El desamparo de Ayotzinapa
La desaparici¨®n y asesinato de 43 estudiantes es la conclusi¨®n del desastre nacional generado por la guerra contra el narcotr¨¢fico en M¨¦xico. Nada es tan peligroso para un pa¨ªs como el descr¨¦dito de su clase pol¨ªtica
Seg¨²n la reconstrucci¨®n de los hechos realizada por la Procuradur¨ªa General de la Rep¨²blica, el 26 de septiembre pasado Mar¨ªa de los ?ngeles Pineda, esposa del entonces alcalde de Iguala, Jos¨¦ Luis Abarca, se dispon¨ªa a presentar su informe de trabajo como presidenta de la vertiente local de la organizaci¨®n denominada Desarrollo Integral de la Familia (el ¨¢rea de Gobierno responsable de los programas sociales) en un mitin que previsiblemente ser¨ªa aprovechado para acentuar las posibilidades de suceder a su marido en las elecciones de 2015 como candidata del Partido de la Revoluci¨®n Democr¨¢tica (PRD), del cual hac¨ªa unos meses se hab¨ªa convertido en consejera.
Ese mismo d¨ªa, un grupo de estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa ¡ªuna de las instituciones creadas por L¨¢zaro C¨¢rdenas en los a?os treinta para formar profesores rurales, caracterizadas desde entonces por su vena rebelde¡ª hab¨ªa viajado hasta Iguala, la tercera ciudad m¨¢s importante de Guerrero, a fin de cumplir con un ritual m¨¢s o menos tolerado por las autoridades: el secuestro de taxis y autobuses para recorrer la zona en busca de ¡°donativos¡±, acaso para financiar su viaje a la ciudad de M¨¦xico, donde ¡ªsiniestra paradoja¡ª habr¨ªan de sumarse al contingente que el 2 de octubre recordar¨ªa a los estudiantes asesinados por el Gobierno en 1968 en la plaza de las Tres Culturas.
La ley de la impenetrabilidad de la materia ¡ªla idea de que dos s¨®lidos no pueden ocupar simult¨¢neamente el mismo espacio¡ª devino entonces en una de las mayores tragedias mexicanas de los ¨²ltimos, de por s¨ª tr¨¢gicos, tiempos. Ofuscado porque la presencia de los j¨®venes podr¨ªa opacar la entronizaci¨®n de su esposa, el alcalde Abarca dio la instrucci¨®n a su jefe de seguridad p¨²blica de impedir a toda costa que se manifestaran en Iguala. El resultado: al cabo de un brutal enfrentamiento, tres normalistas fueron asesinados ¡ªa uno de ellos lo desollaron y a otro le arrancaron los ojos de las ¨®rbitas¡ª, otros tres infortunados paseantes tambi¨¦n murieron, entre ellos un futbolista del equipo de tercera divisi¨®n de Chilpancingo, y 43 j¨®venes desaparecieron sin que hasta el momento se haya confirmado el hallazgo de sus cuerpos.
El acontecimiento resulta tan obsceno, tan gratuito, que a m¨¢s de un mes de distancia a¨²n suena irracional. Imposible. Siempre seg¨²n la reconstrucci¨®n oficial de los hechos, la Polic¨ªa Municipal de Iguala habr¨ªa sido la responsable de esas primeras muertes, as¨ª como de detener a los otros 43 normalistas, a quienes habr¨ªan cargado en un cami¨®n de redilas y conducido hasta la vecina Cocula, a pocos kil¨®metros de distancia. Una vez en su poder, los polic¨ªas de este municipio habr¨ªan acatado la orden de entregar a los muchachos a un grupo de narcotraficantes conocido como Guerreros Unidos, los cuales a su vez los habr¨ªan llevado por sinuosos senderos hasta lo alto de la sierra. Seg¨²n el testimonio de tres de ellos, a continuaci¨®n los j¨®venes, hacinados y heridos, habr¨ªan sido quemados vivos en una pira que ardi¨® a lo largo de 15 horas.
El alcalde de Guerrero y su esposa empezaron en un cartel y luego pasaron a la pol¨ªtica
?Por qu¨¦ alguien, incluso un narcotraficante o un pol¨ªtico corrupto, querr¨ªa asesinar as¨ª, sin el menor resabio de humanidad, a 43 estudiantes de Magisterio? Esta pregunta, tan ardua y dolorosa, mantiene a M¨¦xico en vilo desde hace semanas. Ahora sabemos que, adem¨¢s de un rico empresario en el negocio de joyas, el alcalde, Jos¨¦ Luis Abarca, era un destacado miembro de Guerreros Unidos y tal vez su ¡°jefe de plaza¡±. Que su mujer, Mar¨ªa de los ?ngeles Pineda, era la responsable econ¨®mica del c¨¢rtel. Que dos hermanos de ella, antiguos lugartenientes del c¨¢rtel de los Beltr¨¢n Leyva, fueron asesinados por su jefe acusados de traici¨®n. Que, tras ser elegido candidato del PRD a la alcald¨ªa ¡ªpor intervenci¨®n del exalcalde L¨¢zaro Maz¨®n y con la anuencia de todos los sectores de la izquierda mexicana¡ª, Abarca asesin¨® a sangre fr¨ªa a uno de sus enemigos pol¨ªticos.
