Volver al pueblo no es s¨®lo una ficci¨®n
Cada vez hay m¨¢s personas que se animan a dejar los grandes n¨²cleos urbanos para refugiarse en la naturaleza
Dichoso aqu¨¦l que existe lejos de los negocios, / gasta su tiempo en trabajar la tierra, / libre de toda deuda y con sus propios bueyes; / que evita la ciudad / y los palacios de los poderosos¡±, escribi¨® el poeta latino Horacio, creando con esos versos el famoso beatus ille, la aspiraci¨®n a una existencia pac¨ªfica y retirada que en Espa?a explic¨®, mejor que nadie, fray Luis de Le¨®n: ¡°?Qu¨¦ descansada vida / la del que huye del mundanal ruido, / y sigue la escondida / senda, por donde han ido / los pocos sabios que en el mundo han sido¡±. Hoy en d¨ªa, no se sabe bien si porque el Renacimiento vuelve a estar de moda o porque toda crisis es un camino de vuelta, cada vez hay m¨¢s personas que se animan a dejar los grandes n¨²cleos urbanos para refugiarse en la naturaleza, algunas huyendo de la contaminaci¨®n o el estr¨¦s y casi todas, de la falta de trabajo. La tentaci¨®n de una existencia sana y el recurso del autoabastecimiento son dos buenas razones para echar a andar en direcci¨®n contraria a nosotros mismos y escapar de las ruinas del boom inmobiliario.
El ¨¦xodo es f¨¢cil en nuestro pa¨ªs, donde hay m¨¢s de tres mil pueblos abandonados. Algunos los resucitan personas que buscan una segunda oportunidad o un cambio de aires; otros, se adquieren como inversi¨®n, generalmente a precio de saldo y por parte de ciudadanos extranjeros. No hay nada m¨¢s que dejarse caer en la Red para comprobar el n¨²mero de p¨¢ginas que los ofrecen por cantidades que van desde los 60.000 euros a algo m¨¢s de dos millones. Tronceda, en Orense; Lacasta, en Zaragoza; Velilla, en La Rioja; Solanell, en Lleida, o Matavenero, en Le¨®n, son comunidades que han regresado del m¨¢s all¨¢ gracias a sus repobladores. Otras se han convertido en municipios especializados: Valdelavilla, en Soria, tras pasar m¨¢s de cuatro d¨¦cadas vac¨ªo, fue colonizado por un grupo de profesores de idiomas que han hecho de ¨¦l la primera localidad de Espa?a donde el idioma oficial es el ingl¨¦s. Is¨ªn, en Huesca, ha resurgido de sus cenizas para adaptarse a las necesidades de las personas discapacitadas que lo habitan. Y El Fonoll, en Tarragona, es una aldea nudista. Finalmente, c¨®mo no citar otro fen¨®meno llamativo, el de las caravanas de mujeres ¨Csalido de una pel¨ªcula de William Wellman¨C que lleva a cabo Asocamu, una organizaci¨®n con cientos de afiliadas que monta fiestas de solteras en zonas en peligro de extinci¨®n y que fue creada, seg¨²n sus propias bases, ¡°para promover la repoblaci¨®n rural.¡±
Todo lo que ocurre fuera de los libros termina dentro de ellos, y este asunto no es una excepci¨®n, de forma que en la literatura espa?ola tambi¨¦n empieza a asomar un cierto neorruralismo: lo que en su ¨¦poca hicieron Miguel Delibes en la novela o Claudio Rodr¨ªguez en sus primeros libros de poemas, sobre todo en El don de la ebriedad; o m¨¢s adelante Julio Llamazares y Manuel Rivas, entre otros, lo contin¨²an ahora Jes¨²s Carrasco, que ha logrado atraer a muchos lectores con su primera obra, Intemperie, en la que recuperaba no s¨®lo el paisaje agr¨ªcola, sino tambi¨¦n su vocabulario; o Lara Moreno, que cuenta en Por si se va la luz una historia de personajes hastiados de la ciudad que se refugian en un pueblo de s¨®lo tres habitantes. Son dos ejemplos sobresalientes y, adem¨¢s, un indicio de que algo est¨¢ pasando en estas sociedades que, de pronto, parecen haberse dado cuenta de que existe un futuro en algunas de las cosas que dejaron atr¨¢s.
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