Saramago le echa un pulso al cine
El escritor negaba la mayor en el cine. Sencillamente, lo expulsaba de la credibilidad o, al menos, de la seriedad
Llega el oto?o y finalizan los encuentros al borde del mar y el soplo de la brisa. No hay curso de verano sin su apartado de cine y literatura. Un tejido de intricados hilos que en cualquier descuido se enredan infinitamente.
En una de las conferencias de este verano, un veterano profesor confes¨® que ¨¦l hab¨ªa recibido m¨¢s de los libros que de la vida: m¨¢s experiencias, m¨¢s pasiones, amores, aventuras¡ Lo que su propia existencia no le hab¨ªa proporcionado, s¨ª lo hab¨ªa hecho Madame Bovary o La isla del tesoro. Y se preguntaba si la generaci¨®n del cine y, despu¨¦s, la digital ten¨ªan esa misma sensaci¨®n. ?Acaso es vida la que mantiene una relaci¨®n privilegiada con otras vidas a trav¨¦s de las redes sociales?
Una chica levant¨® la mano y dijo que no le parec¨ªa que fueran algo opuesto, ni siquiera complementario. Y argument¨® respecto a la ficci¨®n audiovisual:
¨CEl cine es la vida.
El profesor no replic¨®. Pero le o¨ª comentar en voz alta:
¨CUna generaci¨®n que ha visto m¨¢s pel¨ªculas que le¨ªdo novelas debe pensar tambi¨¦n de forma distinta.
Al cine se le suele abordar antes que nada como lenguaje, y en esto los semi¨®logos llevan una considerable ventaja
Lo que s¨ª se repite una y otra vez en estos seminarios de narrativa audiovisual es la diferencia entre el lenguaje f¨ªlmico y el de la escritura. Siendo eso verdad, es m¨¢s cierto que justamente la similitud en muchos puntos de ambos lenguajes, es lo que trae de cabeza a novelistas, adaptadores, guionistas y directores. Todos quieren contar algo con parecidas estrategias. Los problemas de vecindad son mayores que los que surgen entre habitantes de territorios alejados. Eso sin mencionar el choque de egos.
Al cine se le suele abordar antes que nada como lenguaje, y en esto los semi¨®logos llevan una considerable ventaja a cualquier otro tipo de estudios te¨®ricos. A veces se deja de lado la consideraci¨®n de que el cine es sobre todo una representaci¨®n, una ilusi¨®n de realidad. Y para que esa ilusi¨®n de realidad obre, una de las premisas fundamentales es aceptar el punto de vista de la c¨¢mara. La c¨¢mara es la que hace de vicaria de nuestra propia mirada, de lo que contemplamos en vivo y en directo sin mediaci¨®n de m¨¢quina alguna. ?Qui¨¦n no aceptar¨ªa eso en la placentera contemplaci¨®n de una buena pel¨ªcula?
La intervenci¨®n de Jos¨¦ Saramago, maestro y amigo, en un curso de cine hace unos a?os, en la Universidad Men¨¦ndez Pelayo de Santander, me result¨® crucial e inquietante.
El Nobel portugu¨¦s expres¨® sus dudas respecto al hecho de creer en lo que suced¨ªa en la pantalla cinematogr¨¢fica. Pon¨ªa por ejemplo una secuencia en la que alguien llama a la puerta de una casa misteriosa. La c¨¢mara, naturalmente, est¨¢ puesta fuera para recoger c¨®mo el visitante llama. Pero cuando la puerta se abre, resulta que la c¨¢mara est¨¢ puesta dentro de la casa misteriosa para tomar el momento en que el visitante entra. Un sencillo contracampo. Pero ¨¦l protestaba:
¨C ?Trampa, trampa! Ya alguien ha entrado antes que el visitante. Conoce el sitio. Yo me doy cuenta de que quien llega no es el primero en penetrar ah¨ª dentro.
Saramago negaba la mayor en el cine. Sencillamente, lo expulsaba de la credibilidad o, al menos, de la seriedad.
Como se ve, cualquier cosa puede suceder en un curso de verano.
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