Leyendo a Chatwin en la Patagonia
Cuando escribo esto son casi las once de la noche en Punta Arenas (Chile), pero a¨²n es de d¨ªa. Hay una claridad extra?a que dice que es pronto para irse a la cama, aunque el cuerpo y los 12.247 kil¨®metros y casi 20 horas de vuelos y aeropuertos que llevo encima opinen lo contrario. Solo queda leer.
Un ni?o, un trozo de piel de brontosaurio, una tierra remota. Con estos elementos se inicia En la Patagonia, el libro con el que Bruce Chatwin debut¨® a los 37 a?os y con el que alcanzar¨ªa la fama como escritor. Con ¨¦l, y con los que le siguieron, contribuy¨® a crear un nuevo estilo en la literatura de viajes, una forma de escribir que ser¨ªa imitada hasta la saciedad.
Su vida fue intensa y fugaz. Cuando muri¨® en 1989, con apenas 48 a?os, dejaba tras de s¨ª una estela compuesta de seis libros, un pu?ado de art¨ªculos y una leyenda que ¨¦l mismo contribuy¨® a fomentar. Chatwin fue viajero, fabulador, sibarita, exc¨¦ntrico, caminante incansable, refinado, desgarbado e histri¨®nico. Los que le conocieron dicen que fascinaba tanto por su conversaci¨®n -que encontrar¨ªa una prolongaci¨®n natural en su prosa- como por su aspecto. Pose¨ªa una enorme capacidad de seducci¨®n. El marchante John Kasmin dijo de ¨¦l que era "hermoso hasta lo imposible". Fue comparado con Lawrence y tambi¨¦n con Rimbaud.
En 1966, con s¨®lo 25 a?os, el jovenc¨ªsimo experto en arte impresionista y antig¨¹edades es uno de los directores estrella de Sotheby's. Durante esa ¨¦poca, Chatwin se manifiesta como un esteta con un gusto que se inclina tanto por lo austero como por lo suntuoso. Se siente como pez en el agua en el ambiente de lujo y boato de la jet set brit¨¢nica, pero ama la austeridad y la vida espartana. Le atrae la belleza sencilla de los objetos utilitarios en las culturas primitivas: un pareo hawaiano que parece un matisse, una bandeja turca utilizada para acarrear pescado, los dibujos en corteza de los abor¨ªgenes australianos... Ese gusto por las formas simples se manifiesta en la colecci¨®n de fotograf¨ªas publicada despu¨¦s de su muerte, junto con los extractos de sus cuadernos de viaje: las fachadas de chapa ondulada de una tienda en Nouakchott, en Mauritania; las manos blancas impresas en la pared de una cueva prehist¨®rica; la chimenea de una casa que se yergue solitaria en un desolado paraje de la Patagonia.
Posteriores episodios contribuyen a alimentar la leyenda. En su libro Los trazos de la canci¨®n cuenta c¨®mo un ma?ana se despert¨® casi ciego. "Ha estado mirando cuadros demasiado cerca. ?Por qu¨¦ no los cambia por horizontes m¨¢s amplios?", le dice el especialista que le examina. Chatwin sigue el consejo al pie de la letra. En la cima de su carrera abandona la galer¨ªa y se marcha a Sud¨¢n. All¨ª entre v¨ªboras y guerreros con escudos de piel de elefante, aprende a leer las huellas de la arena. Se muestra fascinado por los n¨®madas, "esas vidas invisibles a la pala del arque¨®logo, que pasan por la historia sin dejar tras ellas ning¨²n estrato quemado".
Corren los primeros a?os setenta. Chatwin abandona los estudios de arqueolog¨ªa que hab¨ªa comenzado en Edimburgo y empieza a colaborar con el suplemento semanal del Sunday Times. Son los tiempos gloriosos de la revista, cuando David Bailey, que inspir¨® el protagonista de la pel¨ªcula Blow-up, fotograf¨ªa el glamour de la sociedad londinense mientras su colega Don McCullin cubre Vietnam y la guerra de Biafra. Durante varios a?os, publica con gran ¨¦xito ensayos, relatos, semblanzas y cr¨®nicas de viaje. En sus textos period¨ªsticos (en los que a menudo coquetea con la ficci¨®n) traza con gran vivacidad los perfiles de los personajes que entrevista; sus descripciones tienen la frescura y transparencia de una acuarela.
En 1974, cuando se encuentra de nuevo en la c¨²spide, se despide del peri¨®dico. Dicen que envi¨® un telegrama al director, Magnus Linklater, con un lac¨®nico: "Me marcho a Patagonia". As¨ª da comienzo su breve y fruct¨ªfera etapa de novelista.
P. D. - Ma?ana zarpar¨¦ en el Stella Australis hacia las fr¨ªas soledades australes (queda muy intenso, lo s¨¦, pero me mor¨ªa de ganas de escribirlo), all¨ª donde no hay tele ni WiFi.
Comentarios
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.