?D¨®nde est¨¢ el Gobierno?
Si Rajoy no cree en la reforma constitucional, debe explicar su alternativa para salir del callej¨®n
A la cabeza de los objetivos de la sociedad espa?ola deber¨ªa situarse la recuperaci¨®n de la confianza en las instituciones de la democracia. Hay que dar respuestas a los sufrimientos sociales, al malestar de la gente con la corrupci¨®n y al grave problema que representa la crisis territorial. Salir de la espiral de la desconfianza exige que el jefe del Gobierno y su equipo planteen una estrategia. Hoy por hoy no hay evidencia de que la tengan. Rajoy est¨¢ cada d¨ªa m¨¢s ausente y el Gobierno es cada d¨ªa m¨¢s invisible. Faltan ideas y no existen atisbos de que estas vayan a llegar, en un clima que, cuando queda todav¨ªa un a?o de mandato, parece ya de elecciones anticipadas. Para evitarlas, el Ejecutivo debe ofrecer de inmediato soluciones para los graves problemas que el pa¨ªs enfrenta.
Lo m¨¢s acuciante es la agudizaci¨®n del conflicto en Catalu?a. El independentismo ha demostrado su capacidad de actuar como una potente minor¨ªa, socialmente bien organizada y pol¨ªticamente imbricada en las instituciones de su comunidad. Quien encabeza el Gobierno de Espa?a ha dejado pasar demasiado tiempo y ahora se encuentra entre la espada y la pared. La consumaci¨®n del 9-N ¡ªpor irregulares que fueran las votaciones¡ª le ha llevado al intento de criminalizar a las principales autoridades de Catalu?a, mientras sectores de la derecha presionan para que reafirme el nacionalismo espa?ol. Pese a todo, sigue siendo cierto que no hay m¨¢s salida que el di¨¢logo y la negociaci¨®n.
Cuando, hace tres a?os, Rajoy obtuvo la m¨¢s grande mayor¨ªa absoluta de la que ha dispuesto el PP, empezaba a quedar claro que la crisis econ¨®mica se estaba transformando en crisis pol¨ªtica. El presidente y su partido prefirieron disociar ambos problemas, apelando reiteradamente a no distraerse de lo esencial, la econom¨ªa. Concentrado en esa gesti¨®n, el jefe del Ejecutivo se ha guardado de intentar reformas en el agrietado edificio institucional. El paso del tiempo confirma el error: ocho de cada diez espa?oles consideran mala o muy mala la situaci¨®n pol¨ªtica, seg¨²n el CIS.
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Por supuesto que el partido gobernante no es el ¨²nico afectado por la corrupci¨®n, pero sufre gravemente de ello. Una pol¨ªtica en¨¦rgica de correcciones tropieza con el miedo a cambiar procedimientos que vienen de antiguo y que ayudan tanto a la financiaci¨®n irregular de los partidos como a enriquecimientos personales. Las reformas ¡°de regeneraci¨®n¡± anunciadas resultan muy cortas para hacer frente a un problema sist¨¦mico, y Rajoy tiene que plantear algo mucho m¨¢s cre¨ªble y contundente en su comparecencia parlamentaria del 27 de noviembre.
En todo caso, los espa?oles valoran la persistencia de un paro elevado como el mayor de los problemas, sin duda unido a la precariedad en las condiciones de vida de partes nada desde?ables de la poblaci¨®n. Rajoy pide que se respete su labor de ¡°siembra¡± en el terreno de las reformas econ¨®micas, consciente de que la cosecha no est¨¢ madura. Pero es fr¨¢gil la posibilidad de que d¨¦ frutos tan abundantes como para hacerse perdonar otras carencias.
El presidente, que ha apelado a la necesidad de luchar contra el fatalismo, tiene margen pol¨ªtico de maniobra porque conserva la autoridad sobre su grupo parlamentario. Pero se lo resta el hecho de actuar tambi¨¦n como m¨¢ximo responsable del Partido Popular, que se va a jugar su poder institucional en 2015. Eso le forzar¨¢ a dedicarse a los arbitrajes internos, dado el presidencialismo inherente a esta fuerza pol¨ªtica.
A¨²n as¨ª, su principal responsabilidad tiene que ser afrontar los problemas de Espa?a, es decir, todo lo que tiene que ver con la desvitalizaci¨®n de la pol¨ªtica institucional y representativa, de la que el PP es en parte responsable. Por eso, si el presidente no cree en la reforma de la Constituci¨®n que otros sugieren, deber¨ªa decir en qu¨¦ cree.
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