El viernes, 5 de diciembre, fallec¨ªa en el palacio de Stuyvenberg, a las afueras de Bruselas, la espa?ola Fabiola de Mora y Arag¨®n, que se convirti¨® en 1960 en reina de los belgas tras casarse con el rey Balduino. EL PA?S le dedic¨® una necrol¨®gica, que se public¨® esa misma noche en la edici¨®n digital, y al d¨ªa siguiente en la edici¨®n impresa. El texto, titulado Muere Fabiola de B¨¦lgica, la reina espa?ola, conten¨ªa algunos errores que han merecido una dura carta de una lectora.
Mar¨ªa Rodr¨ªguez Santamar¨ªa, lectora asidua de EL PA?S, me envi¨® el mismo s¨¢bado 6 de diciembre, un mensaje en el que, tras recordar que la noticia de la muerte de la reina Fabiola era la segunda m¨¢s le¨ªda en la edici¨®n digital de ese d¨ªa, pasaba a se?alar:
?Es posible que haya una errata que haga incomprensible la primera frase? ?C¨®mo puede ser que en una primera versi¨®n la corresponsal se equivoque con el nombre de la actual reina de los belgas? ?C¨®mo es posible que al realizar la correcci¨®n nadie se percate de otros errores? ?No tienen ustedes departamento de edici¨®n digital? ?C¨®mo puede ser que la corresponsal diga que tuvo nietos una persona que no tuvo hijos? Hay inexactitudes varias en la cr¨®nica, es m¨¢s, yo dir¨ªa que es m¨¢s completa la informaci¨®n de la Wikipedia, por no hablar de cuestiones de estilo, estructura de p¨¢rrafos y lo descuidado de la redacci¨®n. Al leer la cr¨®nica da la impresi¨®n de que la Reina Fabiola nunca vivi¨® en Espa?a, entre otras observaciones en cuanto al contenido.
El mensaje a?ad¨ªa: ?Es esto lo que debemos esperar de un corresponsal acreditado en una ciudad que genera noticias de gran calado como Bruselas? ?Es la misma persona que informa de los acontecimientos relativos a la Uni¨®n Europea y a la OTAN? ?No era ¨¦sta una de esas cr¨®nicas previsibles que se deben tener medio escritas, al menos en sus datos esenciales, teniendo en cuenta el delicad¨ªsimo estado de salud de la fallecida? ?No hay un redactor jefe que se encarga de la edici¨®n de los textos y de vigilar la calidad de los contenidos? Con independencia de las simpat¨ªas o antipat¨ªas que despierte la figura de Fabiola a su corresponsal o a su peri¨®dico, el desempe?o profesional y el buen hacer de su diario han dejado much¨ªsimo que desear en este caso.
He decidido abordar tan demoledora carta para explicar, detalladamente, lo que ocurri¨® esa tarde-noche del 5 de diciembre, y dar satisfacci¨®n a las preguntas de esta lectora. En primer lugar, he solicitado una respuesta a la autora del texto, Luc¨ªa Abell¨¢n, que escribe lo siguiente:
He le¨ªdo el mensaje de la lectora y lamento mucho haber escrito lo que parece haber sido una necrol¨®gica (no una cr¨®nica, como ella dice) desafortunada. En primer lugar, he de decir que tuve poco m¨¢s de una hora para preparar ese texto, que alude a un personaje muy presente en la vida p¨²blica belga hasta hace unos a?os, pero pr¨¢cticamente desaparecido desde 2012, el a?o en el que empec¨¦ mi corresponsal¨ªa en Bruselas. Ninguna de las dos cosas me justifica, porque un corresponsal debe saber informar casi de cualquier cosa que suceda en su ¨¢mbito territorial, pero s¨ª explica el escaso conocimiento que yo pod¨ªa tener del personaje y mi falta de recursos ante un cierre tan ajustado. Seguramente lo m¨¢s sensato habr¨ªa sido explicar estas circunstancias y solicitar a quien me encarg¨® el texto que hiciese la petici¨®n a otra persona m¨¢s cualificada.
