La paz: cerca de La Habana, lejos de Bogot¨¢
La pol¨ªtica es m¨¢s necesaria que nunca para llevar a buen t¨¦rmino las negociaciones entre el Gobierno y las FARC. Su ¨¦xito significar¨¢ no solo el fin de una larga guerra, sino una esperanza para todo el mundo
Negociar el final de un conflicto es como cualquier negociaci¨®n com¨²n, tanto tienes tanto puedes demandar, se vale regatear, pero no puedes exigir m¨¢s de lo que puedes pagar. Las razones propias valen poco o nada, la moneda de cambio es la fuerza militar y pol¨ªtica, el dominio territorial, el soporte social y la legitimidad; esto puede combinarse teniendo menos de algo y m¨¢s de lo otro, al final lo que cuenta es la suma de todo. Un proceso de paz es un entramado de negociaciones simult¨¢neas. Cada parte, adem¨¢s de negociar una frente a la otra, debe, al mismo tiempo, negociar con su propio cuerpo pol¨ªtico y con sus aliados internos y externos. Se camina al filo de la navaja y bajo el riesgo de que un solo hecho rompa el balance en el que est¨¢ asentado el proceso y deje sin piso a los protagonistas.
La paz de Colombia tiene una negociaci¨®n en La Habana entre las partes, otra en las selvas de Colombia al interior de las FARC, y otra m¨¢s en Bogot¨¢ entre el Gobierno y la sociedad. En las tres se enfrentan realidades, creencias, extremismos y pragmatismos. En Bogot¨¢ todo el mundo quiere la paz, pero no creen que esta sea posible y eso da fuerza a quienes piensan que es mejor ganar la guerra. En las selvas, la lejan¨ªa del mundo real y una dimensi¨®n del tiempo a lo Macondo, dejan poco espacio al pragmatismo. En en este contexto en el que las delegaciones que se han estado reuniendo en La Habana han hecho progresos nunca antes logrados. Sin duda el Estado es m¨¢s fuerte, pero negocia con su retaguardia en condici¨®n pol¨ªtica complicada y las FARC, a pesar de estar muy d¨¦biles en la realidad, son muy fuertes en sus creencias. Las FARC luchan contra fantasmas ideol¨®gicos, pero es el Gobierno quien parad¨®jicamente lleva la peor parte; con la guerra lejos de Bogot¨¢, la econom¨ªa creciendo, las FARC profundamente deslegitimadas y la opini¨®n p¨²blica incr¨¦dula, las negociaciones han sido, para este como nadar en una piscina llena de tiburones.
En este escenario, el secuestro de un general ha puesto en peligro dos a?os de trabajo extraordinario. Sin embargo, cabe preguntarse: ?constituye este hecho un cambio en la correlaci¨®n de fuerzas? ?Hace esto a las FARC m¨¢s fuertes? ?Es el Gobierno m¨¢s d¨¦bil por ello? La respuesta es: de ninguna manera. El balance estrat¨¦gico no ha sufrido ninguna modificaci¨®n.
Si el general hubiera sido capturado luego de una gran batalla o si las FARC hubiesen atacado Bogot¨¢, ser¨ªa distinto, pero se trata de un incidente casual en la selva profunda. El problema es que este hecho alimenta los imaginarios de fuerza en las FARC, al tiempo que complica el soporte pol¨ªtico del Gobierno. La mesa de La Habana est¨¢ en riesgo porque los duros de ambos bandos podr¨ªan tomar ventaja de un imponderable. ?Entender¨¢n las FARC que lo que tienen en sus manos es un problema? ?Entender¨¢n que si lo liberan ganan y si lo retienen pierden?
La guerrilla no va a derrotar al Estado colombiano. Eso jam¨¢s ha estado en riesgo
En 1986, el Gobierno sandinista de Nicaragua, en medio de la guerra contrarrevolucionaria, derrib¨® un avi¨®n mercenario y captur¨® al estadounidense Eugene Hasenfus. En vez de hacer justicia con ¨¦l, hicieron pol¨ªtica y lo entregaron a un senador dem¨®crata. Durante las negociaciones de paz de El Salvador, los guerrilleros decretamos un cese de fuego unilateral incondicional en noviembre de 1991.
Este gesto le trajo un gran alivio a nuestro enemigo el Gobierno, que en ese momento lidiaba con los miedos que distintos sectores ten¨ªan al acuerdo de paz. La Fuerza Armada tom¨® posiciones en nuestra retaguardia para provocarnos y no le hicimos caso. El proceso se aceler¨® y tres meses despu¨¦s firmamos: la guerra ya no val¨ªa nada, lo que contaba era la pol¨ªtica. Con diferencias, esto mismo est¨¢ viviendo Colombia; en este hecho no hay honor en juego, sino oportunidad pol¨ªtica. El honor est¨¢ en los gestos que dan legitimidad frente a terceros y no en las bravuconadas que alimentan las filas propias.
