Hmong world
PorRicardo Fern¨¢ndez, "cooperante a cargo del proyectowww.distritopachanga.com, la cr¨®nica de un viaje por tierra desde Vietnam hasta Espa?a, con un bal¨®n bajo el brazo y un partido en cada aldea visitada, tratando de buscar lo diferente para encontrar lo com¨²n de lo humano."
Flower Hmong Vietnam (pixinn.net)CC BY-SA 3.0. PorChristophe Meneboeuf-Trabajo personal. Mas fotograf¨ªas enhttp://www.pixinn.net
Mu Cang Chai est¨¢ en las nubes de Vietnam. El aire es helador, y los cerdos ind¨ªgenas campan a sus anchas por los caminos de rocas y lodo. El rio dise?a el valle con meandros imposibles entre terrazas de arroz.
Los hmong son una etnia, una tribu, una gen¨¦tica y una forma de hacer la vida. N¨®madas por vocaci¨®n, bajaron desde China y se esparcieron por Vietnam, Laos, Tailandia y Myanmar. No entienden de mapas geopol¨ªticos ni de jurisdicciones administrativas, su direcci¨®n postal es la monta?a y sus referencias son el rio que atraviesa las nubes o el bosque que cruzar.
Sus rasgos mongoloides, sus ojos antracita, sus manos cuenco de callos, gigante el coraz¨®n. Aislados del porvenir, pastorean sus b¨²falos de agua, siembran-recogen su arroz. Su mirada es perdida, enfocada en m¨¢s all¨¢. No parece que escuchan ni comprenden, pero guardan infinito saber. Sin saber leer identifican un p¨¢jaro por su canto, y predicen con sus poros cuando va a llover. Su suelo es de barro, el fuego de su hoguera nunca se puede apagar. Sus cerdos son la dote cuando hay casamiento. Lo normal es que solo el primer hijo var¨®n vaya a la escuela. Los dem¨¢s deben ayudar a cultivar, cuidar de los m¨¢s peque?os y prepararse para la vida real.
Las mujeres hmong son todo poder. Escalan ¨¢rboles con sus beb¨¦s al lomo, bajan al mercado, cosen y alimentan, buscan su espacio en la oscuridad. No obstante, tienen menos acceso a estudiar, a hablar, a jugar, a politiquear, a beber y a re¨ªr, a cantar y a bailar. El machismo patriarcal es menos acentuado que en el resto de etnias en Vietnam; los hombres tambi¨¦n plantan el arroz, tambi¨¦n cargan a los bebes en sus espaldas y alimentan a los animales. Curioso rev¨¦s humano, aislados y asociales, son ejemplo al repartirse las tareas del hogar. Por supuesto y por llorar, muchos maridos borrachos pegan a sus mujeres sin que polis o vecinos puedan rechistar.
A mitad de siglo XX hab¨ªa un rey hmong, el rey gato de los ojos rasgados. Los invasores franceses le ofrecieron un trato. Dame tu opio y yo te doy mi protecci¨®n. Le construyeron un palacio en Ha Giang. Pasaron los a?os y el humo de las pipas al calar. Pero Ho Chi Minh dise?¨® un plan. Expulsar a los verdugos. Unir Vietnam y Laos, crear una ¨²nica comuna en paz y libertad. El Vietminh comenz¨® a atacar. Tumb¨® franceses en Dien Bien Phu, y con ellos se rompi¨® la opi¨¢cea cadena de valor.
Y lleg¨® USA, y pens¨® que antes que dejar vivir, mejor dejar matar. Amarillos desde el norte y p¨¢lidos en el sur, comenz¨® el juego de disparar. Una china en el zapato, s¨ª, eran los hmong. Perfecto caballo de Troya para emboscar. Un plan. Armas, todas; entrenamiento, tambi¨¦n; y con los aviones vac¨ªos descargados de bombas, ?algo habr¨¢ que hacer! Los hmong cayeron en la trampa, no quer¨ªan comunismo, tampoco new-deal y capital, pero s¨ª soberan¨ªa, y pensaron que pod¨ªa salir bien. As¨ª se formo la guerrilla secreta de los hmong, comando yankee sin comunicado oficial.
En 2011, 49 hmongs fueron tiroteados por militares vietnamitas en la provincia de Dien Bien. Su delito, levantarse y pedir soberan¨ªa para su pueblo, que no se siente vietnamita, porque nunca lo fue, aunque la ley as¨ª lo diga. Acabada la guerra, el PPC de Vietnam guard¨® rencores. Los hmong son ciudadanos de segunda categor¨ªa. Empobrecidos y analfabetos. Hmong se pronuncia ¡°mong¡±, que significa ?culo? en vietnam¨ª, culo provoca risas y vacile. Otras formas de discriminaci¨®n.
El pseudo-cristianismo hmong est¨¢ arraigado. Conf¨ªan su fe a la tierra, el aire, el agua, las plantas y los animales, representados en maderos que custodian la entrada de cada aldea, ahuyentando as¨ª malos esp¨ªritus. Misma funci¨®n cumple la placenta, que es enterrada bajo la casa al encender la luz de un nuevo hijo. Al morir, las cenizas del cuerpo incinerado son enterradas junto a su placenta, conteiner del alma, y de la ropa portada nada m¨¢s nacer. Su suelo es su escolta, por eso los desplazamientos forzados, arbitrarios y frecuentes son tanta jodienda. Antes de decidir en qu¨¦ lugar construir el nuevo hogar, queman billetes invocando refer¨¦ndum; si no pasa nada desgraciado, es que el universo ha dado su benepl¨¢cito.
En el colegio nos mandaban escribir redacciones sobre como ser¨ªa el futuro, y pens¨¢bamos en coches voladores. Hoy vemos que lo primitivo sigue, sigue en cada aldea aislada, en cada pelea de discoteca y en cada porra antidisturbio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.