Aureliano Buend¨ªa y Pablo Iglesias
La idea de que basta con cambiar a los que mandan para corregir el rumbo es perversa y traer¨¢ frustraci¨®n
En Cien a?os de soledad,que es una novela m¨¢s pol¨ªtica de lo que se suele recordar, los conservadores y los liberales libran una formidable guerra. Despu¨¦s de muchas batallas, el coronel Aureliano Buend¨ªa, jefe militar de los liberales, recibe a los representantes pol¨ªticos de su propio partido, que han estado negociando la paz con el Gobierno conservador y que le traen una lista de demandas: ¡°Ped¨ªan, en primer t¨¦rmino, renunciar a la revisi¨®n de los t¨ªtulos de propiedad de la tierra para recuperar el apoyo de los terratenientes liberales. Ped¨ªan, en segundo t¨¦rmino, renunciar a la lucha contra la influencia clerical para obtener el respaldo del pueblo cat¨®lico. Ped¨ªan, por ¨²ltimo, renunciar a las aspiraciones de igualdad de derechos entre los hijos naturales y los leg¨ªtimos para preservar la integridad de los hogares¡±. Cuando terminan de exponer los t¨¦rminos de su acuerdo, el coronel Aureliano Buend¨ªa sonr¨ªe y les responde: ¡°Quiere decir que s¨®lo estamos luchando por el poder¡±.
La izquierda democr¨¢tica, sin embargo, tiene que enfrentarse siempre a esa paradoja: su prop¨®sito es hacer desaparecer las alienaciones de la sociedad, pero para ello tiene que conseguir ser votada por los alienados, que est¨¢n sometidos o hechizados por los poderes dominantes. Recu¨¦rdese la c¨¦lebre disputa entre Clara Campoamor y Victoria Kent en el debate parlamentario celebrado en 1931 sobre el sufragio femenino. Buena parte de la izquierda se opuso en aquel debate al derecho al voto de las mujeres, alegando que su proximidad ideol¨®gica con la Iglesia cat¨®lica y su falta de ¡°reflexi¨®n y de esp¨ªritu cr¨ªtico¡± las hermanaba demasiado con los partidos de derechas y que con ellas se acabar¨ªa arrastrando a la Rep¨²blica hacia el conservadurismo m¨¢s feroz.
El trabajo de Felipe Gonz¨¢lez hasta 1982 consisti¨® en aglutinar a esa mayor¨ªa social en torno a un proyecto com¨²n progresista
Los ciudadanos sometidos y humillados a los que la izquierda democr¨¢tica invoca, en efecto, no son siempre demasiado ilustrados, disponen de una informaci¨®n manipulada o parcial, y tienen en muchos casos intereses personales contradictorios: unos ahorros que no quieren perder, una fe religiosa conservadora, unos min¨²sculos privilegios laborales o un sentimiento de patria xen¨®fobo, por ejemplo. Pero a todos esos ciudadanos se les necesita para construir una mayor¨ªa pol¨ªtica y con todos ellos hay que pactar, por lo tanto, para poder lograrla. ?Es eso luchar s¨®lo por el poder, como dec¨ªa el coronel Aureliano Buend¨ªa, o es tener una estrategia racional y pragm¨¢tica para cambiar las cosas?
El trabajo de Felipe Gonz¨¢lez hasta 1982 consisti¨® en aglutinar a esa mayor¨ªa social en torno a un proyecto com¨²n progresista. El trabajo de Pablo Iglesias, ahora, parece querer ir por el mismo camino. Desde que Podemos obtuvo su espectacular resultado en las elecciones europeas de mayo, es muy dif¨ªcil encontrar unas declaraciones suyas ¡ªo de su equipo m¨¢s pr¨®ximo¡ª que no pueda suscribir cualquier ciudadano de izquierdas, moderado o radical. Desde muchas trincheras se les sigue acusando de leninistas, bolivarianos y ut¨®picos, pero su discurso es ya s¨®lo reformista y regenerador, como se demuestra en el esbozo de programa electoral aprobado en su asamblea fundacional del pasado fin de semana. Incluso sus propuestas econ¨®micas revolucionarias, tan impugnadas por expertos de todo tipo, han entrado en una fase de matizaci¨®n permanente y de condicionalidad, como si siguieran aquel consejo sabio de Ortega: ¡°El verdadero revolucionario lo que tiene que hacer es dejar de pronunciar vocablos ret¨®ricos y ponerse a estudiar econom¨ªa¡±.
