Trenes llenos de psiquiatras
?C¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª? ?C¨®mo hemos llegado a ese punto en el que la realizaci¨®n del proyecto de un Gobierno pueda conducir a la ruina de Catalu?a y probablemente tambi¨¦n de toda Espa?a?
Ahora que celebramos el centenario de Julio Caro Baroja recuerdo que a mediados los ochenta le entrevist¨¦, una ma?ana de invierno, en su casa de Madrid. Conversamos agradablemente, y como el secesionismo etarra era entonces muy da?ino y cruel, se me ocurri¨® preguntarle:
¡ªDon Julio, ?qu¨¦ cree que se podr¨ªa hacer para acabar de una vez con el terrorismo?
Se qued¨® pensando un momento y contest¨®:
¡ªMire, joven¡ lo ¨²nico que se me ocurre es enviar all¨ª trenes llenos de psiquiatras.
Una aportaci¨®n interesante, no s¨®lo una boutade, porque en esta vida, tambi¨¦n en la vida pol¨ªtica, no cuenta s¨®lo lo racional y l¨®gico; tambi¨¦n operan sobre la praxis individual y colectiva factores psicopatol¨®gicos.
Fantaseo con esos trenes. Ferrocarriles aerodin¨¢micos circulando animosos a gran velocidad; y en los vagones, los pasajeros en bata blanca discuten acaloradamente sobre electroshocks y terapias paliativas. Pero por qu¨¦ se retrasan tanto, por qu¨¦ no llegan nunca a Barcelona, me pregunto cuando oigo a los l¨ªderes secesionistas y a sus portavoces hablar tan convencidos y desenvueltos.
?C¨®mo hemos llegado hasta aqu¨ª? ?C¨®mo hemos llegado a un punto en que una fantas¨ªa decimon¨®nica cuya realizaci¨®n conllevar¨ªa la ruina de Catalu?a y tambi¨¦n probablemente de toda Espa?a sea el proyecto pol¨ªtico del Gobierno catal¨¢n y del principal partido de la oposici¨®n, de su sumisa opini¨®n p¨²blica y de una masa de ciudadanos a los que se ha implantado el ¡°falso recuerdo¡± de un agravio y la convicci¨®n de que tienen un cheque millonario a cobrar en el banco del futuro? No hace falta que responda usted, doctora Elizabeth Loftus: la respuesta la sabemos todos. Porque esto se ha hecho de forma sibilina y gradual pero a la luz del d¨ªa y con taqu¨ªgrafos. Es obvio que la mayor parte de la responsabilidad del agravamiento de este proceso durante los ¨²ltimos a?os la tiene el entorno de Artur Mas; y es socorrido culpar tambi¨¦n al presidente del Gobierno y al PP: si act¨²an, ofenden al catalanismo y provocan su desafecto; si permanecen pasivos y callados, tambi¨¦n. No lo discuto. Pero adem¨¢s¡
El nacionalismo era rancio y aceptable para los c¨ªnicos, para los carlistas y para cuatro frikis
Vimos el otro d¨ªa a Jos¨¦ Montilla interpelando en el Senado a Mariano Rajoy: ?Mu¨¦vase, haga algo, por Dios! ?Ofrezca algo! ?Dialogue! Y a Pedro S¨¢nchez afirmar que el a?o que viene el ¡°problema catal¨¢n¡± estar¨¢ resuelto, porque ¨¦l ser¨¢ presidente del Gobierno. Oy¨¦ndoles, y leyendo la opini¨®n progresista, parece como si la izquierda, y especialmente los partidos socialistas (PSOE y PSC), fueran ajenos y exteriores al enredo y no tuvieran responsabilidad en ¨¦l.
Por el contrario, alguna responsabilidad tienen. Recordemos que para alcanzar la presidencia de la Generalitat Pasqual Maragall form¨® una coalici¨®n ¡°de izquierdas¡± con ICV y con la ERC de Carod. No voy a exponer ahora qu¨¦ es ERC; no, no mencionar¨¦ los desfiles de masas uniformadas, las llamas votivas a los ca¨ªdos, el culto a himnos y banderas, los desfiles nocturnos con antorchas (sic), el discurso xen¨®fobo de sus sucesivos l¨ªderes desde Herrera a Carod, el matonismo de sus juventudes ni el proyectado golpe de Estado, que no otra cosa es la llamada Declaraci¨®n Unilateral de Independencia de Junqueras. Lo significativo del pacto Maragall-Carod es que rompi¨® un tab¨²: ¡°ser de izquierdas¡± o ¡°ser progresista¡± quer¨ªa decir hasta entonces, por lo menos aqu¨ª y entre otras cosas, desde?ar el chovinismo, pensar en t¨¦rminos de la comunidad humana internacional, aspirar a cierto ¡°cosmopolitismo¡± de los derechos y del esp¨ªritu (un concepto que provoca urticaria entre la gente que ama sus ¡°ra¨ªces¡±, su ¡°pertenencia¡±, su ¡°identidad¡±). El nacionalismo era por definici¨®n rancio y s¨®lo aceptable para los c¨ªnicos, para los carlistas y para cuatro frikis. Maragall, coronado como pr¨ªncipe de la modernidad municipal en el 92, rompi¨® ese tab¨². ?l desempolv¨® la palabra ¡°patriota¡± como elogio¡ para aplic¨¢rselo, adem¨¢s, a Jordi Pujol. Despu¨¦s de 23 a?os de nacionalismo conservador instaur¨® un nacionalismo de izquierdas cuya primera tarea fue redactar un nuevo Estatuto de Autonom¨ªa divisorio, conflictivo, que nadie le hab¨ªa pedido y del que ¨¦l mismo dijo: ¡°Ya tenemos una nueva Constituci¨®n, una nueva ley fundamental en Catalu?a¡±, en la cual, qu¨¦ bien, ¡°el Estado tiene un car¨¢cter meramente residual¡±.
