Que Rusia encuentre su lugar
Las sanciones da?an a Putin pero tambi¨¦n pueden generar una reacci¨®n nacionalista
En su famoso art¨ªculo publicado como Xen 1947, George F. Kennan sostuvo que la hostilidad de la Uni¨®n Sovi¨¦tica hacia Estados Unidos era pr¨¢cticamente inevitable, ya que no nac¨ªa de un conflicto cl¨¢sico de intereses entre grandes potencias, sino de un nacionalismo y una inseguridad profundamente arraigados. Lo mismo puede decirse del conflicto actual entre la Rusia de Vlad¨ªmir Putin y Occidente: es, desde la ra¨ªz, un choque entre los valores supuestamente universales de Occidente y la b¨²squeda rusa de una identidad distintiva.
La lucha de un pa¨ªs por su identidad puede moldear su comportamiento estrat¨¦gico. El ethos misionero de la civilizaci¨®n estadounidense ayuda a explicar su conducta como potencia global. El resurgimiento del islamismo es, en esencia, la b¨²squeda de una identidad satisfactoria por parte de una antigua civilizaci¨®n abrumada por los desaf¨ªos de la modernidad. Y el ¨¦nfasis de Israel en su identidad jud¨ªa se ha vuelto un obst¨¢culo imponente al logro de la paz con los palestinos.
La desafiante pol¨ªtica exterior de Putin es una respuesta (en la que participan una tradici¨®n pol¨ªtica autoritaria, los dogmas reaccionarios del cristianismo ortodoxo y el orgullo por la vasta geograf¨ªa y las riquezas naturales de Rusia) a la humillante p¨¦rdida de un imperio. En la derrota de Rusia en la guerra fr¨ªa, Putin ve la necesidad de exaltar las ra¨ªces no occidentales de la historia y la tradici¨®n rusas, y para hacerlo vuelve a los mismos valores conservadores surgidos en respuesta a la invasi¨®n napole¨®nica de 1812, que frustraron los intentos modernizadores de Pedro el Grande.
Hace poco, el subdirector de la oficina de la presidencia, Vyacheslav Volodin, dijo en una reuni¨®n del Club de Discusi¨®n Valdai en Sochi, que ¡°Putin es Rusia y Rusia es Putin¡±; al hacerlo, expresaba una profunda realidad rusa. En ning¨²n otro pa¨ªs, la persona del gobernante (de Catalina la Grande e Iv¨¢n el Terrible a Lenin y Stalin) dej¨® una marca tan profunda en la historia nacional.
Rusos y occidentales deben dise?ar un acuerdo de paz para el este de Ucrania
Pero el putinismo no se puede reducir a la mera ansia de poder. Putin sabe que el resurgimiento internacional de Rusia necesita apoyarse sobre un contrapunto al excepcionalismo estadounidense, una identidad nacional basada en una concepci¨®n distinta de la historia y unos ideales propios.
Como declar¨® el a?o pasado, la ca¨ªda de la Uni¨®n Sovi¨¦tica asest¨® un ¡°golpe devastador¡± a los ¡°c¨®digos culturales y espirituales¡± de Rusia y los posteriores ¡°intentos de civilizar a Rusia desde el exterior¡± no fueron sino una ¡°copia primitiva¡±. Rusia no debe esperar que una ideolog¨ªa nacional aparezca por s¨ª sola; por el contrario, debe buscar y desarrollar su identidad propia, bajo el liderazgo de Putin.
El establecimiento de esa identidad incluye necesariamente garantizarle a Rusia un lugar en un nuevo orden mundial. Para ello, Putin sac¨® el m¨¢ximo provecho diplom¨¢tico de las vastas reservas de gas y petr¨®leo de Rusia, que permitieron al Kremlin establecer alianzas con las potencias asi¨¢ticas emergentes, especialmente China. Si se sigue la propuesta de algunos funcionarios rusos de iniciar un proyecto identitario a gran escala basado en el desarrollo del inmenso territorio al este de los montes Urales, incluidos Siberia y el conf¨ªn oriental, Rusia tendr¨ªa una oportunidad inmejorable de profundizar esas conexiones.