¡°La ¨²nica diferencia actual entre liberales y conservadores es que los liberales van a misa de cinco y los conservadores van a misa de ocho¡±, dice el coronel Aureliano Buend¨ªa muchos a?os despu¨¦s de aquella primera reuni¨®n. ?sa es probablemente la sensaci¨®n que tiene una buena parte de la sociedad espa?ola despu¨¦s de tres d¨¦cadas de gobiernos alternativos de PP y PSOE. No es cierto que uno y otro sean lo mismo, pero s¨ª existen indicadores reales que avalan la idea: la igualdad ¡ªla gran bandera de la izquierda¡ª no ha aumentado m¨¢s con los gobiernos progresistas. El coeficiente de Gini, que mide los niveles de desigualdad de los pa¨ªses, ha ido mejorando o empeorando en Espa?a al comp¨¢s de la situaci¨®n econ¨®mica general, no del color de los gobiernos. Y eso, junto con la corrupci¨®n, es lo que ha terminado desencantando a muchos votantes antiguos de la izquierda y a la mayor¨ªa de los j¨®venes: la creencia de que la acci¨®n pol¨ªtica era irrelevante.
La casta viene de la gente; no ha llegado a Espa?a en platillos volantes
Podemos, como Rajoy (aunque con m¨¢s juicio que ¨¦l), ha hecho bandera del sentido com¨²n, no de la ideolog¨ªa. No reivindican la revoluci¨®n, sino una utop¨ªa casi dom¨¦stica. ¡°Asaltar los cielos¡±, de momento, consiste s¨®lo en construir un pa¨ªs decente y que funcione. Iglesias reconoce que es inviable hacer de repente un cambio global que transforme el capitalismo y reconoce que no es posible construir una sociedad sin injusticias, pero s¨ª aspira a construir una en la que ¡°no haya alguien con dieciocho cuartos de ba?o en su casa y otro al que se le comen las moscas¡±. El mensaje tal vez es populista, porque lo complicado no es enunciar el objetivo, sino alcanzarlo tomando decisiones concretas en este mundo concreto, que es el ¨²nico que existe. Pero seguramente en la situaci¨®n de descomposici¨®n en que nos encontramos, laber¨ªntica, un cierto grado de populismo tenga la virtud de ayudar a reformular los principios pol¨ªticos gangrenados con los que convivimos desde hace a?os, y eso ya de por s¨ª ser¨ªa una buena noticia. Cambiar el lenguaje, la mirada.
Sigue habiendo en el discurso de Podemos, sin embargo, una mancha negra que amenaza con convertir tarde o temprano su ¨¦xito en desenga?o: la insistencia ¡ªen un pa¨ªs donde el que no defrauda es porque no tiene la ocasi¨®n de hacerlo, y no por convencimiento ¨¦tico¡ª de que todos los problemas los causan los que mandan. La casta viene de la gente, no ha llegado a Espa?a en platillos volantes, y cualquier intento de regeneraci¨®n pol¨ªtica pasa en consecuencia por poner patas arriba la cultura nacional del pelotazo, la piller¨ªa, el escaqueo y el clientelismo. Desde el arrabal hasta el palacio de la Zarzuela. La hip¨®tesis de que basta con cambiar a la clase dirigente para enderezar el rumbo es perversa y traer¨¢ frustraci¨®n en el futuro.
El gran reto de Podemos, en cualquier caso, es conciliar al coronel Aureliano Buend¨ªa con los emisarios pol¨ªticos de su partido. Es decir, reunir a una mayor¨ªa social suficiente ¡ªcon las renuncias que eso comporte¡ª sin olvidar que el objetivo final no es alcanzar el poder, sino defender las libertades, construir una sociedad m¨¢s igualitaria (no m¨¢s pobre) y reivindicar esa fraternidad tan arrumbada desde hace d¨¦cadas en todos los programas pol¨ªticos. Lograr, en fin, que en la misa de cinco y en la misa de ocho empiecen a cambiar las par¨¢bolas del serm¨®n.
Luisg¨¦ Mart¨ªn es escritor.
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