Desaf¨ªos globales
La cofundadora e impulsora de la Gates Foundation, dedicada a la solidaridad y el desarrollo, analiza c¨®mo a trav¨¦s del apoyo a las mujeres se puede lograr un mundo mejor
Cada 15 a?os, la comunidad internacional se re¨²ne para planificar la lucha contra la pobreza extrema, las enfermedades y los retos que contin¨²an asolando a los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. En el a?o 2000, l¨ªderes de todo el mundo se reunieron en la sede de Naciones Unidas para declarar los Objetivos del Milenio, y el a?o que viene lo har¨¢n de nuevo para debatir los Objetivos de Desarrollo Sostenible, una ambiciosa lista para los pr¨®ximos 15 a?os. Son reuniones de una importancia incre¨ªble, pero no constituyen m¨¢s que una peque?a parte de la v¨ªa para avanzar. En realidad, la mayor¨ªa de las decisiones que impulsan el desarrollo mundial no son las que se toman en alguna reuni¨®n de Naciones Unidas. Tampoco las que se ?toman en la sede del Banco Mundial en Washington DC, ni en la Organizaci¨®n Mundial de la Salud, en Ginebra. Son las decisiones que se toman cada d¨ªa ¡ªen este mismo momento¡ª en los hogares de los lugares m¨¢s pobres del mundo.
En el caso de mujeres como Anna, que vive en una peque?a granja en Tanzania, es la decisi¨®n de utilizar el dinero que le han prestado sus amigos para poner en marcha un peque?o negocio de venta de huevos y obtener unos ingresos extra para su familia. En el caso de Sharmila, que vive en el norte de India, es la apuesta por empezar a usar anticonceptivos, pese a que con esa acci¨®n se opone a los deseos de su suegra. En el caso de Sebsebila, que vive en Etiop¨ªa, es la de vacunar a su hija contra las enfermedades infantiles.
El impulso para que el mundo progrese no empieza en una reuni¨®n de dirigentes pol¨ªticos. Empieza en las vidas cotidianas de mujeres corrientes en todo el mundo. Cuando mujeres como Anna, Sharmila y Sebsebila tienen la capacidad de tomar decisiones cruciales sobre su vida y su futuro ¨Cy cuando, cosa tambi¨¦n importante, tienen la capacidad de llevar esas decisiones a la pr¨¢ctica¨C, todos resultan beneficiados.
En todos los pa¨ªses a los que voy contemplo que las mujeres son el factor m¨¢s importante para construir un futuro m¨¢s sano y pr¨®spero. Por desgracia, tambi¨¦n observo que en muchas partes del mundo no se las trata en consecuencia. Lo mismo en los pa¨ªses ricos que en los pobres, las mujeres se enfrentan a barreras espec¨ªficas debido a su sexo, en forma de pol¨ªticas p¨²blicas, expectativas culturales y reglas sociales. Esa situaci¨®n impide el progreso no solo de las mujeres, sino de toda la poblaci¨®n. Cuando a las mujeres se les niega la posibilidad de construir sus vidas y su futuro, el mundo pierde un arma crucial para combatir la pobreza y la enfermedad. Por eso es tan importante empezar a abordar de forma sistem¨¢tica las desigualdades de g¨¦nero. Y, para organizaciones como la Gates Foundation, ha llegado la hora de que nos comprometamos a que las mujeres y las ni?as sean el objetivo fundamental de nuestra labor de desarrollo.
Argumentos para invertir en las mujeres y las ni?as
Mi formaci¨®n acad¨¦mica es inform¨¢tica y econ¨®mica, pero he hecho del desarrollo global mi segunda vocaci¨®n. Hace 15 a?os, mi marido, Bill, y yo decidimos crear una fundaci¨®n con el fin de devolver a la sociedad lo que hemos obtenido con Microsoft. Reflexionamos largo y tendido sobre qu¨¦ forma de invertir nuestros recursos nos permitir¨ªa causar el mayor efecto posible y mejorar el mayor n¨²mero de vidas posibles.
Desde el principio tuvimos algo claro: quer¨ªamos dedicarnos a los problemas de los m¨¢s pobres del mundo. Para m¨ª era una cuesti¨®n de justicia social, un valor que hab¨ªa aprendido en el colegio, en mi casa y a trav¨¦s de mi educaci¨®n cat¨®lica. Pero adem¨¢s era para los dos la oportunidad de poner en pr¨¢ctica un principio que nos ense?aron nuestros padres: que todas las vidas tienen el mismo valor. Quer¨ªamos que nuestra fundaci¨®n contribuyera a crear un mundo en el que todos los ni?os tengan la oportunidad de vivir una vida sana y productiva, que les permita hacer realidad todas sus aspiraciones.
