La noche que recuerdan todos los alemanes
Siete testimonios de la ca¨ªda del Muro desde ambos lados de la frontera que dividi¨® Alemania
Emoci¨®n y Europa. Son dos de las palabras que m¨¢s pronuncian siete alemanes que viven en Espa?a y a los que EL PA?S pidi¨® que relataran sus impresiones sobre la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn ante la c¨¢mara. La tercera palabra es Historia. Porque eso es lo que sucedi¨® la noche del 9 de noviembre de 1989, unas horas en las que la mayor¨ªa recuerda que solt¨® m¨¢s de una l¨¢grima, aunque otros admiten que no se enteraron hasta la ma?ana siguiente.
Una construcci¨®n traum¨¢tica
Antes de que se encienda el piloto rojo, Margareta Hauschild, directora general del Instituto Goethe de Madrid, trae otro recuerdo que es importante para ella. Es la m¨¢s veterana de los entrevistados, naci¨® hace 63 a?os en B¨¹nde (noroeste de la Rep¨²blica Federal de Alemania o, como ella dice, ¡°en la zona de ocupaci¨®n inglesa¡±), y en su memoria qued¨® grabada otra fecha: el 13 de agosto de 1961. Ese d¨ªa sus padres se enteraron de que las autoridades sovi¨¦ticas hab¨ªan decidido construir una pared que rodeaba al Berl¨ªn occidental (¡°una isla en un mar comunista¡±, dice Hauschild) y sus vacaciones infantiles en el B¨¢ltico terminaron inesperadamente por miedo a una nueva guerra mundial.
Cien marcos para unos vaqueros
El caso es que el conflicto nunca lleg¨® a estallar, el mundo se acostumbr¨® a aquel tira y afloja sist¨¦mico, y el Muro, un eufemismo que enmascaraba una de las fronteras m¨¢s vigiladas y sangrientas del mundo, avergonz¨® a alemanes y europeos durante algo m¨¢s de 28 a?os. En ese intervalo, y cerca de aquellos lienzos de hormig¨®n, naci¨® Tanja Nause. Como buena ciudadana de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana hizo un viaje escolar a Mosc¨² a los 14 a?os, pero guarda recuerdos m¨¢s v¨ªvidos de lo que pas¨® tres a?os despu¨¦s. ¡°Era un jueves, ten¨ªa 17 a?os y estaba en una residencia de estudiantes unos 200 kil¨®metros al sur de Berl¨ªn. Sol¨ªamos salir los jueves y como los bares entonces no ten¨ªan tele, y en algunos casos ni siquiera tel¨¦fono, nos enteramos al volver¡±. Al d¨ªa siguiente cogi¨® un tren a la capital alemana para reunirse con su familia. ¡°El s¨¢bado 11 fui por primera vez a Berl¨ªn occidental ¨Crelata- eran masas de gente las que iban, hab¨ªa colas en todos los sitios y era muy curioso porque hab¨ªamos so?ado con movernos libremente y pod¨ªamos hacerlo¡±. Con los 100 marcos de bienvenida que el Gobierno de la RFA daba a cada ciudadano oriental se compr¨® unos pantalones vaqueros que ya no conserva.
Recuerdos desde el Este
Tambi¨¦n creci¨® al este de la frontera Gregor Ziolkowski. Hijo de una familia germanopolaca, naci¨® a principios de los sesenta en la ciudad fronteriza de Szczecin, conocida por aquella frase del ex primer ministro Winston Churchill que ratific¨® la divisi¨®n de la Europa de posguerra: ¡°De Stettin [nombre germ¨¢nico de Szczecin], en el B¨¢ltico, a Trieste, en el Adri¨¢tico, un tel¨®n de acero ha ca¨ªdo sobre Europa¡±. En realidad aquella cortina de hierro (la expresi¨®n inglesa fue ¡°iron curtain¡±) se adentrar¨ªa unos kil¨®metros en territorio alem¨¢n, as¨ª que la familia de Ziolkowsky se traslad¨® a Halle, una de las principales ciudades de la RDA, y all¨ª le pill¨® la ca¨ªda del Muro aunque por esa ¨¦poca ya viv¨ªa en Berl¨ªn. Especialista en literatura rusa, reconoce que en la ¨¦poca no era muy partidario de la Reunificaci¨®n sino m¨¢s bien de ¡°reformar ese socialismo nunca bien aplicado¡±, aunque no se lamenta demasiado porque ¡°al final la cosa no ha ido mal¡±. Tras una noche de fiesta en casa de unos amigos, no se enter¨® de la noticia hasta despertar con la radio en la ma?ana del 10 de octubre y, cuando volvi¨® a Berl¨ªn, tard¨® cuatro d¨ªas en cruzar a la parte capitalista. ¡°Fuimos a Kreuzberg, un barrio muy turco, un poco alternativo; y s¨ª, me asust¨¦ porque no estaba acostumbrado a ver tantos turcos¡±, recuerda exagerando con gestos su reacci¨®n.