A partir de ah¨ª, admito el fallo en el nombre de la actual reina, que fue corregido, y el inmenso error de escribir nietos cuando lo correcto era sobrinos. Pero no s¨¦ cu¨¢les son los errores o inexactitudes restantes. Y en cuanto a la omisi¨®n del verbo en la primera frase, en el texto original que envi¨¦ estaba correcto. Recopil¨¦ mi informaci¨®n de varias fuentes, entre ellas los dos principales diarios belgas franc¨®fonos, Le Soir y La Libre Belgique, que s¨ª ten¨ªan preparadas completas biograf¨ªas, y de las agencias (principalmente Efe).
Respecto a la faceta espa?ola de su vida, Fabiola se convirti¨® en un personaje p¨²blico gracias a su funci¨®n como reina de los belgas y por ello me centr¨¦ en esa etapa. Entiendo que por eso se me pide a m¨ª la necrol¨®gica y no a otra persona de la redacci¨®n en Madrid. Mencion¨¦, no obstante, algunos aspectos de su vida anterior a la boda con Balduino. Despu¨¦s de redactar el texto, lo envi¨¦ por correo electr¨®nico a la persona que me lo encarg¨®, con el convencimiento de que ella, con m¨¢s criterio que yo en este asunto, lo supervisar¨ªa y cambiar¨ªa lo que fuera necesario.
Finalmente, me parece injusto extender los recelos sobre mi labor period¨ªstica al resto de mi trabajo en Bruselas. Las necrol¨®gicas representan un g¨¦nero muy particular del periodismo, en el que el redactor no habla necesariamente de lo que ha vivido o conocido de primera mano, como s¨ª ocurre en las noticias, cr¨®nicas, reportajes o entrevistas que escribo en m¨ª d¨ªa a d¨ªa. La precisi¨®n y el rigor gu¨ªan siempre mi trabajo y nunca he vivido una ocasi¨®n en que se pusieran en tela de juicio. Como dije al principio, seguramente el error fue aceptar el encargo.
La noticia de la muerte de la reina viuda Fabiola de B¨¦lgica, que contaba 86 a?os de edad, fue recogida por las agencias Efe y Europa Press de inmediato. Efe envi¨® el primer cable poco despu¨¦s de las 19.00 horas del viernes. Mabel Galaz, redactora de la secci¨®n Estilo, experta en temas de la realeza, redact¨® un primer alcance para la web sirvi¨¦ndose de material de agencias. Seg¨²n me ha explicado, cuando se le pidi¨® que redactara una necrol¨®gica sobre Fabiola, y dado que estaba cerrando la Revista de S¨¢bado, sugiri¨® que lo mejor era reclamar el tema a la delegaci¨®n de Bruselas, donde EL PA?S cuenta con dos corresponsales de plantilla y un colaborador. Ella misma realiz¨® el encargo, pasadas las 20.00 horas, a la corresponsal Luc¨ªa Abell¨¢n que, efectivamente, tuvo m¨¢s o menos una hora para redactar esta cr¨®nica.
Como la propia Abell¨¢n admite, el hecho de no haber coincidido, por motivos generacionales, con la etapa de reinado de Fabiola de B¨¦lgica, no le exime de los errores cometidos, ni los justifica. Pero s¨ª creo que redactar una cr¨®nica sobre un personaje del que se sabe poco mientras apremia el cierre del diario es una receta infalible para cometer errores. Errores que se agravaron cuando a la 21.35, lleg¨® la cr¨®nica a manos de Mabel Galaz, y ¨¦sta, ya con un pie fuera del peri¨®dico, la reenvi¨® a la mesa de ¨²ltima hora, y a la mesa de cierre, para ser editada con destino a la edici¨®n digital, y a la edici¨®n impresa, respectivamente.
