¡°Nuestro concepto de libertad es una ilusi¨®n. Estamos condicionados¡±
El investigador habla sobre c¨®mo el conocimiento del cerebro va a transformar la sociedad
Cuenta el neurocient¨ªfico Carlos Belmonte que tiene una fotograf¨ªa de estudiante junto a Lord Adrian, el investigador brit¨¢nico que recibi¨® el Nobel en 1932 por descubrir los impulsos nerviosos con los que se comunican las neuronas. A lo largo de su vida, ha sido testigo de gran parte de los descubrimientos que han transformado el conocimiento del cerebro y ha protagonizado algunos de los principales avances en la neurociencia espa?ola.
Pregunta. Hasta ahora, ha sido dif¨ªcil encontrar los factores biol¨®gicos detr¨¢s de las enfermedades mentales. ?Espera que esta situaci¨®n cambie pronto?
Carlos Belmonte
(Albacete, 1943)
Fue fundador del Instituto de Neurociencias de Alicante (CSIC-UMH), que dirigi¨® entre 1989 y 2009, y ha estudiado en profundidad los mecanismos responsables del dolor.
La semana pasada recibi¨® la distinci¨®n de Maestro de la Lecci¨®n Magistral Andr¨¦s Laguna 2014, que otorgan la Universidad de Alcal¨¢ y la Fundaci¨®n Lilly, y realiz¨® un repaso a las ¨²ltimas d¨¦cadas de la neurociencia en Espa?a. Desde su conocimiento del pasado, tampoco rehuye hacer predicciones sobre el futuro en el que ve la neurociencia como una fuente de conocimiento que transformar¨¢ nuestra manera de entender el dolor, la vida despu¨¦s de la muerte o la culpa.
Respuesta. La efermedad mental no es que sea algo particularmente misterioso, pero el cerebro es una m¨¢quina muy complicada. Es dif¨ªcil predecir las consecuencias conductuales que pueden tener determinadas alteraciones dentro de esa m¨¢quina complicada. Si se rompe una ballesta, no sale la flecha, pero en un reloj donde hay doscientas piezas es m¨¢s complicado entender lo que va a pasar.
Hemos vivido en un dualismo cultural absoluto. La mente se ha considerado como algo distinto del cerebro, es decir, de la materia. Ese planteamiento de los idealistas, en el que el cerebro act¨²a como una central de tel¨¦fonos entre el hombre y otra cosa, ha estado presente hasta hace muy poco. Eso es lo que hace que la gente considere las enfermedades mentales como algo que no tiene que ver con el cerebro.
En una encuesta hace unos a?os, aunque ahora ha mejorado, solo el 10% de la gente asociaba las enfermedades mentales con el cerebro. Se pensaba que era una especie de maldici¨®n. En relaci¨®n con las enfermedades mentales, a¨²n nos queda que la sociedad acepte que simplemente son patolog¨ªas del sistema nervioso y que se pueden curar a base de conocerlas mejor y entenderlas.
P. ?Entender mejor la fisiolog¨ªa del cerebro podr¨ªa ayudar a mejorar tambi¨¦n los tratamientos psicol¨®gicos adem¨¢s de los farmacol¨®gicos o las intervenciones m¨¢s f¨ªsicas?
R. Es que esa dicotom¨ªa entre mente y cerebro es la que se debe romper. La mente es el producto de la operaci¨®n del cerebro y, por tanto, cualquier actividad mental es el resultado de que esas estructuras, desde el nivel m¨¢s molecular al m¨¢s integrativo. En la conducta que sea, hay un continuo. Lo que sucede es que la psicolog¨ªa ha considerado al cerebro una caja negra.
Creo que la separaci¨®n entre la psicolog¨ªa y la neurociencia est¨¢ desapareciendo a gran velocidad. Por una parte, porque lo que est¨¢n haciendo ahora los psic¨®logos es poner m¨²sica a la letra. Ellos ve¨ªan que una persona, en unas circunstancias determinadas, reaccionaba de una manera, y hac¨ªan clasificaciones. Ahora estamos encontrando los mecanismos que sustentan esos procesos.
Se podr¨ªa producir una m¨¢quina que tenga los grados de libertad de un humano
Con la terapia pasa lo mismo. La terapia no es solo dar f¨¢rmacos que modifiquen la actividad sin¨¢ptica de nuestros circuitos. En los depresivos se ha visto que los niveles de serotonina cuando se les trata con f¨¢rmacos, suben. Pero si se le aplica una psicoterapia, tambi¨¦n suben. Se pueden reactivar esos circuitos excit¨¢ndolos de una manera natural, que es lo que hace la radioterapia, que no necesita f¨¢rmacos.