Poner esto en marcha era abrumador. Los dos somos inform¨¢ticos, de modo que estamos acostumbrados a desentra?ar un c¨®digo l¨ªnea a l¨ªnea, a descomponer un gran problema en todos sus elementos. En la fundaci¨®n empezamos por estudiar todos los datos posibles sobre los problemas de los m¨¢s pobres del mundo y despu¨¦s utilizamos nuestras conclusiones para decidir a qu¨¦ dedicar el dinero.
Una de nuestras primeras inversiones fue una organizaci¨®n que ayudaba a los pa¨ªses pobres a comprar vacunas para proteger a los ni?os de enfermedades prevenibles, porque las pruebas demostraban que exist¨ªa una gran necesidad y que la repercusi¨®n ser¨ªa inmensa.
Es un proceso anal¨ªtico que hemos repetido una y otra vez, a medida que nuestra fundaci¨®n crec¨ªa y se expand¨ªa en nuevas direcciones. Hoy, ese proceso nos ha llevado a la conclusi¨®n de que, para causar el m¨¢ximo efecto, debemos centrar nuestros esfuerzos en las mujeres y las ni?as.
Por supuesto, invertir en las mujeres es algo justo. Pero adem¨¢s es lo m¨¢s inteligente. Durante la mayor parte de la historia, las mujeres han vivido infravaloradas, con pocos recursos y escaso apoyo en todas las econom¨ªas del mundo. Ninguna sociedad puede hacer realidad todas sus aspiraciones si mantiene a la mitad de su poblaci¨®n marginada.
Las pruebas demuestran de manera inequ¨ªvoca que la desigualdad entre los sexos es un obst¨¢culo para el progreso general. Por ejemplo, si se equiparara la presencia de hombres y mujeres en el mercado de trabajo en Estados Unidos, el PIB del pa¨ªs aumentar¨ªa un 5%. En otros pa¨ªses, las posibilidades son a¨²n mayores, y ese aumento podr¨ªa ser incluso de hasta un 27%.
Cuando invertimos en las mujeres y las ni?as estamos dando dinero a unas personas que invierten en los dem¨¢s. Se ha descubierto que cuando las mujeres tienen la capacidad de ganar y controlar su propio dinero, tienden a invertir una mayor parte de lo que ganan en el bienestar familiar: hasta 10 veces m¨¢s que los hombres. Asimismo, las mujeres gastan el dinero de forma distinta que los hombres. Dan prioridad a aspectos como la salud, los alimentos y la educaci¨®n; por eso, cuando la madre controla el presupuesto de la familia, sus hijos tienen un 20% m¨¢s de probabilidades de sobrevivir. En otras palabras, invertir en las mujeres es una decisi¨®n que sigue dando frutos en la generaci¨®n siguiente, puesto que unos ni?os m¨¢s sanos y mejor educados hoy crear¨¢n unas comunidades m¨¢s sanas y pr¨®speras ma?ana.
Este c¨ªrculo virtuoso es posible, pero no est¨¢ garantizado. La ¨²nica forma de iniciarlo es hacer unos esfuerzos sistem¨¢ticos y deliberados para desmontar la desigualdad de g¨¦nero en todos los pa¨ªses. Y no es una tarea sencilla. Es un tema muy complicado, que depende enormemente del contexto cultural y de c¨®mo percibimos nuestra propia identidad. Sin embargo, hay varios elementos que las mujeres de todo el mundo tienen en com¨²n. Antes de empezar a desarrollar el potencial de las mujeres como agentes del cambio, debemos empezar por colaborar con ellas para satisfacer tres necesidades b¨¢sicas.
Salud
Es la primera necesidad. Independientemente de qui¨¦nes sean o d¨®nde vivan, todas las mujeres necesitan un sistema de salud del que se puedan fiar. El embarazo y el parto son todav¨ªa las principales causas de muerte e incapacitaci¨®n de las mujeres en edad f¨¦rtil, en parte porque muchas de las m¨¢s pobres del mundo siguen dando a luz lejos de instalaciones m¨¦dicas y sin la presencia de personal cualificado.
