El euro necesita una Hacienda propia
La Uni¨®n Europea tiene que organizar la inversi¨®n p¨²blica para superar la crisis
Sin prisa pero sin pausa, un nuevo consenso se est¨¢ abriendo paso para recalcar la necesidad de que la uni¨®n monetaria europea organice la inversi¨®n p¨²blica con el fin de superar una crisis, que, ya en su s¨¦ptimo a?o, tiene un aspecto realmente desolador. En julio, el presidente electo de la Comisi¨®n Europea, Jean-Claude Juncker, defendi¨® un programa de inversi¨®n p¨²blico-privado de 300.000 millones de euros. El presidente del BCE, Mario Draghi, prest¨® su apoyo a la idea en el discurso pronunciado en Jackson Hole, reconociendo por fin que la eurozona padece una deficiente demanda agregada. Hace poco, el expresidente de la comisi¨®n Romano Prodi tambi¨¦n dio su opini¨®n, apuntando que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y la implacable campa?a de austeridad impulsada en todo el continente en su nombre han acabado con la inversi¨®n p¨²blica. En su ¨²ltimo World Economic Outlook,el FMI subraya que en la coyuntura actual la inversi¨®n p¨²blica no puede estar m¨¢s cerca de convertirse en algo que tiene todas las ventajas: al no promoverla, los pa¨ªses est¨¢n renunciando a las posibilidades de sus nietos. Durante ya demasiado tiempo Europa se ha centrado exclusivamente en el pasivo de las cuentas p¨²blicas: la deuda. Pero es la parte de los activos, la de las inversiones p¨²blicas realizadas o no realizadas, la que es mucho m¨¢s relevante a la hora de determinar nuestro futuro.
En la actualidad, embarcarse en una iniciativa de inversi¨®n p¨²blica conjunta representa una especial ocasi¨®n para la eurozona, una oportunidad para solventar el defecto fundamental del r¨¦gimen del euro: la ausencia de una uni¨®n fiscal. El plan que aqu¨ª proponemos es simple y sin recovecos. De lo que se trata es de crear una Hacienda para el euro, que sirva para concentrar el futuro gasto en inversiones p¨²blicas de la eurozona y para financiarlas mediante aut¨¦nticos valores del Tesoro. Esa Hacienda distribuir¨ªa ayudas a la inversi¨®n entre los miembros del euro bas¨¢ndose en el porcentaje de sus respectivos PIB. Y recaudar¨ªa impuestos para sufragar el pago de los intereses de la deuda com¨²n, igualmente en l¨ªnea con la cuota de PIB de cada Estado miembro. Ese plan equivale a una rudimentaria uni¨®n fiscal, pero no a una uni¨®n de transferencias, ya que los beneficios y aportaciones se compartir¨ªan de manera proporcional. La deuda p¨²blica conjunta emitida para realizar inversiones tampoco mutualizar¨ªa ninguna de las deudas nacionales actuales. M¨¢s bien, los t¨ªtulos de la Hacienda del euro proporcionar¨ªan medios para financiar el gasto en infraestructuras comunes, base del futuro conjunto de la Uni¨®n.
En la actualidad, la inversi¨®n p¨²blica en la eurozona se encuentra en un nivel muy reducido, situado en torno al 2% del PIB. Durante unos pocos a?os, habr¨ªa que llevarlo hasta el 3% o el 4%, permitiendo que despu¨¦s se mantuviera en el entorno de, por ejemplo, el 5%. Una vez fijados los principales par¨¢metros, la toma de decisiones fiscales carecer¨ªa de discrecionalidad en el centro, lo cual es esencial en ausencia de una uni¨®n pol¨ªtica propiamente dicha. El funcionamiento de la Hacienda del euro se basar¨ªa en una norma estricta, la llamada regla de oro de las finanzas p¨²blicas, que contempla que la inversi¨®n p¨²blica se financie mediante la emisi¨®n de deuda. En cualquier caso, los Estados miembros deber¨ªan seguir acatando las normas que rigen el euro en la actualidad, pero ese r¨¦gimen solo se aplicar¨ªa a los gastos p¨²blicos corrientes, ya que los de capital p¨²blico nacional tendr¨ªan un presupuesto propio e independiente, financiado mediante t¨ªtulos comunes del Tesoro del euro. La actual cruzada de austeridad rechaza los aceptados principios de la regla de oro y empobrece Europa. La Hacienda del euro convertir¨ªa esa regla de oro en el pilar del proceso de integraci¨®n europeo y las ayudas a la inversi¨®n se retirar¨ªan autom¨¢ticamente en caso de no acatarse dicha regla.
El experimento original del euro ha fracasado. Ya es hora de que relanzar la moneda ¨²nica dot¨¢ndola de presupuestos m¨¢s s¨®lidos
La ausencia de uni¨®n fiscal, defecto primordial del actual r¨¦gimen del euro, est¨¢ en la base de su crisis actual, a¨²n por resolver. El euro ha disociado a las autoridades monetaria y fiscal, un divorcio que ha dejado a todas las partes afectadas en un estado de vulnerabilidad extrema. Al carecer de un banco central con el que colaborar, las Haciendas nacionales pueden llegar a suspender pagos y, por tanto, a sufrir fugas de capitales. Al carecer de una Hacienda central y de una deuda emitida por la misma, el BCE corre el riesgo de ver legalmente cuestionadas sus pol¨ªticas semifiscales cuando estas se aplican a las deudas nacionales. En la actualidad, pocas compras seguras puede realizar el BCE sin abrir una caja de los truenos que lleva el marchamo de la uni¨®n de transferencias. La Hacienda del euro crear¨ªa un eje de poder esencial, formado por el Tesoro y el Banco Central. El experimento original del euro ha fracasado. Ya es hora de relanzar la moneda ¨²nica dot¨¢ndola de presupuestos m¨¢s s¨®lidos.
En tanto que el fallido r¨¦gimen del euro ha ocasionado una enorme reducci¨®n de las inversiones, el plan de Hacienda para la moneda ¨²nica afianzar¨ªa el gasto en inversi¨®n p¨²blica. As¨ª se salvaguardar¨ªan las infraestructuras y el futuro com¨²n de la eurozona, contribuy¨¦ndose tambi¨¦n a estabilizar el conjunto de la actividad econ¨®mica y el gasto en inversi¨®n. Con unas inversiones p¨²blicas organizadas de forma centralizada y financiadas mediante un endeudamiento com¨²n, los ¨ªndices nacionales de endeudamiento p¨²blico podr¨ªan caer hasta alcanzar niveles escasos y seguros. La ¡°estructura de la deuda de la Hacienda del euro¡± se convertir¨ªa en el patr¨®n de referencia para los instrumentos financieros emitidos por los deudores de los Estados de la eurozona, fuera cual fuera su nacionalidad, materializ¨¢ndose por fin la promesa de un mercado y una moneda comunes.
La Hacienda del euro no solo acabar¨ªa con los defectos de f¨¢brica de la moneda ¨²nica, potencialmente fatales, sino que tambi¨¦n contribuir¨ªa a superar la crisis actual.
J?rg Bibow es profesor de Econom¨ªa del Skidmore College.
Traducci¨®n de Jes¨²s Cu¨¦llar Menezo.
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