Miedo a ser invisibles
Sentirse transparente para los otros y la necesidad de reconocimiento est¨¢n relacionados Uno de los mayores miedos es el rechazo. Ser vistos o no llega a definir una vida
Sentado en una mesa de una cafeter¨ªa, saboreando un buen t¨¦, distraigo mi atenci¨®n observando, e inevitablemente escuchando conversaciones vecinas, por esa costumbre nacional de hablar levantando la voz. Aunque no lo quieras, te enteras de todo. Observo a una chica que ha escogido un rinc¨®n para ensimismarse en su lectura. El camarero ha servido ya a dos mesas posteriores a su llegada. Aunque ella lo mira, ¨¦l no la ve. Parece invisible. En cambio, una se?ora que viene de comprar en el mercado ha realizado una entrada triunfal. No solo todo el mundo se ha enterado de su presencia, sino que se sabe lo que va a desayunar, sobre todo el camarero al que le faltan manos para servirle. La chica de la lectura mueve la cabeza negativamente. En parte por la discriminaci¨®n, en parte porque aquellos gritos la sacan de su ensimismamiento.
No desprecies a nadie; un ¨¢tomo hace sombra" Pit¨¢goras de Samos
Las mesas colindantes siguen conversaciones diferentes, aunque con alg¨²n factor en com¨²n. Dos mujeres, cercanas a la cincuentena, se quejan amargamente de que a su edad ya no son visibles. No sienten la mirada ajena. Una pareja cercana a mi mesa discute. ?l le dec¨ªa a ella: ¡°?ltimamente ni me ves¡±. En la barra de la cafeter¨ªa, un padre muy cabreado le dec¨ªa a su hijo adolescente: ¡°No quiero verte m¨¢s¡±. Lo m¨¢s seguro es que no fuera cierto, pero la expresi¨®n revela un tema, m¨¢s profundo de lo que aparenta, sobre el acto de ver y ser vistos. Para una cultura tan visual como la nuestra, acostumbrada ya a verlo y retratarlo todo, se ha convertido en un deseo y una necesidad salir en la foto o, por el contrario, ausentarse de ella.
Para saber m¨¢s
LIBROS
¡®Relaciones poderosas¡¯
Joan Quintana y Arnoldo Cisternas
¡®El poder de nuestra presencia¡¯
Miriam Subirana
CINE:
¡®Chicago¡¯
Rob Marshall
¡®Patch Adams¡¯
Tom Shadyac
Todas estas escenas recuerdan una de las m¨¢s c¨¦lebres canciones del musical Chicago de Bob Fosse. El resignado marido de Roxy Hart, Amos Hart, entona su lamento describi¨¦ndose como M¨ªster Celof¨¢n. El hombre transparente, no por su autenticidad sino por falta de reconocimiento. Ver y ser vistos. Pero ?qu¨¦ es lo que queremos ver? ?C¨®mo queremos ser vistos? A¨²n cabe otra pregunta: ?qu¨¦ es lo que realmente vemos?
Una posible respuesta podr¨ªa ser la siguiente: el material psicol¨®gico, los contenidos que hemos introducido en la mente, y los movimientos ps¨ªquicos que hemos convertido en h¨¢bito conforman el conjunto de im¨¢genes que tenemos sobre nosotros mismos, los dem¨¢s y el mundo que nos circunda. Unos contenidos que se han alimentado tambi¨¦n de la cultura familiar, social e hist¨®rica que nos ha tocado vivir. Con todo ello hemos organizado la mente, que ahora con suma pulcritud obedece a los programas que se han automatizado en el inconsciente. Entonces, se debe tener en cuenta que los ojos no son los que miran, sino que quien lo hace es la mente de cada uno. Y ve seg¨²n lo que la hemos ense?ado a mirar.
En la imagen que cada uno construye de s¨ª mismo, existe el deseo tanto de estar presentes como ausentes. En algunos aspectos se echa en falta ser m¨¢s reconocidos, en otros se preferir¨ªa poder desaparecer. A veces gusta ser el centro de atenci¨®n, otras pasar inadvertidos.
Para ver claro, basta
con cambiar la direcci¨®n de la mirada" Antonie de Saint-Exupery
Lo habitual entonces es que se transite por diferentes momentos, contextos, situaciones y estados de ¨¢nimo en los que se prefiere estar presente o ausente. Cuando se respetan los tr¨¢nsitos, el sentimiento se fluye con la vida. Se es libre de escoger. Podr¨ªa ocurrir, por el contrario, que se acabe viviendo condenados a la eterna necesidad de reconocimiento (personal, social, profesional) o de aislamiento. Cuando es as¨ª, la mente de cada persona necesita reorganizar su propia visi¨®n y la del mundo.
Uno de los mayores miedos que se pueden padecer es el rechazo. Sentirse abandonado, despreciado o descuidado por la tribu dispara todas las alarmas de la existencia. El poder de las relaciones se basa en la capacidad de generar v¨ªnculos estables, duraderos y de protecci¨®n. No obstante, las experiencias que cada uno ha vivido al respecto han conformado estilos afectivos diferentes. Unos aprenden a incluirse, otros a excluirse. Es como un destino. Tarde o temprano acaban dentro o fuera. A veces los descartan. A veces se autodestierran.
