El reparto de Africa, sin africanos
Por Omer Freixa
Resulta ir¨®nico que las fronteras actuales de ?frica hayan cambiado bastante poco desde su imposici¨®n, si se considera que ¨¦stas fueron decididas en tiempo r¨¦cord de tres meses y, lo m¨¢s anecd¨®tico, sin haber participado siquiera un africano en su delimitaci¨®n.
El 15 de noviembre se cumplieron 130 a?os desde que, fr¨ªvolamente, representantes de 14 Estados (en su mayor¨ªa, europeos) decidieran la suerte del continente africano en la denominada Conferencia de Berl¨ªn. De modo que en una confortable y espaciosa sala de reuniones de la residencia oficial del canciller alem¨¢n Otto Von Bismarck, ubicada en la calle Wilhelmstrasse, un grupo de caballeros decidi¨® la suerte y las fronteras de un continente de algo m¨¢s de 30 millones de kil¨®metros cuadrados, casi del tama?o de la suma de todos los pa¨ªses participantes en el evento. Ning¨²n soberano africano fue invitado al mismo. No fue una falla: para la ¨¦poca, los pueblos no europeos ten¨ªan el derecho a guardar el m¨¢s disciplinado silencio, siendo considerados los africanos como ni?os en el marco del derecho europeo. Si en 1879 el 90% del continente estuvo gobernado por africanos, en 1900, salvo una diminuta fracci¨®n, se encontraba bajo la ¨®rbita de unas pocas metr¨®polis europeas.
El avance imperial sobre ?frica por parte de siete pa¨ªses europeos (Francia, Gran Breta?a, Alemania, Portugal, Espa?a, Italia y B¨¦lgica) no fue un hecho aislado. El imperialismo obligaba al reparto completo del globo en tiempos de la ¡°Paz Armada¡± en el Viejo Mundo, donde los caballeros deliberaban como tales mientras los conflictos se resolv¨ªan de puerta de casa para afuera. La violencia y la ocupaci¨®n se plasmaron en regiones distantes desde antes a la convocatoria en Berl¨ªn. Por ejemplo, en 1858 los brit¨¢nicos, tras reprimir un duro levantamiento popular que llev¨® m¨¢s de un a?o, anexionaron casi la totalidad del subcontinente indio al dominio de su gloriosa Corona que formaba uno de los imperios coloniales m¨¢s vastos. Los franceses dieron pasos similares con la incorporaci¨®n de Argelia en 1830 como un departamento m¨¢s de la Francia metropolitana y no se detuvieron. China por poco sucumbe a la presi¨®n del colonialismo occidental bien a finales del siglo XIX. En suma, el advenimiento de la centuria posterior mostr¨® que no quedaba punto del planeta sin repartir entre un pu?ado de pa¨ªses, los m¨¢s poderosos del orbe.
Los pasos de la ocupaci¨®n colonial europea en el continente africano comenzaron antes de la Conferencia que el 26 de febrero de 1885 dio por concluida sus sesiones e impuso las fronteras africanas actuales. Se evidenciaba desde hac¨ªa tiempo la rivalidad anglo-francesa, entre otras europeas. Poco antes los ingleses ocuparon Egipto (1882) como respuesta a la ocupaci¨®n francesa de Senegal (1879) y T¨²nez (1881). Pero la constante es que hasta el momento la presencia europea en ?frica era marginal y se remit¨ªa a enclaves costeros o a ciertas zonas de ocupaci¨®n blanca, como la citada Argelia o la actual Sud¨¢frica. Era f¨¢cil hasta comienzos del siglo XIX recoger las riquezas del continente sin necesidad de adentrarse puesto que los esclavos fueron capturados durante siglos casi siempre por otros africanos. Sin embargo, con la Revoluci¨®n Industrial, todo comenz¨® a cambiar. El empuje de un nuevo mundo en transformaci¨®n llev¨® a la consumaci¨®n voraz de la independencia de millones, los no europeos.
Si bien el llamado a la Conferencia tuvo una pantalla formal que disimul¨® el apetito voraz por repartirse el bot¨ªn, las motivaciones de los pa¨ªses intervinientes en el reparto fueron m¨²ltiples, pero, fueran cuales fueran estas ¨²ltimas, en esta verdadera ¡°carrera por ?frica¡± nadie quiso perder su boleto. La consigna fue que los reclamos deb¨ªan ser notificados a los dem¨¢s participantes y que las zonas ocupadas deb¨ªan tener alg¨²n grado de injerencia y autoridad previa por parte del ocupante. No obstante, Alemania rompi¨® esta norma. Junto a Italia, Estados de reciente creaci¨®n, quisieron demostrar que pisaban fuerte en el escenario internacional. En efecto, Bismarck, el hombre fuerte de la Conferencia y su anfitri¨®n, fue quien la convoc¨®, y a cuyos gobernados les toc¨® la suerte de recibir territorios apenas explorados. Los italianos tuvieron inter¨¦s por Libia, la cual ocuparon tras vencer la resistencia local en 1911, si bien fracasaron en el intento de anexionarse Etiop¨ªa frente a una resistencia heroica, en 1896. Portugal tuvo la idea de unir sus dos posesiones hasta el momento ocupadas en forma precaria, Angola y Mozambique, aunque los planes brit¨¢nicos se interpusieron como asimismo las intenciones de los dem¨¢s part¨ªcipes en el sentido de bloquear la iniciativa de Londres de conectar ?frica de norte a sur por medio de la construcci¨®n de un tendido ferroviario que uniera El Cairo con El Cabo. Adem¨¢s, sus adquisiciones en ?frica occidental fueron menos de las esperadas frente a Francia. Entre tantas de las pretensiones boicoteadas entre los participantes, una vez m¨¢s al designio ingl¨¦s de unir de punta a punta se antepuso la ambici¨®n personal del rey Leopoldo II de B¨¦lgica, soberano de un peque?o Estado creado hac¨ªa poco m¨¢s de medio siglo y que quiso dejar su impronta como un grande m¨¢s, logr¨¢ndolo.
