La fiebre
Sigo creyendo que los nacionalismos son un atraso: todos ellos me parecen un impulso retr¨®grado y un regreso a la horda
Hace unos d¨ªas, en Barcelona, escuch¨¦ el bello discurso de Mu?oz Molina agradeciendo el premio del Liber: enumer¨® lo que amaba de Catalu?a y reneg¨® de los nacionalismos. Yo tambi¨¦n recuerdo los a?os que trabaj¨¦ en revistas catalanas; la ¨¦poca en que Barcelona era un prodigio, una isla de modernidad dentro de la casposa sociedad espa?ola de los setenta. Siempre he admirado a los catalanes. Siempre los he querido. Empezando por la escritora Montserrat Roig, que falleci¨® tan joven, y que ocupa un lugar en mi coraz¨®n. Despu¨¦s de tanta vida juntos, de tantas emociones compartidas, es natural que a muchos espa?oles nos apene separarnos de Catalu?a. Y a m¨ª, que entiendo bien el catal¨¢n y que tanto he aprendido en mi juventud de esa sociedad tan vanguardista, tambi¨¦n me apena que ahora se entregue al nacionalismo. Porque sigo creyendo que los nacionalismos son un atraso; todos ellos, dir¨¦ una vez m¨¢s tediosamente (ya se sabe que para poder criticar el catalanismo hay que repetir que tambi¨¦n detestas el espa?olismo), me parecen un impulso retr¨®grado, un regreso a la horda, a la demonizaci¨®n del otro para crear una identidad protectora de tribu. Y lo peor es que todos llevamos este anhelo primitivo a flor de piel y podemos potenciarnos unos a otros la parte nacionalista m¨¢s feroz. Ya lo estamos haciendo. No veo una soluci¨®n f¨¢cil a esta fiebre fatal, a esta siembra de odio. Me preocupa la cerraz¨®n del PP, no ya ante el ¨®rdago del 9-N, sino de antes, de siempre, porque habr¨¢ que ofrecer una verdadera salida; pero, sobre todo, no puedo evitar pensar que esta crispaci¨®n ha sido fomentada por los pol¨ªticos catalanes por intereses propios. Porque hace muy pocos a?os Catalu?a no sent¨ªa esto, aunque ahora intenten inventarse otra cosa. Que cada cual aguante su responsabilidad frente a la historia.
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