No vale la pena volver sobre aquello, ni sobre los extra?os viajes de Carod, ni sobre las multas ling¨¹¨ªsticas, ni sobre la atm¨®sfera de aquel tiempo, ni sobre tantas iniciativas perniciosas que dieron pie al nacimiento de nuevos partidos que han venido a disputarle a los socialistas su electorado. En demasiados aspectos los tripartitos prolongaron el pujolismo all¨ª donde Pujol no se hab¨ªa atrevido a llegar y sembraron el desaf¨ªo de hoy: fue Jos¨¦ Montilla quien siendo el mayor representante del Estado en Catalu?a encabez¨® una multitudinaria manifestaci¨®n contra las correcciones del Tribunal Constitucional al Estatut, mani de la que por cierto tuvo que salir huyendo, acosado por la masa a la que hab¨ªa convocado. ?Me alegra que en el Senado est¨¢ a salvo de s¨ª mismo!
?Ha regresado ya la eurodiputada socialista Maria Bad¨ªa de denunciar en Bruselas las agresiones del Ej¨¦rcito espa?ol a Catalu?a? ?No? ?Sigue all¨ª, a lo suyo?... En aquellos a?os tan pr¨®ximos aunque parecen remotos ya se ve¨ªa la necesidad que en Catalu?a tenemos de esos trenes que don Julio Caro recomendaba para el Pa¨ªs Vasco. Y el mal se ha agravado con nuevos s¨ªntomas en las ¨²ltimas semanas: Mas reinventa la democracia de partido ¨²nico: un Volk, una Idea, un Horizonte, un L¨ªder (?¨¦l mismo, sin ir m¨¢s lejos!) y una Lista. Cada vez hay m¨¢s gente agitando la bandera separatista al ritmo infatigable de una pila Duracell. Dos c¨®micos sin gracia ¡ªllamados Toni Soler y ¡°Mikimoto¡±¡ª pastorean a un tropel de historiadores-de-lo-nunca-sucedido, en tricentenarios y museos que demuestran que la guerra de Sucesi¨®n y la Guerra Civil las libr¨® Espa?a contra Catalu?a, mientras otros simposios establecen que Cervantes escribi¨® el Quijote en catal¨¢n y la perrita Laika era de Palafrugell, lo mismo que Steve McQueen¡ Todo a cargo del erario p¨²blico y con la Generalitat en quiebra.
El di¨¢logo es hoy m¨¢s necesario que nunca. Di¨¢logo para mejorar leyes y reformarlas¡
Seamos serios: los trenes deber¨ªan dispersar su cargamento psiqui¨¢trico por todo el territorio, pues al fin y al cabo un Estado que lleva su inconsciencia o su masoquismo hasta el extremo de financiar a sus propias instituciones auton¨®micas para que estas lo combatan y procuren despiezarlo, sin duda necesita toda la ayuda profesional que pueda recabar.
Dada la responsabilidad, siquiera parcial o compartida, que han tenido las izquierdas en esta actualidad descabellada, dudo de que el PSOE o el PSC anden sobrados de legitimidad para proponer por su cuenta y riesgo, y menos despu¨¦s de negociar con quien declara enemigo al Estado y alardea de ¡°enga?arlo con astucia¡±, reformas constitucionales, federalismos, terceras o cuartas v¨ªas, asimetr¨ªas y fildurcios que de todas maneras no aplacar¨¢n la sed insaciable de soberan¨ªa de los que han sido educados en el desprecio y aborrecimiento de todo lo que suene a espa?ol, en el chovinismo y en un sentimiento de agravio ya muy fosilizado.
?Excluye la psicoterapia el recurso al di¨¢logo? Todo lo contrario. Es hoy m¨¢s necesario que nunca. Di¨¢logo entre los partidos nacionales comprometidos en la defensa de la ciudadan¨ªa y el Estado, y especialmente entre los que en un futuro cercano quiz¨¢s se ver¨¢n obligados a compartir responsabilidades de Gobierno, adem¨¢s en condiciones econ¨®micas y sociales no ideales. Di¨¢logo para que los especuladores de la pol¨ªtica no cuenten con sacar tajada de tal cambio de Gobierno o de tal crisis. Di¨¢logo para mejorar leyes y reformarlas¡ entre ellas, la que castigue la irresponsabilidad y la deslealtad para con los ciudadanos, especialmente en momentos cr¨ªticos como los que padecemos y los que se anuncian para el inmediato porvenir.
Ignacio Vidal Folch es escritor.
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