M¨¢s en general, el desaf¨ªo de Putin a la hegemon¨ªa estadounidense puede granjearle el apoyo de pa¨ªses y pueblos de todo el mundo que toman mal la imposici¨®n de valores y normas estadounidenses. De hecho, para muchos actores internacionales, las ideas occidentales de tolerancia y correcci¨®n pol¨ªtica (por ejemplo, la aceptaci¨®n de ¡°estilos de vida no tradicionales¡± como la homosexualidad) son, en palabras de Putin, una afronta a la ¡°diversidad que Dios ha dado al mundo¡±.
Pero Putin no se limita a predicar valores. La anexi¨®n de Crimea y la desestabilizaci¨®n continua de Ucrania son herramientas de su ambici¨®n m¨¢s amplia: revivir el dominio cultural y pol¨ªtico de Rusia en Eurasia y gran parte del espacio de la ex Uni¨®n Sovi¨¦tica. Para Putin, el Tratado de Yalta de 1945, por el que Occidente y la Uni¨®n Sovi¨¦tica se dividieron Europa, sigue en pie, s¨®lo que sus fronteras se corrieron hacia el este.
El desaf¨ªo de Putin a la hegemon¨ªa estadounidense puede granjearle el apoyo? de otros pa¨ªses
No es trivial que, tras el debate de numerosos desaf¨ªos globales en la reciente reuni¨®n de Valdai, el ministro de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov, haya se?alado que una manifestaci¨®n de rusos ¨¦tnicos en Chisinau (Kishinev), la capital de Moldavia, era ¡°el asunto m¨¢s importante¡± que hab¨ªa que encarar. La Rusia de Putin no se anda con vueltas cuando se trata de la unidad ¨¦tnica.
Claro que Occidente (en particular Estados Unidos) carga su cuota de responsabilidad por no haber hallado una soluci¨®n diplom¨¢tica al conflicto actual con Rusia. No se lograr¨¢ una paz duradera si antes Estados Unidos no reflexiona sobre los errores que caracterizaron su periodo hegem¨®nico tras el fin de la guerra fr¨ªa, cuando sus aventuras militares unilaterales y sus ambiciones neoimperiales le dejaron sobreexigido, sobreendeudado y empantanado en una guerra perpetua.
Sin esa introspecci¨®n, es probable que Estados Unidos y sus aliados europeos sigan dependiendo de las sanciones econ¨®micas para disuadir a Rusia de su agresi¨®n. Pero aunque esto pueda debilitar la legitimidad de Putin al limitar la eficacia econ¨®mica de su Gobierno, tambi¨¦n puede generar una reacci¨®n nacionalista antioccidental. Adem¨¢s, como se?al¨® el viceprimer ministro, Igor Shuvalov, las sanciones pueden terminar siendo una bendici¨®n, al obligar al Kremlin a diversificar la econom¨ªa rusa basada en los commodities.
Las identidades nacionales no son negociables, pero la diplomacia puede diluir sus manifestaciones agresivas. Es tiempo de que los l¨ªderes de Rusia y Occidente dise?en un gran acuerdo de paz en el este de Ucrania, que trascienda el Protocolo de Minsk y aborde las cuestiones de seguridad global y control de armamentos que impidieron la cooperaci¨®n en asuntos tales como la guerra civil en Siria y el programa nuclear de Ir¨¢n.
Rusia no necesita trastocar el orden global actual, basta con que encuentre su lugar en ¨¦l. Y Estados Unidos debe permit¨ªrselo.
Shlomo Ben-Ami, ex ministro israel¨ª de Asuntos Exteriores, es vicepresidente del Centro Internacional de Toledo para la Paz y autor del libro Cicatrices de guerra, heridas de paz: la tragedia ¨¢rabe-israel¨ª.
?Copyright: Project Syndicate, 2014.
Traducci¨®n: Esteban Flamini
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