Elsa Granda, redactora-jefa de la secci¨®n de ?ltima hora, estaba ausente ese d¨ªa, en el que comenzaba, por cierto, uno de los puentes m¨¢s famosos del calendario oficial espa?ol. Aun as¨ª ha hecho las oportunas averiguaciones para reconstruir lo que pas¨®:
Efectivamente, como Mabel Galaz afirma, ella encarg¨® a las personas que estaban de guardia en ?ltima Hora la publicaci¨®n del texto que posteriormente enviar¨ªa la corresponsal; no obstante, cuando se dispon¨ªan a hacerlo, una persona de la secci¨®n Estilo les inform¨® de que se encargar¨ªa ella. La Mesa y ?ltima Hora son secciones trasversales que dan apoyo a otras secciones del peri¨®dico que lo necesiten. La pr¨¢ctica habitual es ceder las piezas a esas secciones cuando ¨¦stas lo reclaman. Quiz¨¢s en este caso el fallo pudo ser no preguntar si hab¨ªa una contraorden a la dada inicialmente por M¨¢bel Galaz, pero nadie pod¨ªa imaginar que la persona que pidi¨® el texto lo hiciera por iniciativa propia. Lamentablemente, la persona en cuesti¨®n carec¨ªa de los conocimientos suficientes sobre las Casas Reales europeas para realizar ese trabajo.
Adem¨¢s, en el paso del texto de una secci¨®n a otra desapareci¨® una palabra del primer p¨¢rrafo haci¨¦ndolo moment¨¢neamente incomprensible. En cuanto a los otros dos errores que inclu¨ªa, no fueron detectados. Uno de ellos se ¡®col¨®¡¯ incluso en la edici¨®n impresa, que edit¨® un redactor de cierre. Me hago cargo de que la tensi¨®n del cierre puede haber contribuido a ello decisivamente, pero nada justifica que ni la autora del texto, ni los redactores de Ultima Hora y Mesa de Cierre, se tomaran la molestia de leer una segunda vez la necrol¨®gica de Fabiola de B¨¦lgica, con vistas a la segunda edici¨®n.
Coincido plenamente con la lectora en que la muerte de Fabiola, que llevaba meses enferma, debiera haberse previsto. La muerte no suele tener la gentileza de atenerse a los horarios de cierre de los peri¨®dicos, raz¨®n por la cual es habitual preparar con antelaci¨®n las notas necrol¨®gicas de personajes famosos por cuya vida se teme, ya sea por edad avanzada o enfermedad grave. Tambi¨¦n estoy de acuerdo en que los errores son inadmisibles, aunque hay que comprender que en el peri¨®dico se escriben decenas de miles de palabras cada d¨ªa e, inevitablemente, se cometen y se seguir¨¢n cometiendo errores, aunque es obvio que hay que esforzarse m¨¢s por evitarlos. Tambi¨¦n coincido con la lectora en que la figura de Fabiola de B¨¦lgica, cuya boda, en 1960, fue todo un acontecimiento en Europa, y en Espa?a en particular, hubiera merecido algo m¨¢s de atenci¨®n por parte del peri¨®dico.
Dicho esto, no comparto en absoluto las dudas que plantea sobre la capacidad profesional de Luc¨ªa Abell¨¢n, como corresponsal en una capital que genera informaciones de gran calado sobre la Uni¨®n Europea o la OTAN. Muy al contrario, creo que es la obligada especializaci¨®n en estos temas, la que hace que los corresponsales en Bruselas se vean absorbidos permanentemente por la vor¨¢gine de la pol¨ªtica comunitaria, sin tiempo para nada m¨¢s.
Comentarios
Independientemente de todo, esta mujer me parece que era una gran persona, gracias por hablar de ello en el art¨ªculo tal como expresa el t¨ªtulo.