Este monarca fue el gran favorecido ya que, con la aparici¨®n de su iniciativa en 1883, los dem¨¢s representantes del Congreso le autorizaron la concesi¨®n de un territorio del tama?o de Europa occidental, y bautizado como Estado Libre del Congo (1885-1908), cuyo nombre fue un enga?o debido a que lo manej¨® como su propio feudo (un regalo autogestionado) para absorber todos los recursos disponibles, principalmente el caucho, costando de entre 5 a 10 millones de vidas entre 1885 y 1930. Aquel fue el precio de la ¡°civilizaci¨®n¡±. Espa?a, una de las m¨¢s d¨¦biles y herida en su orgullo por la p¨¦rdida irremplazable y extinci¨®n de la casi totalidad de su otrora vasto imperio colonial en las Am¨¦ricas unas d¨¦cadas antes, no quiso quedarse sin tajada y, si bien peque?a, la obtuvo.
En suma, pese a darse en un ambiente de cordialidad y de pactos entre caballeros, la Conferencia no estuvo carente de intrigas. El objetivo principal subyacente consisti¨® en bloquear la posibilidad de que la superpotencia, Gran Breta?a, cumpliera todos sus anhelos resultando de ello un equilibrio del poder inclinado a su favor en detrimento siempre de las v¨ªctimas de la rapacidad europea. Boicotear esto fue posible mediante la confabulaci¨®n de los dem¨¢s representantes, mientras Francia, debilitada a causa de la derrota contra los germanos en 1870 y con ansias de recobrar el brillo, a su vez no pudo unir sus territorios de oeste a este, debido al propio obst¨¢culo interpuesto por los brit¨¢nicos. Todo tendi¨® a un juego de suma cero en donde hubo para conformar a todos, menos a los africanos a quienes no se les notificaron siquiera los nuevos mapas elaborados desde la comodidad de una de las ciudades m¨¢s importantes del mundo. No obstante estas intrigas verdaderamente palatinas, la Conferencia fue motivada (desde un plano formal) por la tem¨¢tica de libre navegaci¨®n de los r¨ªos Congo y N¨ªger, los dos principales del espacio subsahariano, sumado a otros fines de una ¨¦poca donde se hac¨ªa imprescindible la tarea de llevar la civilizaci¨®n. En el Acta que cerr¨® tres meses de trabajo se leen otros objetivos como acabar con la esclavitud, detener algunos vicios africanos (como el alcoholismo) y expandir la fe cristiana.
En tres meses qued¨® sellado el destino de ?frica, con resultados tangibles hasta hoy. En efecto, la Uni¨®n Africana, el principal cuerpo continental formado por africanos, en su mandato establece el respeto por las fronteras heredadas de la ¨¦poca colonial y que, salvo casos muy puntuales, poco se han modificado. Las formas geom¨¦tricas y casi perfectas de las actuales fronteras, que parecieran trazadas con regla caprichosamente, son el recuerdo tr¨¢gico de la principal transformaci¨®n de los africanos en las postrimer¨ªas del siglo XIX, el inicio del colonialismo. Si un mapa sirve para representar la realidad geogr¨¢fica, en el caso de esta experiencia fue todo lo contrario, el mapa de ?frica creado en Berl¨ªn construy¨® el espacio sin consentimiento de sus habitantes. Pero eso fue el comienzo de la historia, la partici¨®n en el papel debi¨® ser llevada al terreno, y all¨ª fue donde los africanos conocieron los planes europeos y, en contra de lo que interpretan muchos historiadores, resistieron, aunque resultaron vencidos. Como resultado, de al menos unas diez mil unidades pol¨ªticas previas al reparto, solo quedaron unas decenas cuando concluy¨® ¨¦ste y todo result¨® pacificado, antes de estallar la Primera Guerra Mundial.
Para concluir, lo m¨¢s llamativo de todo es que este hecho, tan desgraciado para los africanos, puesto que marc¨® el inicio del colonialismo por aproximadamente ocho d¨¦cadas siendo su principal consecuencia la p¨¦rdida absoluta de soberan¨ªa, en la pol¨ªtica europea haya sido marginal y de muy poca relevancia, adem¨¢s de breve en extensi¨®n temporal. Si bien para los africanos tambi¨¦n pudo haber resultado no muy prolongado, no obstante incidi¨® sobremanera. Estos son quienes todav¨ªa pagan en muchos sentidos las consecuencias de la inequidades del colonialismo.
Hay much¨ªsimos mapas sobre el reparto de ?frica pinchando aqu¨ª
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