¡°He escrito mucha mierda¡±
Ha vendido millones de libros. Pero Alberto V¨¢zquez Figueroa, escritor, inventor y vividor, quiere pasar a la historia por paliar el hambre en el mundo. Cuenta c¨®mo en su ¨²ltima novela
Hace tiempo que perdi¨® la cuenta de todos los libros que ha escrito y vendido. Calcula que, centenares de miles arriba o abajo, habr¨¢ despachado unos 30 millones de los m¨¢s de 80 vol¨²menes que ha publicado en 60 a?os de carrera. Tuareg, ?bano, Oc¨¦ano. T¨ªtulos ¨¦picos que le convirtieron en el rey espa?ol del libro de aeropuerto en los ochenta, en franca competencia con los muy anglosajones King, Clancy y Follet. Trepidantes historias que se leen en un vuelo y que, a veces, en un vuelo se olvidan. ?l lo sabe. Y lo remacha sin remilgos: ¡°He escrito mucha mierda en mi vida¡±. Consciente de que probablemente nunca ser¨¢ un cl¨¢sico de las letras, Alberto V¨¢zquez Figueroa est¨¢ empe?ado sin embargo en ser recordado por su ¨²ltima novela, Hambre (Ediciones B). En ella, detalla el invento aut¨®grafo con el que cree haber hallado un remedio a la desnutrici¨®n en ?frica y desea pregonarlo urbi et orbe.
¡°No soy buen escritor, pero s¨ª un buen contador de historias. No soy un cient¨ªfico, pero tengo sentido com¨²n, doy vueltas a las cosas, y ahora he visto algo que he tenido delante las narices desde ni?o y que puede ayudar a millones de personas. ?C¨®mo he podido ser tan gilipollas?¡±. Alto, grand¨®n y a¨²n apuesto, V¨¢zquez Figueroa conserva a sus 78 a?os casi todo el pelo albo, casi todo el brillo de los ojos azules y la labia ¨ªntegra que le hizo c¨¦lebre entre las se?oras de la escena social de la Espa?a de las primeras d¨¦cadas de la democracia. Eso tambi¨¦n lo sabe. Por eso despliega todo su encanto y su leyenda para vender un libro por el que, asegura, no ha cobrado un solo euro de adelanto y por el que, jura, se sentir¨ªa pagado si un solo ni?o subsahariano pudiera sobrevivir en su tierra gracias al sencillo artilugio que describe en sus p¨¢ginas y que pone a disposici¨®n del dominio p¨²blico gratis et amore.
Recibe el escritor-inventor en su casa de Madrid. Un piso alto de un edificio-barco de acero y cristal en cuyo v¨¦rtice-proa tiene instalado su estudio-egoteca. Las paredes amenazan con venirse encima y los cajones abajo de puro horror vacui. Primeras ediciones de los 25 idiomas a los que se han traducido sus libros. Carteles de las pel¨ªculas que en ellos se inspiraron. Cartapacios con las memorias de sus patentes, como la de su famosa desaladora de agua y su proyecto para convertir el Mar Muerto en fuente inagotable de energ¨ªa. Y fotos, muchas fotos.
Del autor, jovenc¨ªsimo, con el m¨ªtico Cousteau, su ¡°maestro¡±, y no solo de submarinismo. Del autor, treinta?ero, en los frentes de batalla que cubri¨® como corresponsal de guerra. Del autor, siempre, con las espectaculares mujeres que fueron sus novias o esposas. La ¨²ltima, Iche, una llamativa belleza madura, ha franqueado la entrada a su guarida antes de dejarlo a solas con la visita. Las mujeres, confiesa el autor, han sido y son el gran placer de su existencia. ¡°El gran motor de mi vida es la seducci¨®n. No fumo ni bebo ni me drogo. Pero nunca he sido fiel, ni lo ser¨¦. Mi mujer lo sabe. Y yo no soy tan imb¨¦cil como para creer que te van a ser fiel si no quieren¡±. Solo por debajo de la primera y principal, sit¨²a V¨¢zquez Figueroa sus otras pasiones: ¡°Bucear, la adrenalina del peligro, y escribir, siempre escribir¡±. Por eso escribe compulsivamente. Por puro gusto. Ahora lleva veinte d¨ªas sin parir una l¨ªnea y est¨¢ ¡°fastidiado, por no decir jodido¡±.
Lo dem¨¢s: todo el dinero que ha ganado a espuertas y que, jura, se han llevado sus inventos y los sucesivos ministros de Hacienda¡ª¡°soy el mayor contribuyente del pa¨ªs¡±, dice sin sonrojo¡ª, todo el poder y toda la gloria de este mundo, le traen sin cuidado ahora que es ¡°un viejo lleno de manchas y pellejos, con lo que uno ha sido¡±, bromea. Solo le teme, confiesa, al deterioro y los dolores que achican a algunos coet¨¢neos suyos que ¨¦l conoci¨® como gigantes y cuyos nombres prefiere omitir por piedad con el pr¨®jimo. ¡°Antes que me torturen la enfermedad o los m¨¦dicos, prefiero que me deg¨¹elle un yihadista, y tener un final digno¡±, suelta, provocador hasta las ¨²ltimas consecuencias.
Sobre el artefacto con el que sue?a con paliar el hambre en el mundo, ah¨ª van algunas pistas: el gofio con que ¨¦l mismo sobrevivi¨® de ni?o en el desierto donde fueron exiliados sus padres tras la Guerra Civil. Una placa de hierro. El sol del d¨ªa. Y el roc¨ªo de la noche.
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