Pintura de crisis
Faltan baldas en alguna de las persianas de la finca en la que vivo. Se rompen y ya no se reponen. Hay dos pisos que se venden. El propietario de uno de ellos es el banco, un embargo. Hasta aqu¨ª todo normal, como cualquier otro edificio.
Sin embargo, el s¨¢bado pasado ocurri¨® algo fuera de lo habitual. Los vecinos nos autoconvocamos a las nueve de la ma?ana para pintar entre todos el zagu¨¢n y la escalera. Toda una experiencia. Chiquillos trasteando, almuerzo comunitario en un bar cercano y tambi¨¦n trabajo, conste, que con dos manos de pintura y limpieza acabamos entrada la noche.
Ahora, cuando los vecinos nos cruzamos, esbozamos algo parecido a una sonrisa. Ha aumentado la complicidad. Tampoco es cosa de lanzar las campanas al vuelo, probablemente el buen rollito tenga fecha de caducidad, pero lo que va por delante...
Digo esto porque andaba pensando yo que el magn¨ªfico d¨ªa de convivencia laboral se lo debemos, con perd¨®n, a la crisis, a la precariedad econ¨®mica que hace reducir gastos y compartir bienes y servicios. Nada de esto hubiera sido posible en ¨¦poca de bonanza econ¨®mica. Y eso es una pena, penita, pena.¡ª Santiago Arag¨®n Guarn¨¦.
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