Las mujeres de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo tienen tres veces menos probabilidades de contar con un profesional en el momento del parto que las de los pa¨ªses ricos. Ese es un problema que podemos y debemos solucionar: hay que aumentar el n¨²mero de profesionales sanitarios de atenci¨®n primaria y conseguir que lleguen a m¨¢s rincones. Pero tambi¨¦n podemos ayudar a salvar las vidas de las madres y los reci¨¦n nacidos de otras maneras.
Por ejemplo, en las zonas rurales de Ghana, la Grameen Foundation, uno de los socios de nuestra fundaci¨®n, colabora estrechamente con las mujeres locales para elaborar y perfeccionar una maravillosa iniciativa llamada MOTECH. En una regi¨®n en la que la mortalidad materno-infantil es una amenaza constante, MOTECH utiliza los tel¨¦fonos m¨®viles para transmitir informaci¨®n sanitaria esencial a las embarazadas.
Ahora bien, una gran idea, por s¨ª sola, no basta para garantizar un gran programa. Como las vidas de las mujeres en unos sitios y otros son tan diferentes, hemos aprendido que, para aumentar la eficacia de los programas dirigidos a ellas, lo mejor es contar con su propia ayuda a la hora de elaborarlos. En lugar de ver a las mujeres y las ni?as como objetivos de la ayuda, debemos considerar que son nuestras socias y trabajan con nosotros en la cooperaci¨®n al desarrollo.
?Qu¨¦ quiero decir con esto? El plan inicial de la Grameen Foundation era enviar la informaci¨®n sobre salud a las mujeres a trav¨¦s de mensajes de texto. Pero cuando los responsables preguntaron a estas mujeres su opini¨®n, descubrieron que muchas no sab¨ªan leer y prefer¨ªan recibir la informaci¨®n en el buz¨®n de voz. Tambi¨¦n descubrieron que los maridos sol¨ªan controlar el tel¨¦fono durante gran parte del d¨ªa, as¨ª que se pusieron de acuerdo con ellas con el fin de averiguar los mejores momentos para enviar esos mensajes.
Gracias a considerar a las mujeres como socias y colaborar con ellas, la ?Grameen Foundation consigui¨® que el programa MOTECH fuera much¨ªsimo m¨¢s eficaz. Los ajustes de este tipo, incluso tan peque?os como el de este caso, pueden suponer la diferencia crucial entre vivir o morir para una mujer y su beb¨¦. Y cuando se van sumando una y otra vez, pueden acabar provocando un cambio trascendental.
Oportunidades econ¨®micas
Adem¨¢s de la salud, las mujeres necesitan tambi¨¦n tener acceso a las oportunidades econ¨®micas, la posibilidad de ganar dinero y controlar sus ingresos. Por desgracia, en la mayor parte del mundo siguen existiendo barreras culturales, legales y de otros tipos que impiden la plena participaci¨®n econ¨®mica de las mujeres. En muchos pa¨ªses africanos, por ejemplo, las peque?as campesinas producen siempre mucho menos que los hombres que trabajan en condiciones similares. Los motivos son complejos. A veces es porque las mujeres tienen m¨¢s responsabilidades en el cuidado de los hijos y, por consiguiente, menos tiempo para trabajar el campo. Otras mujeres tienen un menor acceso a ciertos avances como las semillas mejoradas o los fertilizantes, porque disponen de menos dinero para comprarlas. Y en otros casos las mujeres no son due?as de la tierra que trabajan.
Esta desigualdad persistente acarrea un coste enorme para la sociedad. Si las mujeres campesinas tuvieran el mismo acceso a la tierra, la mano de obra, la informaci¨®n, la tecnolog¨ªa, el fertilizante y el agua ¨Cadem¨¢s de las mismas oportunidades para utilizar eficazmente esos recursos¨C, la producci¨®n agraria en toda ?frica se incrementar¨ªa un 20%. Por el contrario, la gente est¨¢ pasando hambre mientras tratamos de descubrir c¨®mo acabar con esas diferencias.
