Novela, m¨²sica y poes¨ªa
Las notas que a lo largo del tiempo ha ido escribiendo el ¨²ltimo premio Cervantes han servido para alimentar una obra en la que ha manifestado inter¨¦s por las m¨¢s distintas formas de expresi¨®n y por el pensamiento
Uno. La relaci¨®n entre poes¨ªa y novela parte de un hecho diferencial: mientras la segunda no cabe en el ¨¢mbito estricto de la primera, la poes¨ªa a la inversa s¨ª. La prosa de aquella puede asumir un ritmo po¨¦tico si el autor dispone de un o¨ªdo musical abierto a los diferentes registros del habla e invita a una lectura en voz alta. Desde la cadencia y el uso de s¨ªmiles que hallamos en Faulkner a la concepci¨®n de la obra total como un vasto poema conforme al modelo de La muerte de Virgilio de Broch el abanico de posibilidades es infinito.
Releyendo recientemente Bajo el volc¨¢n de Malcom Lowry encontr¨¦ im¨¢genes (¡°nubes como cisnes sombr¨ªos¡±) de belleza conmovedora. Al dar con la ¡°s¨²plica muda de los alcornoques¡± evoqu¨¦ el tronco descorchado rojizo de los que contemplaba en los veraneos de mi ni?ez e imagin¨¦ al punto los del Parque Natural de la Almoraima con su imploratorio adem¨¢n ante la crasa barbarie que los amenaza: la devastaci¨®n de aquel bello paraje ecol¨®gico en aras del insaciable apetito inmobiliario que nos llev¨® a la maldita burbuja. Un hotel de cinco estrellas con bungalows, piscinas y campos de golf destinados, a falta de un hipot¨¦tico comprador ind¨ªgena, a alg¨²n honest¨ªsimo magnate ruso o a un jeque golfante de los del Golfo.
Dos. Si, salvo raras excepciones, el relato anterior a Cervantes era como un instrumento musical de una sola cuerda, nuestro primer escritor invent¨® otro en el que diversos instrumentos se conjugan de forma arm¨®nica: el de esas variaciones sinf¨®nicas que se impondr¨ªan en la narrativa del siglo XIX. La novela como sinfon¨ªa alcanz¨® su cumbre en dicha centuria. Ulises marca tambi¨¦n un punto de inflexi¨®n que pone fecha de caducidad a la reiteraci¨®n de las formas narrativas de Balzac y Gald¨®s. Sin su novedad constitutiva la obra de arte cesa de existir aunque el p¨²blico lector, atento solo a la trama argumental de la novela que tiene entre las manos, no se percate de ello.
Tres. Paul Val¨¦ry defin¨ªa el poema como ¡°una oscilaci¨®n entre el sentido y el sonido¡±. Tal formulaci¨®n, aunque v¨¢lida, es solo aproximativa en cuanto no abarca la complejidad de los problemas que nos planteamos. ?No ser¨ªa mejor por ejemplo hablar de conjunci¨®n de intensidad sem¨¢ntica y belleza musical? La poes¨ªa, seg¨²n la concebimos a partir de Baudelaire, comprende una gama de registros distintos, pero excluye todo tipo de ret¨®rica y didactismo, por no hablar de la facilidad ripiosa en la que tanto incurrieron nuestros rom¨¢nticos. Es, por decirlo as¨ª, una poes¨ªa antil¨ªrica, centrada en un esfuerzo de decantaci¨®n. Dicho esfuerzo por partida doble ¡ªreducci¨®n del vocabulario y ahondamiento de la relaci¨®n sint¨¢ctica en el interior de ¨¦ste (Kundera dixit)¡ª marca con su sello inconfundible la modernidad intemporal a la que aspira el poeta: libre de toda ornamentaci¨®n verbal, del jadeo cansino de quien estira el verso para alcanzar la meta de cumplir ingenuamente consigo mismo o de responder a la espera del p¨²blico (tal fue el caso a veces de Victor Hugo y en nuestra lengua del Neruda propagand¨ªstico).
Lo que nos dice San Juan puede ser interpretado de modos muy distintos sin alterar por ello la unidad
Cuatro. Como esa flor que milagrosamente se abre paso entre el agrietado alquitr¨¢n al borde de un sendero as¨ª la belleza del poema emerge con fuerza del subsuelo que abriga lo clandestino. Es el murmullo que llega a nuestro o¨ªdo en medio del ruido medi¨¢tico de lo inane y ef¨ªmero. Trabajar con la palabra es volver al arte humilde del cal¨ªgrafo, a la ¨¦poca en la que el material prefabricado no exist¨ªa y el arte surg¨ªa con sencillez de las manos curtidas del artesano.
El artista, ya sea m¨²sico, poeta o novelista que abandona el recurso a las cl¨¢usulas del canon establecido y se exilia del mismo, busca como un zahor¨ª la radicalidad del origen, de lo increado que aguarda con paciencia el acto virtual de la creaci¨®n.