Emoci¨®n a 6.000 kil¨®metros
Quien no pudo participar en vivo de las escenas de besos y abrazos que inundaron las pantallas de todos los informativos fue Katrin Neumeister. Nacida en Bamberg (centro) hace 41 a?os, participaba en un programa de intercambio de estudiantes en EE UU y se enter¨® de la noticia a trav¨¦s de unos amigos. Ella no se lo cre¨ªa e inmediatamente se acord¨® de su hermana, que viv¨ªa en Berl¨ªn occidental. ¡°Yo me sent¨ªa muy triste de estar tan lejos¡±, lamenta. Tard¨® meses en volver a Alemania y pisar los suelos de la antigua RDA, unas calles que le parec¨ªan de otro siglo y que, en 1993, elegir¨ªa para vivir cuando se traslad¨® a estudiar a la capital: ¡°Era gris pero no me importaba, a m¨ª me importaba el alquiler¡±.
L¨¢grimas en la pantalla
Como Neumeister, Sandra Wechsler naci¨® en Baviera a mediados de los setenta. Hija de una emigrante espa?ola y de un alem¨¢n, ten¨ªa 15 a?os la noche en que se derrib¨® el Muro y la pas¨® pegada al televisor de su casa en M¨²nich. Llor¨® al ver unas im¨¢genes que le parec¨ªan incre¨ªbles pese a que el verano anterior, durante la visita a la familia materna, estuvo plagado de discusiones acaloradas (¡°a lo espa?ol¡±) sobre las continuas noticias que anticipaban el ocaso de Alemania oriental. Actualmente se alegra de que las diferencias entre los territorios y las personas del este y del oeste vayan menguando: ¡°Hubo una fase muy intensa, con mucha cr¨ªtica, pero ahora con las nuevas generaciones se va notando menos. Para la gente que ha nacido despu¨¦s es algo que se cuenta en los libros de Historia y ya est¨¢¡±.
Un reto para Europa
En efecto, no hay manual de Historia Contempor¨¢nea en el que no aparezca aquella noche de jueves. Porque la Reunificaci¨®n, culminada en 1990, no solo fue una cosa alemana. Todos los entrevistados insisten en recordar que sin la ca¨ªda del Muro, y el efecto domin¨® que provoc¨® en todo el bloque socialista, ser¨ªa inconcebible la actual Uni¨®n Europea. Walther von Plettenberg, un hijo de emigrantes alemanes que naci¨® en Montreal (Canad¨¢) hace 56 a?os y que dirige actualmente la C¨¢mara de Comercio Alemana para Espa?a, recuerda que ¡°no fue f¨¢cil porque los recelos de los socios europeos ante una Alemania que pod¨ªa ser muy fuerte eran notables¡±. Por suerte, la situaci¨®n se encauz¨®: ¡°Podemos decir que es un reto que hemos logrado acometer estupendamente entre todos: europeos y alemanes¡±.
Una frontera incre¨ªble
El periodista Martin Dahms, de 51 a?os, fue el ¨²ltimo de los siete en enterarse de los acontecimientos del 9 de noviembre de 1989. Concretamente cuando lleg¨®, ya bien avanzado el d¨ªa 10, a una peque?a redacci¨®n period¨ªstica que compaginaba con sus estudios en la Universidad de Gotinga. La ciudad quedaba cerca de uno de los escasos pasos fronterizos entre las dos Alemanias y all¨ª fue la noche del viernes con unos amigos para dar la bienvenida a sus compatriotas orientales. ¡°Acabamos en un bar que estaba abierto a las diez u once de la noche, cuando en aquel pueblo no abr¨ªan a esas horas, y el due?o nos dijo que era una fecha especial. Realmente est¨¢bamos todos muy emocionados¡±. Dice que los recuerdos de aquella improvisada fiesta de confraternizaci¨®n son m¨¢s fuertes que los de Berl¨ªn, porque unos los vivi¨® y los otros solo los vio en la tele. Y pensando en aquella barrera que marc¨® a los alemanes durante d¨¦cadas, recuerda las palabras que le dijo a una amiga suya en el verano de 1989: ¡°Creo que vamos a vivir el momento en que esa frontera sea una frontera normal¡±. Hoy se r¨ªe de su falta de tino con la profec¨ªa: ¡°Ni me planteaba su desaparici¨®n, simplemente que fuera una frontera normal donde ense?as tu pasaporte y pasas. 25 a?os despu¨¦s, esa frontera ya no existe y nos cuesta imaginar que alguna vez existiera¡±.
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