La gente tiene que romper esas barreras y darse cuenta de que estamos en el mismo terreno de juego. El conocimiento de la biolog¨ªa b¨¢sica no tiene que llevar a un tratamiento de las enfermedades mentales solo a trav¨¦s de los f¨¢rmacos. En absoluto. De hecho, aunque se buscan f¨¢rmacos para tratar las enfermedades neurol¨®gicas, la estimulaci¨®n cerebral profunda est¨¢ dando resultados con algunas patolog¨ªas que no se curaban con f¨¢rmacos. La posibilidad de terapia g¨¦nica est¨¢ cada d¨ªa m¨¢s cerca y eso no son f¨¢rmacos en sentido tradicional. Hay muchas maneras, pero al final act¨²as sobre un par¨¢metro f¨ªsico que es el cerebro.
P. La acumulaci¨®n de conocimiento sobre el cerebro y la capacidad de computaci¨®n, ?permitir¨¢ reconstruir un ser humano consciente?
R. Se podr¨ªa producir una m¨¢quina que tenga los grados de libertad de un humano por tener ese mismo n¨²mero de conexiones neuronales, aunque hay gente que dice que hay elementos no computables en la manera de funcionar del cerebro, porque hay tanta plasticidad en la formaci¨®n de las conexiones que no se va a poder repetir un humano exactamente.
Tenemos que revisar conceptos como la culpa o la justicia"
P. ?D¨®nde deja esta capacidad de recrear una mente humana el concepto de libertad?
R. El concepto de libertad es una ilusi¨®n sostenida entre los seres humanos que se basa en que las probabilidades de realizar un acto diferente son tan altas que, en este momento, es imposible predecir lo que va a hacer alguien. Porque son 85.000 millones de neuronas, multiplicado por 1.000 conexiones de media por neurona. Las posibilidades son casi infinitas, pero son finitas, as¨ª que al final se va a poder hacer algo que se parecer¨¢ extraordinariamente a la actividad de un ser humano.
Nuestro concepto de libertad es falso. Estamos condicionados. La consciencia es menos del 10% de nuestra actividad cerebral en un momento determinado. Ahora se est¨¢ estudiando mucho c¨®mo se producen las decisiones y es evidente que la decisi¨®n est¨¢ tomada mucho antes de que t¨² la conozcas conscientemente y la expliques. De hecho, cuando se modifica artificalmente una decisi¨®n, el sujeto la explica igual. Nosotros explicamos a posteriori las decisiones que adopta nuestro cerebro bas¨¢ndose en la memoria, en las emociones y en toda una serie de datos que se procesan de una manera inconsciente.?
Ese es el m¨¦rito de Freud, que fue capaz de hablar del inconsciente como un elemento fundamental en la manera de funcionar de los seres humanos. El cerebro es una maquinita hecha para facilitar nuestra supervivencia y todo lo que llamamos procesos mentales complejos en realidad no son m¨¢s que maneras de analizar los datos, la informaci¨®n y adoptar una informaci¨®n que siempre tiene unos componentes de supervivencia cr¨ªticos, ya sea nutrici¨®n, sexo o cuidados de las cr¨ªas, de los que no somos conscientes.
Se debe romper la dicotom¨ªa entre mente y cerebro
P. Otro concepto muy importante en nuestra sociedad que puede sacudir la neurociencia es la culpa
R. Conceptos como la justicia o la culpa hay que revisarlos. Hay una venganza social con algunas de las personas que cometen delitos execrables que muchas veces es absurda. Porque detr¨¢s de su comportamiento hay una patolog¨ªa de la conducta que hace que le tengamos que aceptar como es.
Un ejemplo de estos problemas se puede ver en el juicio que se hace de los adolescentes. Sabemos que la parte de la corteza orbitofrontal que ayuda a inhibir conductas y a valorar las consecuencias de una conducta es una zona del cerebro que se desarrolla muy tard¨ªamente en la adolescencia y se consolida en la etapa adulta. En EEUU ya ha habido juicios en los que ese elemento se ha tenido en cuenta, porque se ha planteado que un adolescente colocado en una situaci¨®n determinada no va a poder controlar su conducta igual que un adulto y por lo tanto no le puedes hacer igual de responsable que a un adulto. La culpa es un concepto muy poco cient¨ªfico.
P. ?Cu¨¢l es la responsabilidad de los cient¨ªficos a la hora de gestionar conocimientos tan poderosos?
A los cient¨ªficos no nos para nadie y si algo se puede hacer, se har¨¢
R. Nosotros nos limitamos a ir conociendo mejor el cerebro y eso tiene consecuencias que se pueden considerar positivas o negativas, pero que sin duda van a cambiar la sociedad. Lo que est¨¢ claro es que a los cient¨ªficos no nos para nadie y si algo se puede hacer, se va a hacer. Luego habr¨¢ cosas que nos van a dejar hacer y otras que no y a m¨ª me parecer¨¢ muy bien que haya cosas que no se puedan hacer. Pero la sociedad tendr¨¢ que vivir con ese conocimiento nuevo que obligar¨¢ a reconsiderar algunos valores. Esto nos ha pasado a lo largo de toda la historia lo que pasa es que se ha acelerado mucho.