Cinco. ¡°Lo que importa en un poema¡±, dice I. A. Richards citado por Eliot, ¡°no es nunca lo que dice sino lo que es¡±. La observaci¨®n se ci?e escrupulosamente a la verdad y vale tanto para G¨®ngora como para San Juan de la Cruz. El argumento de Las soledades (?cabe hablar de ¨¦l en la inabarcable creaci¨®n gongorina?) carece de relevancia. La obra es lo que es, una extraordinaria construcci¨®n verbal entretejida de tensiones sem¨¢nticas que el art¨ªfice ha elaborado con enrevesada nitidez. Lo mismo se aplica al verbo alquitarado de San Juan: lo que nos dice puede ser interpretado de modos muy distintos sin alterar por ello la unidad y substancia de lo que es (la interpretaci¨®n del autor en su pr¨®logo a Canto espiritual es una entre mil otras y en vez de aclarar su sentido lo complica y extrav¨ªa al lector y al otro posible destinatario del mismo: el se?or inquisidor).
Seis. Mientras redacto estas notas releo a Octavio Paz: pocos escritores han se?alado con tanta justeza y nitidez la urgencia de introducir el pensamiento cr¨ªtico del lenguaje en el ¨¢mbito de la creaci¨®n po¨¦tica y novelesca e, inversamente, de una aconsejable dosis de imaginaci¨®n en el pensamiento cr¨ªtico. Lo que en los medios de comunicaci¨®n se vende por cr¨ªtica es una mera apreciaci¨®n subjetiva, y a veces venal, carente en cualquier caso del conocimiento interdisciplinario y de la sensibilidad indispensable para captar el significado de la obra en el contexto de la evoluci¨®n de los g¨¦neros. Dicha seudocr¨ªtica mide a menudo la importancia de un libro por el n¨²mero de quienes lo adquieren obviando el hecho de que una cosa es la innovaci¨®n y otra muy distinta la visibilidad y apoteosis medi¨¢tica. La mayor parte de las obras que se imponen en el mercado pertenecen al ¡°g¨¦nero de las ya le¨ªdas antes de haber sido escritas¡±: simple reiteraci¨®n, pura redundancia. Pero vuelvo a Octavio Paz y a su reflexi¨®n luminosa en unos tiempos en los que la mediocre cultura ambiental y la indigencia cr¨ªtica reducen la vida literaria a los avatares de una grotesca y pueril competici¨®n deportiva (Fulano de tal ¡°triunfa¡± en Fr¨¢ncfort, Mengano bate r¨¦cords de venta en su caseta-jaula del zoo-Feria de Madrid, etc¨¦tera): ¡°Prosa y poes¨ªa libran en el interior de la novela una batalla, y esa batalla es la esencia de la novela: el triunfo de la prosa convierte a la novela en documento psicol¨®gico, social o antropol¨®gico; el de la poes¨ªa la transforma en poema. En ambos casos desaparece como novela. Para ser, la novela tiene que ser al mismo tiempo prosa y poes¨ªa, sin ser enteramente ni lo uno ni lo otro¡±.
Una cosa es en un libro la innovaci¨®n y otra muy distinta la visibilidad y apoteosis medi¨¢tica
Siete. El lector de la gran poes¨ªa se adentra en un mundo que exige de ¨¦l una sensibilidad, rigor y experiencia que trascienden las coordenadas de la ¨¦poca y del ¨¢mbito local. Los lectores apresurados de ella suelen errar y transmitir su yerro a las generaciones sucesivas. Consulto, porque lo tengo a mano, Funci¨®n de la poes¨ªa y funci¨®n de la cr¨ªtica de T. S. Eliot traducido hace m¨¢s de medio siglo a nuestra lengua por Jaime Gil de Biedma: ¡°La persona de experiencia limitada est¨¢ siempre dispuesta a dejarse enga?ar por la falsificaci¨®n o el art¨ªculo adulterado y as¨ª vemos generaci¨®n tras generaci¨®n de lectores biso?os enga?arse con lo ficticio y ama?ado de la propia ¨¦poca, prefiri¨¦ndolo incluso, por ser m¨¢s f¨¢cilmente asimilable, al producto genuino¡±.
La obra de San Juan de la Cruz y de G¨®ngora, por citar dos ejemplos, no incidi¨® en la de nuestros poetas de los siguientes siglos y p¨²blico y cr¨ªtica se extasiaron en cambio ante Espronceda (¡°un piano tocado con un solo dedo¡±, dijo de ¨¦l con humor Eugenio d¡¯Ors) y a¨²n ante Zorrilla (¡°una pianola¡±, a?adir¨ªa d¡¯Ors, ¡°y como el que se cansa pedaleando es ¨¦l...¡±). Con todo, el verdadero poeta obliga a regresar a la fuente de la que mana el verso. Leer poes¨ªa es avezarse al arte del regreso, a la vuelta atr¨¢s. La verdadera poes¨ªa, como el vino a?ejo, se decanta y mejora con el tiempo.
Ocho. ¡°Considero el verso una cosa intermedia, un paso de la m¨²sica a la prosa. En la prosa hablamos libres. Podemos incluir ritmos musicales y, a pesar de ello, pensar. Podemos incluir ritmos po¨¦ticos y, sin embargo, estar fuera de ellos. Un ritmo ocasional de verso no estorba a la prosa; un ritmo ocasional de prosa hace tropezar al verso¡± (Fernando Pessoa, Libro del desasosiego, traducci¨®n de ?ngel Crespo).
Juan Goytisolo es escritor. Acaba de obtener el Premio Cervantes de Literatura.
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