C¨®mo aprender de los malos ejemplos
Una de las poqu¨ªsimas ventajas que tiene envejecer es que vas acumulando unos cuantos apocalipsis personales a la espalda
Los de la Escuela de Humanidades de Madrid, que son una serie de locos maravillosos con ideas tan pintorescas como brillantes, me acaban de proponer que participe en un minicurso que impartir¨¢n el a?o que viene sobre el atasco. As¨ª, sin m¨¢s. O sea, la cosa consiste en que una serie de escritores profesionales vayamos a hablar con los alumnos de los bloqueos, parones, p¨¦rdidas de resuello y confianza, angosturas, desfiladeros apenas practicables, ansiedades paralizadoras y otras peque?as torturas que hemos atravesado a lo largo de nuestra andadura literaria. He dicho que s¨ª, porque la idea me ha parecido genial. Siempre he pensado que una aprende tanto de los modelos positivos como de los negativos; yo, al menos, he aprendido much¨ªsimo observando el comportamiento de aquellas personas que, siendo m¨¢s inteligentes y talentosas que yo, por ejemplo, han conseguido hacer de sus vidas un disparate a base de pereza, o de falta de rigor, o de exceso de vanidad (normalmente causada por una inseguridad mal asumida), p¨¦rdida de contacto con la realidad, ambiciones econ¨®micas escandalosamente desmedidas (no te puedes llevar el dinero a la tumba), abyecta pleites¨ªa ante el poder o necia y desorbitada necesidad de sentirse poderosos ellos mismos, por nombrar algunas de las causas m¨¢s habituales de la perdici¨®n. Que ellos, que de partida val¨ªan m¨¢s que yo, se estrellaran en la vida de esa manera, me indic¨® lo peligrosos que eran los cantos tentadores de esas sirenas y me hizo redoblar el cuidado.
Todo el p¨¢rrafo anterior se refiere a los escritores, a modelos de escritores que se fueron al garete, seg¨²n mi punto de vista. Pero el sistema de los ejemplos negativos funciona en todos los registros de la vida. De hecho, creo que la atinada idea de la Escuela de Humanidades se podr¨ªa aplicar en general. Basta de libros y cursos de autoayuda impartidos por supuestos sabios seren¨ªsimos, por santones y gur¨²es de la existencia que aparentan conocerlo todo y haber rozado el Nirvana con los dedos. Yo quiero profesores rotos y manchados, calamitosos humanos capaces de mostrarme sus derrotas, sus equivocaciones, sus frustraciones. S¨ª; hay que hablar de los atascos y desdramatizarlos, porque a fin de cuentas el ser humano es un bicho tan tenaz que suele seguir adelante pese a todo.
Yo quiero profesores rotos y manchados, calamitosos humanos capaces de mostrarme sus derrotas, sus equivocaciones, sus frustraciones¡±
De modo que, al calor de la propuesta me puse a pensar en los parones que he vivido. Primero, claro, en la literatura. Tras mi tercera novela, Te tratar¨¦ como a una reina, me bloque¨¦ y no pude escribir nada de ficci¨®n durante casi cuatro a?os. Fue un tiempo de plomo, una vida en blanco y negro de la que parec¨ªan haber sido extirpadas no s¨®lo la creatividad, sino tambi¨¦n las emociones. Al perder la capacidad de convertir el mundo en im¨¢genes literarias, me qued¨¦ sin coraz¨®n: ya no pod¨ªa seguir sintiendo las cosas. Cre¨ª que ese don se hab¨ªa ido para siempre y me aterroric¨¦; pero volvi¨®, tan enigm¨¢ticamente como se hab¨ªa ido. La vida es un misterio.
Luego he seguido teniendo momentos de atasco en mi escritura, siempre menores a ese pero sustanciales, porque en alg¨²n caso me hicieron abandonar una novela ya largamente trabajada y por la que de repente perd¨ª la pasi¨®n. Pero m¨¢s importantes a¨²n han sido los atascos vitales, los p¨¢ramos pelados de la existencia, esos periodos de tu vida en los que crees que todo se ha acabado, que el futuro es, en el mejor de los casos, una repetici¨®n amarga y mortecina, y en el peor, una ca¨ªda vertiginosa.
Una de las poqu¨ªsimas ventajas que tiene envejecer es que vas acumulando unos cuantos apocalipsis personales a la espalda. Es decir: ya has aprendido que del fin del mundo se regresa. Cuando sufres tu primer desamor a los 14 a?os, crees que jam¨¢s volver¨¢ a sanar tu coraz¨®n; luego comprendes que te lo pueden romper cien veces m¨¢s y que aun as¨ª esa v¨ªscera loca seguir¨¢ latiendo apasionada. S¨ª, la existencia est¨¢ llena de atascos colosales, de horas y, a veces incluso, temporadas demasiado largas en las que te parece que ya no sabes vivir, en las que crees que no vas a poder salir adelante. Divorcios, duelos, p¨¦rdidas de empleo, fracasos, enfermedades, ruinas, traiciones de amigos, rupturas familiares, problemas con los hijos, con los padres, con la idea que tienes de ti mismo. La vida es un puro atasco, la verdad. Y, sin embargo, la inmensa mayor¨ªa de las veces se supera, se sale. Todo tiene remedio menos la muerte, e incluso la muerte de los otros puede llegar a asimilarse. Como dice la leyenda de aquella sortija m¨¢gica de las Mil y una noches, ¡°tambi¨¦n esto pasar¨¢¡±. No hay que olvidarlo.
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