Las sociedades hacen lo mismo con sus miembros, sobre todo aquellos que no responden a los est¨¢ndares y modas. De la misma manera que muchos reconocimientos son exagerados, falsos o injustos, gran parte de las exclusiones tambi¨¦n lo son. Aunque se presuma del valor de la justicia, muchos gestos de los que apenas se es consciente invisibilizan al otro, lo apartan de la peor de las maneras que es la indiferencia. Como M¨ªster Celof¨¢n. Hay quien prefiere un reconocimiento en negativo, antes que ser completamente ignorado.
La falta de reconocimiento obedece a dificultades de inclusi¨®n, como la chica de la cafeter¨ªa cuya presencia solo asom¨® cuando se quej¨® al camarero. Tuvo que enfadarse para poderse hacer visible. Pero al hacerlo as¨ª, no se siente bien, se culpa o acusa al mundo por no estar pendiente de ella. No se le ocurre ¡°hacerse presente¡±, mostrarse, pedir, expresarse asertivamente. Pero esta situaci¨®n tambi¨¦n obedece a las expectativas. Muchas personas hacen grandes esfuerzos, se cargan de responsabilidades o llaman la atenci¨®n con tal de recibir aplausos, agradecimientos y valorizaci¨®n. Puede que se confunda el medio con el fin. Si cabe alg¨²n acto sincero de reconocimiento es ser aceptados y queridos por lo que se es y no por lo que se hace, se aparenta o se logra.
El miedo a no ser recordados es, en el fondo, un temor a ser ignorados. Si nadie nos ve, ?existimos? Por supuesto, uno puede hacerlo todo solo y para s¨ª mismo o, como el eremita, hacerlo aisladamente por el bien espiritual de la humanidad. Ser¨ªa suficiente con que cada uno apreciara qui¨¦n es, c¨®mo es y lo que hace, mejor o peor.
Mi felicidad consiste
en que s¨¦ apreciar lo que tengo y no
deseo con exceso lo
que no tengo" Le¨®n Tolst¨®i
Sin embargo, pronto llega la mirada del otro. Una forma de percibirnos que tanto puede ser apreciativa como despreciativa. O peor a¨²n, ser vistos y no vistos. Ah¨ª se encuentra el secreto del equilibrio entre lo interno y lo externo. ?Hasta d¨®nde sabemos apreciarnos? ?Hasta d¨®nde necesitamos ser apreciados? ?Hasta d¨®nde nos afecta el desprecio externo? ?Necesitamos ser reconocidos por los dem¨¢s para ser, para saber c¨®mo ser? ?Somos personas apreciativas? ?Destacamos lo bueno de las personas y lo que hacen con la mejor de las intenciones? ?Tendemos al desprecio, a ver siempre lo que falta o lo que no est¨¢ perfecto? Seg¨²n seamos en ese interior individual, as¨ª seremos ah¨ª afuera aunque lo disfracemos con m¨¢scaras sonrientes.
No solo se trata de bucear introspectivamente. Como escuch¨¦ a Bego?a Rom¨¢n, catedr¨¢tica de Filosof¨ªa de la Universidad de Barcelona, quiz¨¢s vaya siendo hora de introducir la escucha en un mundo tan visual. Podr¨ªa ser que el problema sea estar m¨¢s desnutridos de ser escuchados que de ser vistos. Llega un momento en que m¨¢s que reforzar el sentido de la vista, se necesita afinar el o¨ªdo y tambi¨¦n el tacto.
Hay una tarea que resulta ineludible: educar la mirada, amplificar la escucha y apreciar la calidez. La mirada se educa revisando lo que tenemos tendencia a percibir, y aumentando el campo de visi¨®n. Para ello, como advierte el psic¨®logo Joan Quintana, hay que preguntar a los otros lo que cada uno no aprecia o no sabe ver. La escucha requiere atenci¨®n, disponibilidad, profundidad. Va m¨¢s all¨¢ de una simple mirada. Y la calidez adentra, como ning¨²n otro canal, en el contacto respetuoso, amable y tierno con el otro. No hay mayor reconocimiento.
Estimado se?or Churchill.
Uno de los reconocimientos ¡°negativos¡± hist¨®ricos es el que mantuvieron el dramaturgo Bernard Shaw y el premier brit¨¢nico Churchill:
¨CEstimado se?or Churchill:
Le adjunto dos entradas para mi nueva obra de teatro, que se inaugura el jueves por la noche. Le ruego venga y traiga a un amigo, si tiene uno.
¨CEstimado se?or Shaw:
Lo lamento, pero tengo un compromiso previo y no podr¨¦ concurrir a la inauguraci¨®n. Sin embargo, ir¨¦ a la segunda funci¨®n, si es que hay una.
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