El punto ciego
La novela no es el g¨¦nero de las respuestas, sino el de las preguntas
Como ya estoy harto de o¨ªrme hablar en esta columna de libros que no escribir¨¦, hoy hablar¨¦ de un libro que s¨ª escribir¨¦. Se titula El punto ciego y trata de la naturaleza de la novela, o quiz¨¢ simplemente de la naturaleza de las novelas que me gustan.
La idea puede formularse en pocas palabras. En el centro de ciertas novelas capitales hay un punto ciego; es decir: un punto a trav¨¦s del cual, en teor¨ªa, no se ve nada. Ahora bien, es precisamente a trav¨¦s de ese punto ciego a trav¨¦s del cual, en la pr¨¢ctica, ve la novela; es precisamente a trav¨¦s de esa oscuridad a trav¨¦s de la cual la novela ilumina; es precisamente a trav¨¦s de ese silencio a trav¨¦s del cual la novela se torna elocuente. Esta paradoja es esencial a la novela, o al menos a la novela moderna o a cierto tipo de novela moderna. Por supuesto, al principio fue el Quijote: don Quijote, no hay duda, est¨¢ como una cabra, es un tarado de sanatorio, un chiflado sin remedio; pero al mismo tiempo es un hombre lleno de discreci¨®n y sensatez. Eso es un punto ciego; o, mejor dicho, esa perfecta indeterminaci¨®n es el punto ciego del Quijote: la mezcla imposible pero real de sabidur¨ªa y locura que cuantos se cruzan con ¨¦l reconocen en el h¨¦roe de Cervantes. Tomemos Moby Dick. ?Qui¨¦n es Moby Dick? ?Qu¨¦ es la ballena blanca? ?Por qu¨¦ est¨¢ obsesionado Ahab con ella? ?Por qu¨¦ la persigue de forma obsesiva? ?Es para ¨¦l el bien? ?Es el mal? ?Es Dios? ?Es el Diablo? No lo sabemos, o no lo sabemos con precisi¨®n y sin equ¨ªvocos ni ambig¨¹edad (Moby Dick es a la vez el bien y el mal, Dios y el Diablo): lo que s¨ª sabemos es que todo lo que tiene que decirnos Melville en su novela nos lo dice a trav¨¦s de ese no saber, a trav¨¦s de ese interrogante, a trav¨¦s de ese punto ciego. M¨¢s claro a¨²n es lo que ocurre en las novelas de Kafka: en las primeras l¨ªneas de El proceso, unos funcionarios de polic¨ªa irrumpen al amanecer en el dormitorio de Josef K. asegur¨¢ndole que se le acusa de un delito, y el resto de la novela consiste en las pesquisas que lleva a cabo el protagonista para averiguar de qu¨¦ se le acusa, hasta que en el ¨²ltimo cap¨ªtulo muere sin haber conseguido averiguarlo; El castillo funciona de manera parecida: la novela narra las vicisitudes de K, el protagonista, en su intento de descubrir para qu¨¦ le han hecho llamar del castillo, pero al final K no descubre nada, ni siquiera consigue entrar en el castillo. Cabr¨ªa multiplicar los ejemplos: mi libro podr¨ªa examinar novelas de James (Retrato de una dama), de Mann (La monta?a m¨¢gica), de Lampedusa (El Gatopardo), de Vargas Llosa (La ciudad y los perros); tambi¨¦n, relatos de Hawthorne (Wakefield), del propio Melville (Billy Budd, marinero, Bartleby, el escribiente) y el propio James (Otra vuelta de tuerca), de Conrad (Los duelistas) y Borges (El sur). Estas obras maestras comparten un mecanismo narrativo semejante. En el coraz¨®n de todas ellas late una pregunta; ¨¦sta puede ser cl¨ªnica (¡°?Est¨¢ loco don Quijote¡±?), metaf¨ªsica (¡°?Qu¨¦ es la ballena blanca?¡±) o jur¨ªdica (¡°?De qu¨¦ acusan a Josef K?¡±), pero en el fondo su idiosincrasia es lo de menos; lo importante es que tales novelas consisten en el intento de responder a esa pregunta m¨²ltiple y que, sea cual sea ella, al final la respuesta es siempre la misma: la respuesta es que no hay respuesta, es decir, la respuesta es la propia b¨²squeda de una respuesta, la propia pregunta, el propio libro. O dicho de otro modo: al final no hay una respuesta clara, un¨ªvoca, taxativa; s¨®lo una respuesta ambigua, equ¨ªvoca, contradictoria, esencialmente ir¨®nica, que ni siquiera parece una respuesta.
La novela consiste en sumergirse en un enigma para volverlo irresoluble, no para descifrarlo
Esas son sin embargo, a mi juicio, las ¨²nicas respuestas que est¨¢n autorizadas a dar las novelas. La novela no es el g¨¦nero de las respuestas, sino el de las preguntas: escribir una novela consiste en plantearse una pregunta compleja para formularla de la manera m¨¢s compleja posible, no para contestarla; consiste en sumergirse en un enigma para volverlo irresoluble, no para descifrarlo. Ese enigma es el punto ciego, y todo lo que tienen que decir muchas grandes novelas (y relatos) lo dicen a trav¨¦s de ¨¦l: a trav¨¦s de ese silencio plet¨®rico de significado, de esa ceguera visionaria, de esa oscuridad radiante, de esa ambig¨¹edad sin soluci¨®n. Ese punto ciego es lo que somos.
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