Tras permanecer escondidos durante semanas, Abarca y Pineda ¡ªescabrosa versi¨®n mexicana de Lady Macbeth¡ª han sido capturados, lo mismo que ?ngel Casarrubias, alias El Machomo, el l¨ªder de Guerreros Unidos. La pregunta, sin embargo, se mantiene en el aire como un ominoso resumen de la cat¨¢strofe que aqueja al pa¨ªs desde que, hace ocho a?os, el presidente Felipe Calder¨®n declarase intempestivamente la llamada guerra contra el narco. ?Por qu¨¦ alguien querr¨ªa asesinar a estos 43 j¨®venes? Aunque las declaraciones de los tres sicarios detenidos apuntan a que fueron salvajemente ejecutados, sus padres insisten en que no se dar¨¢n por vencidos hasta que se identifiquen los cuerpos con absoluta certeza. M¨¢s que eso: el lema ¡°vivos se los llevaron, vivos los queremos¡± se ha convertido en el s¨ªmbolo del movimiento nacional que reclama conocer la verdad y en el mantra que resume la impotencia y la rabia frente a miles de casos semejantes.
Si el caso de los normalistas de Ayotzinapa ha despertado tanta indignaci¨®n se debe a que, en medio del sinf¨ªn de muertes horrendas que hemos presenciado en estos a?os de p¨®lvora, encarna la suma de todos nuestros temores. Mientras que dolorosamente los 72 migrantes hallados en Tamaulipas no dejaban de ser extranjeros o los narcotraficantes ejecutados en Tlatlaya no dejaban de ser narcos, aqu¨ª nos encontramos frente a 43 estudiantes. 43 j¨®venes de familias sumidas en una pobreza ancestral. 43 j¨®venes que, m¨¢s all¨¢ de su ideolog¨ªa radical, representan a todos esos mexicanos que s¨®lo aspiran a una vida mejor. Y porque Abarca y Pineda no eran simples pol¨ªticos corrompidos por el narco, como los que abundan a lo largo y ancho del territorio nacional, sino narcotraficantes convertidos en pol¨ªticos. Criminales ungidos y tolerados por el conjunto de nuestra clase pol¨ªtica.
La degradaci¨®n social ha llevado
a no diferenciar entre las autoridades y los criminales
Ayotzinapa es, por desgracia, la conclusi¨®n ¨²ltima del desastre nacional generado por la guerra contra el narco. Nadie duda que antes de 2007 hab¨ªa tr¨¢fico de drogas o rachas de inocultable violencia, pero la abrupta intervenci¨®n estatal en un sistema ca¨®tico destruy¨® por completo los delicad¨ªsimos equilibrios que manten¨ªan a M¨¦xico en paz. La fragmentaci¨®n constante de los c¨¢rteles y su imbricaci¨®n cada vez m¨¢s profunda en distintos sectores de la poblaci¨®n auspici¨® el surgimiento de una sociedad criminal en la cual las autoridades y los criminales empezaron a no diferenciarse. La degradaci¨®n social dio lugar a una r¨ªspida degradaci¨®n moral y la vida dej¨® de tener valor frente a la menor ganancia inmediata.
As¨ª, mientras los pol¨ªticos de las distintas fuerzas no han hecho otra cosa m¨¢s que tratar de exculparse o de exhibir la complicidad con los delincuentes de sus rivales, el resto del pa¨ªs se halla sumido en el m¨¢s acerbo desamparo. Dado que todos los partidos, desde Acci¨®n Nacional, que inici¨® la guerra contra el narco, hasta Morena, que contin¨²a solapando a L¨¢zaro Maz¨®n, el protector de Abarca, y desde el Gobierno del Partido Revolucionario Institucional, que tanto ha tardado en reaccionar para resolver el caso, hasta el PRD, que postul¨® al alcalde y al exgobernador Rub¨¦n Aguirre, tienen responsabilidad en lo ocurrido, los ciudadanos de pronto no tienen a qui¨¦n recurrir, en qui¨¦n confiar. La ineficiencia de nuestro sistema de justicia ¡ªdonde el 90% de los delitos se mantienen impunes¡ª hace que la llaga se revele supurante.
Si de por s¨ª en lugares como M¨¦xico las autoridades resultan tan poco confiables, Ayotzinapa deja la sensaci¨®n de que ninguna ser¨¢ ya capaz de protegernos. Nada resulta tan peligroso para un pa¨ªs como el descr¨¦dito absoluto de su clase pol¨ªtica. Y m¨¢s si ese pa¨ªs, con sus innegables avances en ¨¢reas espec¨ªficas, contin¨²a arrastrando enormes problemas de desigualdad o mantiene grav¨ªsimos d¨¦ficits en su Estado de derecho. Ayotzinapa, y la tristeza, la verg¨¹enza y la c¨®lera que ha generado por doquier, es el angustioso llamado de auxilio de una poblaci¨®n harta de convivir a diario con la corrupci¨®n y con la muerte.
Jorge Volpi es escritor.
Twitter: @jvolpi
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