P. La visi¨®n del cerebro como un ¨®rgano f¨ªsico m¨¢s, tambi¨¦n cuestiona un aspecto muy humano como es la necesidad de trascendencia, de la vida despu¨¦s de la muerte.
R. Creo que en el momento en que el cerebro deja de funcionar dejas de existir como cerebro individualizado. Un amigo m¨ªo neurocient¨ªfico dice que dentro de tres o cuatro generaciones la gente ser¨¢ inmortal, porque ser¨¢ capaz de poner en un chip todo su cerebro y seguir¨¢ funcionando y por tanto persistir¨¢, pero es un sue?o que ni mi generaci¨®n ni la tuya va a vivir.
Seguramente todo esto forma parte de la manera en que el cerebro maneja la necesidad de supervivencia, que es algo para lo que estamos programados. Hay circuitos destinados a hacernos sobrevivir en cualquier circunstancia y el miedo a la muerte y la p¨¦rdida de la propia identidad es un mecanismo fruto de esa necesidad.
P. El dolor tambi¨¦n es un problema que preocupa a los humanos y en el que la neurociencia puede cambiar los tratamientos.
R. Hay una parte del dolor, el fisiol¨®gico, el que tienes cuando te pillas los dedos con una puerta, que tiene un origen muy claro, que es el resultado de una lesi¨®n sobre la que el cerebro se informa a trav¨¦s de unas v¨ªas bien definidas. La mejor manera de tratarlo es parando esas se?ales que llegan al cerebro, y es lo que hace la aspirina o cualquiera de los antiinflamatorios perif¨¦ricos. El problema es que hay una parte del dolor, que es el dolor neurop¨¢tico, que en realidad es un mal funcionamiento del sistema del dolor. Como consecuencia de un disparo anormal del dolor a ra¨ªz de una lesi¨®n, se alteran las conexiones neuronales. El resultado es que sientes un dolor que ya no est¨¢ en relaci¨®n con una lesi¨®n perif¨¦rica y este problema afecta a una parte importante de la gente que tiene dolor.
Un adolescente en una situaci¨®n determinada no se va a poder controlar igual que un adulto
P. ?C¨®mo se deber¨ªa tratar ese dolor neurop¨¢tico?
R. El problema es que no lo sabemos. Se est¨¢ tratando con f¨¢rmacos que reducen la excitabilidad del sistema nervioso central, porque lo que produce ese dolor es una hiperexcitabilidad de esas v¨ªas centrales del dolor, por decirlo de una manera simple. Lo que se dan son f¨¢rmacos antiepil¨¦pticos, anticonvulsivos, que reducen la excitabilidad del sistema nervioso y con ello se reduce el disparo en esas v¨ªas. Lo que sucede es que son muy inespec¨ªficos porque act¨²an sobre otras neuronas que no tienen nada que ver con el dolor y se est¨¢ intentando ser m¨¢s selectivo.
P. Sobre el dolor, una peculiaridad humana es que a veces, sufrimos por el dolor de otros, incluso de otras especies. ?Qu¨¦ dice la neurociencia sobre el dolor de los animales?
R. Desde que la epigen¨¦tica ha aparecido, hemos visto que la expresi¨®n de los genes se puede modificar sustancialmente a lo largo de la vida, que unos genes que estaban silenciados se pueden expresar y dar lugar a cambios en el comportamiento y en cualquier aspecto de nuestra vida. La cultura es epigen¨¦tica. El que esos cambios epigen¨¦ticos perduren durante generaciones, en particular en animales superiores, est¨¢ en discusi¨®n, pero s¨ª hay una epigen¨¦tica social.
Nos queda que la gente acepte que la enfermedad mental es una patolog¨ªa del sistema nervioso
Determinados valores se acaban expresando en mucha gente, por resonancia. Yo creo que el cuidado de los animales, afortunadamente, ha surgido en estos ¨²ltimos cien a?os como algo que se est¨¢ empezando a imponer: el sentimiento por los animales, como el que podemos tener por nuestras cr¨ªas, la compasi¨®n hacia ellos, que no ten¨ªamos hacia los animales, estamos empezando a incorporarla a nuestra cultura. A m¨ª me parece muy bien, porque nos hace m¨¢s humanos y m¨¢s cercanos a seres vivos como nosotros.?
Por supuesto, el dolor de un animal, en particular en los m¨¢s inferiores, no es igual al de los humanos, porque la capacidad predictiva del ser humano no la tienen los animales, pero la parte displacentera del dolor la tienen igual que nosotros. Pero creo que el cuidado de los animales es una modificaci¨®n positiva epigen¨¦tica de la sociedad. Y te lo dice un cient¨ªfico que se ve obligado a utilizarlos para resolver problemas que nos parecen m¨¢s prioritarios.
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