casi siempre conmigo misma. Y por si acaso: estos cinco dedos pongo en este muro. A cinco demonios conjuro. A Barrab¨¢s. A Satan¨¢s. A Lucifer. A Belceb¨². Y al Diablo Cojuelo, que es buen mensajero¡­