El m¨¢s discreto
La de Bioy es una literatura de tono menor, a menudo fant¨¢stica y humor¨ªstica, casi siempre secretamente sentimental
En 2007 una revista colombiana pidi¨® a un grupo de cr¨ªticos y escritores que eligiera las 100 mejores novelas escritas en espa?ol durante los ¨²ltimos 25 a?os; en la lista aparecieron dos novelas m¨ªas, una de ellas en un lugar muy halagador. Soy invulnerable a las alabanzas, pero me pasa como a Jules Renard: cuando alguien me hace un elogio no necesita repet¨ªrmelo dos veces: lo entiendo a la primera. Lo cual explica que, durante las semanas siguientes a la publicaci¨®n de la lista, no dejara de prodigar elogios mentales a quienes la hab¨ªan confeccionado. ¡°Esta gente s¨ª que vale¡±, me dec¨ªa. ¡°Qu¨¦ lectores tan perspicaces. Qu¨¦ cultura literaria tan vasta. Qu¨¦ gusto tan exquisito¡±. Hasta que un mal d¨ªa, cuando ya estaba a punto de hacer enmarcar el documento, me acord¨¦ de Adolfo Bioy Casares; angustiado, revis¨¦ la lista y comprob¨¦ con desolaci¨®n que La aventura de un fot¨®grafo en La Plata, su ¨²ltima gran novela, ni siquiera estaba incluida en ella, que all¨ª s¨®lo figuraba un t¨ªtulo suyo y adem¨¢s en una posici¨®n indigna. As¨ª que, con gran dolor de mi coraz¨®n, cog¨ª la lista, la romp¨ª en pedazos y la tir¨¦ a la papelera.
Es un hecho: de todos los grandes escritores latinoamericanos que en la segunda mitad del siglo XX pusieron patas arriba la narrativa en espa?ol (y no s¨®lo en espa?ol), Bioy fue, junto con Juan Rulfo, el m¨¢s discreto. Otra min¨²scula prueba de ello es que incluso yo, que le debo muchas m¨¢s cosas de las que podr¨¦ agradecerle, a punto he estado de dejar pasar el a?o del centenario de su nacimiento sin dedicarle un miserable art¨ªculo, distra¨ªdo como andaba con bobadas. La narrativa de Bioy es discreta no s¨®lo porque lo era su autor, un caballero bonaerense de buena familia que parec¨ªa dedicarse a la literatura sin angustias ni grandes ambiciones, m¨¢s bien con el esp¨ªritu deportivo de un gentlemen; tambi¨¦n es discreta porque es una literatura de tono menor, a menudo fant¨¢stica y humor¨ªstica, casi siempre secretamente sentimental: Bioy es de esos raros escritores que tienen la buena educaci¨®n de no darse nunca importancia y trabajan a fondo para que lo que escriben parezca sencillo y natural, para que no se note el esfuerzo que les ha costado escribir lo que escriben, siguiendo as¨ª el precepto cl¨¢sico: ¡°Vera ars velat artem¡± (el arte verdadero oculta el artificio).
Bioy es de esos raros escritores que trabajan a fondo para que lo que escribe parezca sencillo
La discreci¨®n de Bioy tambi¨¦n est¨¢ relacionada, sin embargo, con el hecho de que vivi¨® toda su vida a la sombra dens¨ªsima de Borges, a quien le uni¨® una ins¨®lita amistad ¨Cins¨®lita sobre todo entre escritores¨C de casi sesenta a?os. Asombrosamente, esto no le convirti¨® en un ep¨ªgono de Borges; todo lo contrario: Bioy entendi¨® antes que nadie que, al menos en espa?ol, hay una literatura antes de Borges y otra despu¨¦s de Borges y que, por lo tanto, despu¨¦s de Borges no se puede escribir igual que antes de ¨¦l; pero Bioy tambi¨¦n entendi¨® muy pronto que ser fiel a Borges no consist¨ªa en escribir una literatura borgiana, sino en escribir una literatura totalmente distinta a la de Borges que, no obstante, sin Borges no podr¨ªa existir. El ¨²ltimo libro de Bioy, p¨®stumo, se titula precisamente Borges, y consta de m¨¢s de mil p¨¢ginas donde se transcriben las conversaciones casi diarias que a lo largo de m¨¢s de medio siglo mantuvieron los dos escritores. Se trata de un gran libro inagotable, que mucha gente sostiene que se escribi¨® contra Borges, o poco menos; discrepo: a mi juicio, ese libro s¨®lo pudo escribirse con la colaboraci¨®n de Borges, y hay que leerlo como el ¨²ltimo y el mejor de los que compusieron a cuatro manos, y como el m¨¢s divertido, perspicaz y emocionante testimonio de su amistad.
Releo lo anterior y me doy cuenta de que todav¨ªa no he empezado a hablar de Bioy; tambi¨¦n de que, 15 a?os despu¨¦s de su muerte, quiz¨¢ hay lectores que ignoran qui¨¦n fue, o que no conocen sus libros. No saben la suerte que tienen: sus viejos lectores ya no podemos leerlo con el asombro y el deslumbramiento de la primera vez, pero los nuevos s¨ª. De los grandes narradores latinoamericanos que evoqu¨¦ m¨¢s arriba, algunos han envejecido bien, otros mal y otros regular, como es l¨®gico; lean a Bioy: lean El sue?o de los h¨¦roes o La aventura de un fot¨®grafo en La Plata, lean casi cualquiera de sus libros de relatos. Mi impresi¨®n es que su obra, tan discreta, sigue casi intacta.
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