Nuestra fundaci¨®n ha visto que, incluso cuando logramos que las campesinas de peque?a escala mejoren su productividad, puede seguir habiendo desigualdades. Una consecuencia del aumento de la productividad es que, al llegar la ¨¦poca de la cosecha, es frecuente que los maridos se queden con los beneficios del trabajo de sus mujeres. Por ejemplo, la organizaci¨®n humanitaria CARE [siglas que corresponden a Cooperative for Assistance and Relief Everywhere, Cooperativa para la Ayuda y el Auxilio en todo el Mundo], que trabaja con campesinos africanos, calcula que solo tres de cada diez mujeres consiguen hacerse cargo del dinero obtenido de las cosechas de gandul [un tipo de guisante africano] que plantan. Para solucionarlo, CARE ha empezado a reunirse con matrimonios y a organizar di¨¢logos sobre el gasto dom¨¦stico y las responsabilidades familiares para asegurar que lo obtenido con el trabajo de las mujeres redunde en beneficio de ellas y de todos los miembros del hogar. Como muestra este ejemplo, ayudar a las mujeres a tener acceso a las oportunidades econ¨®micas es una cuesti¨®n con muchas facetas que es preciso abordar, pero si se colabora con ellas para dise?ar formas de actuaci¨®n que tengan en cuenta la compleja realidad de sus vidas, es posible hacer grandes avances.
Poder de decisi¨®n
Sin embargo, aunque las oportunidades econ¨®micas son importantes, no bastan por s¨ª solas. Para controlar su futuro, las mujeres necesitan contar con la capacidad de tomar decisiones sobre s¨ª mismas, sus familias y sus recursos. Tambi¨¦n este es un problema complicado y no existe una soluci¨®n sencilla. Pero es posible dar pasos en la direcci¨®n adecuada.
Un programa que me parece admirable es la iniciativa Bolsa Familia de Brasil. Se trata de un programa de transferencias de dinero en efectivo que asigna unos subsidios mensuales en met¨¢lico a las mujeres de las familias m¨¢s pobres de Brasil. Aunque las cantidades son peque?as, el programa pretende algo m¨¢s que prestar ayuda monetaria inmediata: su objetivo es otorgar a esas mujeres el poder de tener voz y tomar decisiones en sus familias. Las investigaciones han demostrado que cuando las mujeres tienen acceso a los recursos y pueden controlarlos, su capacidad de decisi¨®n en el hogar se incrementa.
Lo mejor de todo es que este es un proceso que se retroalimenta. Una vez que las mujeres tienen la oportunidad de controlar las finanzas familiares, empiezan a sentirse poderosas tambi¨¦n en otros ¨¢mbitos de la vida. Las que participan en Bolsa Familia en ¨¢reas urbanas de Brasil dicen que se sienten m¨¢s due?as de sus decisiones personales, como usar o no anticonceptivos o c¨®mo abordar los gastos sanitarios y la educaci¨®n de sus hijos.
El resultado es que incluso la peque?a cantidad de dinero que reciben las beneficiarias cada mes ofrece a las mujeres m¨¢s pobres de Brasil una posibilidad de romper el ciclo de pobreza. Hoy d¨ªa, pa¨ªses de todo el mundo est¨¢n estudiando el programa brasile?o con la esperanza de poder adaptarlo a sus propias circunstancias, un paso m¨ªnimo, pero importante, para lograr que mujeres como Anna, Sharmila y Sebsebila lleguen a tener la capacidad de actuar en inter¨¦s de ellas mismas, sus familias y sus comunidades.
Por qu¨¦ soy optimista
Al pensar en c¨®mo van a ser los pr¨®ximos 15 a?os, me siento m¨¢s optimista que nunca. En funci¨®n de pr¨¢cticamente cualquier criterio que utilicemos, el mundo no ha estado jam¨¢s tan bien como ahora. La gente tiene vidas m¨¢s sanas y plenas. Nunca ha habido tantos ni?os como ahora que sobrevivan hasta m¨¢s all¨¢ de los cinco a?os. Ni tantas madres que sobrevivan al parto. Hemos dado la vuelta a la situaci¨®n en ?enfermedades como la malaria, la tubercu?losis y el sida, y estamos a punto de erradicar la polio. Hemos sido testigos inequ¨ªvocos de que es posible progresar.
No obstante, ahora que los l¨ªderes mundiales se re¨²nen para planificar los pr¨®ximos 15 a?os, les pido que recuerden que esos progresos no se logran por s¨ª solos. El mundo avanza en la buena direcci¨®n gracias a que mujeres como Anna, Sharmila y Sebsebila est¨¢n empujando. Si unimos nuestras fuerzas y las organizaciones mundiales de desarrollo las apoyan, el mundo ir¨¢ a¨²n m¨¢s all¨¢ y avanzar¨¢ m¨¢s deprisa, y los progresos que hemos visto en nuestro tiempo no ser¨¢n m¨¢s que el principio
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