A estas alturas de la negociaci¨®n y con los avances logrados, es irrelevante el debate sobre si se vale o no capturar a un general que andaba solo y de civil en la selva; la batalla en este momento es esencialmente pol¨ªtica. Las FARC tienen m¨¢s de treinta dirigentes en La Habana y ahora hablan y escriben m¨¢s de lo que disparan. Su problema principal es lograr legitimidad y credibilidad en Bogot¨¢ con vistas al futuro. Ecuador, Venezuela, Uruguay, Brasil, Nicaragua, El Salvador, Chile, Argentina y todos los pa¨ªses del continente demuestran que las izquierdas ganan ahora m¨¢s con votos que con muertos.
A estas alturas es irrelevante el debate de si merece la pena o no capturar a un general
Las negociaciones han ido lentas, pero lo concreto es que en dos a?os hay tres puntos casi consolidados y todos los temas est¨¢n ya en discusi¨®n, incluida la dejaci¨®n de armas. El tema de v¨ªctimas se ha realizado en privado, pero se sabe que los testimonios han sido desgarradores y duros; las partes se han enfrentado a los demonios de la violencia brutal que utilizaron, pero lo m¨¢s impresionante ha sido la nobleza que las v¨ªctimas est¨¢n demostrando con su disposici¨®n a perdonar en aras de la paz y un mejor futuro para su pa¨ªs. Es natural que haya incertidumbre en ambos bandos por c¨®mo ser¨¢ la Justicia en la transici¨®n, pero la medida m¨¢s exacta de c¨®mo ser¨¢ la est¨¢ dando la capacidad de perdonar de las v¨ªctimas.
La posibilidad de alcanzar la paz y los progresos de Colombia en seguridad son el resultado del encadenamiento positivo de quienes gobernaron al pa¨ªs en los ¨²ltimos 40 a?os, sin excluir a ninguno. Cada Gobierno cubri¨® una etapa de fortalecimiento y legitimaci¨®n del Estado frente a violencias de todo tipo. No siempre hay condiciones para negociar la paz; a finales de los noventa, las FARC estaban fuertes y el Estado d¨¦bil. La oferta del entonces presidente Pastrana fue generosa, pero las FARC pensaron que pod¨ªan ganar y se perdi¨® la oportunidad. Ahora es el Estado el fuerte, y algunos piensan que es mejor ganar. Se trata del mismo error, porque no es posible la derrota total de la insurgencia y ser¨ªa un grave error dejar el conflicto confinado al olvido.
Las FARC no van a derrotar al Estado, eso jam¨¢s ha estado en riesgo. La paz es para evitar que una guerra lejana siga matando o mutilando colombianos en el campo y para impedir que una violencia reciclada a gran escala en el crimen y el terrorismo llegue de nuevo con mucha ferocidad a Bogot¨¢. Cuanto m¨¢s tarden los colombianos en salir de la violencia pol¨ªtica, m¨¢s tardar¨¢n en acabar con la violencia criminal que padecen y m¨¢s tardar¨¢n en enfrentar los problemas de desigualdad y corrupci¨®n que el conflicto encubre.
En los 15 a?os que tengo de estar siguiendo el conflicto colombiano, he conocido generales retirados que comenzaron su carrera combatiendo con un pelot¨®n; me he reunido con personas que pertenecen a la ¨¦lite, y todas hab¨ªan sufrido un secuestro en sus familias; he intercambiado opiniones con excombatientes desmovilizados que nacieron en lugares donde jam¨¢s ha habido ni Estado ni paz. He conversado con sobrevivientes de matanzas en las cuales los ejecutores descuartizaron a personas con motosierras.
La violencia ha partido el pa¨ªs y el coraz¨®n de todos los colombianos. No puede un conflicto tan cruento y largo tener un final sin sobresaltos, pero ser¨ªa una tragedia que un solo hecho acabara con la posibilidad de terminar una guerra de medio siglo. Cualquiera que aspire a gobernar Colombia en el futuro, desde la izquierda o desde la derecha, debe considerar que el mundo actual est¨¢ lleno de guerras y problemas; si los colombianos son capaces de alcanzar la paz sin duda ser¨¢n los abanderados de la esperanza en el planeta.
Joaqu¨ªn Villalobos fue guerrillero salvadore?o y es consultor para la resoluci¨®n de conflictos internacionales.
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