C¨ªrculo vicioso, c¨ªrculo virtuoso
Hay que ir a una situaci¨®n de corrupci¨®n m¨ªnima y eficiencia m¨¢xima
Estados Unidos, finales del XIX. La corrupci¨®n rampante enerva a la ciudadan¨ªa, que decide cambiar la infraestructura de sus instituciones: despolitizaci¨®n masiva y establecimiento de las bases de la gesti¨®n p¨²blica moderna. El profesional de la Administraci¨®n pasa de trabajar ¡°para¡± a trabajar ¡°con¡± su superior pol¨ªtico. El objetivo del movimiento reformista no es tanto la corrupci¨®n en s¨ª como el problema de fondo del que la corrupci¨®n es un s¨ªntoma: la acumulaci¨®n de poder decisorio en unas manos que responden a un ¨²nico inter¨¦s, el electoral. El medio elegido por el movimiento reformista no es regular minuciosamente la actividad p¨²blica, sino, m¨¢s bien al contrario, liberar las fuerzas creativas de los trabajadores p¨²blicos, que, adem¨¢s de convertirse en contrapesos vivos del poder pol¨ªtico, obtienen licencia para innovar en la prestaci¨®n de las pol¨ªticas p¨²blicas.
Italia, finales del XX. La corrupci¨®n rampante enerva a la ciudadan¨ªa, que decide cambiar a los pol¨ªticos de siempre por unos nuevos inquilinos que prometen limpiar la pol¨ªtica. El objetivo es la lucha directa contra la corrupci¨®n, entendida como un crimen. Y el instrumento favorito es la regulaci¨®n: m¨¢s controles legales. A diferencia de EE?UU, los protagonistas en Italia no son todos los empleados p¨²blicos, sino los agentes anticorrupci¨®n, sobre todo los jueces. Dos d¨¦cadas, un Berlusconi y una infinidad de leyes y reglamentos despu¨¦s, Italia sigue lidiando con la corrupci¨®n y la ineficiencia en el sector p¨²blico.
Espa?a, principios del XXI. La corrupci¨®n rampante enerva a la ciudadan¨ªa, que debe elegir entre la v¨ªa americana o la italiana. Tenemos la ventaja de que conocemos el resultado: los pa¨ªses (como los anglosajones o n¨®rdicos) que han cambiado sus infraestructuras p¨²blicas, descentralizando, desregulando y empoderando a sus profesionales tienen mejores sectores p¨²blicos que aquellos donde se ha dejado intacta la infraestructura institucional del sector p¨²blico, como Italia. Pero tenemos la desventaja de que la v¨ªa italiana es muy atractiva.
Con las instituciones adecuadas, los controles formales no son tan necesarios
En primer lugar, la aprobaci¨®n de leyes espec¨ªficas contra la corrupci¨®n es muy popular, porque da la sensaci¨®n de que los pol¨ªticos se preocupan. Sabemos por varios estudios que la respuesta natural de los ciudadanos a la corrupci¨®n pol¨ªtica es una mayor desconfianza social que, a su vez, se traduce en una mayor demanda de regulaci¨®n. Como no me f¨ªo de nadie, que nadie mueva un pie sin la debida autorizaci¨®n. La iron¨ªa es que una mayor regulaci¨®n aumenta las oportunidades de captura del Estado por parte de los grupos de inter¨¦s mejor organizados, lo que se traslada en mayor corrupci¨®n, gener¨¢ndose as¨ª un c¨ªrculo vicioso. Corrupci¨®n, desconfianza, regulaci¨®n¡ y m¨¢s corrupci¨®n. La evidencia, pues, apoya la m¨¢xima de T¨¢cito: ¡°Cuanto m¨¢s corrupto es un Estado, m¨¢s leyes tiene¡±.
Un ejemplo son las leyes de financiaci¨®n de los partidos. Italia y Espa?a han experimentado varios cambios legislativos y parece que tendr¨¢n muchos m¨¢s, porque siempre hay alg¨²n resquicio por el que se pueden colar las ayudas. Por el contrario, otros pa¨ªses han alcanzado la excelencia con leyes muy sencillas o directamente sin ley de financiaci¨®n de los partidos. Con las instituciones adecuadas, los controles formales no son tan necesarios ?Para qu¨¦ va a querer un empresario sobornar a un pol¨ªtico si ¨¦ste no puede otorgar un trato de favor porque necesitar¨ªa la aquiescencia de profesionales que trabajan ¡°con¡± pero no ¡°para¡± ¨¦l?
Tambi¨¦n es m¨¢s seductora la aproximaci¨®n italiana de reemplazar a los corruptos por pol¨ªticos a los que ¡°no les tiemble la mano¡± (como se oye en nuestros partidos tradicionales) o que, al asalto, tomen el poder para quitar a toda la casta (como se oye en los nuevos partidos). Cuando todo el mundo habla de la ¡°hora de la pol¨ªtica¡± ¡ªfrente a los mercados, los poderes financieros y dem¨¢s¡ª, las reformas institucionales destinadas a fragmentar el poder pol¨ªtico no parecen muy atractivas. M¨¢s bien al contrario, queremos dar mucho poder a nuestro renovador, ya sea un partido conocido con un liderazgo nuevo (como S¨¢nchez o Renzi) o una formaci¨®n novedosa con liderazgos colectivos (como Podemos o Guanyem).
Son varios los factores que nos empujan hacia el c¨ªrculo vicioso de corrupci¨®n, desconfianza y regulaci¨®n. Pero, por otra parte, tambi¨¦n empezamos a detectar movimientos dentro del sector p¨²blico ¡ªen la Administraci¨®n local, auton¨®mica y central¡ª que ven en la gesti¨®n profesional una alternativa m¨¢s efectiva para mejorar el funcionamiento de nuestras instituciones. Esos movimientos deben hacerse visibles para presionar a los partidos pol¨ªticos, donde tambi¨¦n existen voces individuales que llevan tiempo demandando un cambio en la infraestructura de nuestro sector p¨²blico que nos acerque a las Administraciones m¨¢s modernas. Esas voces se pueden encontrar en todos los partidos, de Podemos al PP, pasando por PSOE y UPyD.
Para salir del c¨ªrculo vicioso y entrar en otro virtuoso de corrupci¨®n m¨ªnima y eficiencia m¨¢xima necesitamos agregar esas voces para que fuercen, en el contexto de un pacto de Estado o una reforma constitucional, un cambio en los incentivos de nuestras Administraciones. La sangr¨ªa de casos de corrupci¨®n y de tratos de favor ¡ªlegales, pero parciales e inmorales¡ª que sufrimos en Espa?a s¨®lo se atajar¨¢ cuando nuestras Administraciones no recompensen tanto la lealtad pol¨ªtica o el seguimiento de la norma como la reputaci¨®n y la autonom¨ªa profesional.
V¨ªctor Lapuente Gin¨¦ es profesor en el Instituto para la Calidad de Gobierno de la Universidad de Gotemburgo.
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