Estimada Se?ora Gal¨¢n:Quisiera manifestarle, en primer lugar, mi agradecimiento por el tiempo y el inter¨¦s que se ha tomado en responder a mi carta y en tratar de esclarecer las circunstancias que rodearon la publicaci¨®n de la necrol¨®gica y que motivaron mi queja como lectora.Sin ¨¢nimo de proseguir con la pol¨¦mica, solo quisiera puntualizar algunos aspectos de lo que, tanto usted como su corresponsal en Bruselas, afirman en el post de su secci¨®n.Considero que mi escrito no debe ser calificado de "carta demoledora", yo no lo remit¨ª con la intenci¨®n de destruir nada, m¨¢s bien buscaba aclaraciones sobre los procedimientos de su peri¨®dico en un caso en el que se cometieron muchos errores inaceptables, como usted misma reconoce.La necrol¨®gica ha suscitado, adem¨¢s de mi carta, 45 comentarios de lectores de elpais.es, como puede verse en su web. Un n¨²mero importante de ellos se queja de inexactitudes, mala redacci¨®n y fallos evidentes de contenido.La correcci¨®n relativa a la existencia de nietos de la Reina Fabiola solo se hizo despu¨¦s de que usted y yo nos intercambi¨¢ramos correos electr¨®nicos, el d¨ªa 8 de diciembre, y le ped¨ª por favor que subsanasen un error tan evidente. La necrol¨®gica tiene fecha de 5 de diciembre 19:51 horas. El 8 de diciembre, a las 16:18, es decir, casi tres d¨ªas m¨¢s tarde, el texto segu¨ªa afirmando que la difunta ten¨ªa nietos. La palabra omitida en el primer p¨¢rrafo, que hac¨ªa que ¨¦ste resultara ilegible, se corrigi¨® m¨¢s o menos a la misma hora.Respecto a los comentarios que la autora del texto hace sobre mi carta, he de confesar que no me han convencido del todo los argumentos que esgrime. Me parece muy honesto por su parte admitir que no deb¨ªa haber aceptado escribir la necrol¨®gica, aunque esta observaci¨®n abre una cuesti¨®n mayor: ?Para qu¨¦ tienen ustedes, entonces, corresponsal en Bruselas? Y no uno, sino tres. A lo mejor alguno de ellos sab¨ªa algo de una compatriota que fue reina de los belgas durante m¨¢s de medio siglo. Afortunadamente, las necrol¨®gicas, por lo general, repasan las circunstancias vitales de personas que superan en edad, de largo, a los autores de las mismas; no creo que el ¡°decalage generacional¡± incapacite a nadie para realizarlas. Respecto al tiempo del que dispuso para elaborar la necrol¨®gica, tampoco me parece tan escaso como se sugiere. Creo que para alguien acostumbrado a tratar temas complejos, como las informaciones relativas a la UE y la OTAN, con las prisas inherentes al oficio, no debe de ser una tarea extraordinariamente dif¨ªcil redactar en una hora un breve apunte biogr¨¢fico sobre la Reina Fabiola. Ustedes tienen acceso a las biograf¨ªas de la Agencia EFE y a otros documentos que facilitan enormemente esta labor.Por otro lado, yo no calificar¨ªa el texto de necrol¨®gica, sino m¨¢s bien de mero apunte biogr¨¢fico coincidiendo con el deceso. Efectivamente, como se?ala la corresponsal, la necrol¨®gica es todo un g¨¦nero, con mayor tradici¨®n en el periodismo anglosaj¨®n, cuya elaboraci¨®n hubiera requerido realizar otras consideraciones sobre la importancia de la figura de Fabiola de B¨¦lgica y tal vez recurrir a alguna otra fuente. Al margen de los peri¨®dicos que cita la corresponsal, supongo que tendr¨¢ contactos en sitios como la Embajada de Espa?a en B¨¦lgica. A lo mejor alguien all¨ª le pod¨ªa haber ampliado su escasa informaci¨®n. Con independencia de la presencia p¨²blica mayor o menor de Fabiola en la vida social/oficial belga en los ¨²ltimos a?os o cuando se cas¨®, estamos hablando de una espa?ola que tendr¨¢ un lugar en la historia de ese pa¨ªs.En mi carta no entr¨¦ a valorar el contenido de la necrol¨®gica, que me pareci¨® pobre y no muy afortunado, aunque no lo se?al¨¦, cosa que s¨ª hicieron algunos lectores, como queda reflejado en los comentarios online. Una lectora se queja de la siguiente afirmaci¨®n que realiza la corresponsal en la necrol¨®gica: ¡°La nueva pareja real le pidi¨® a Fabiola que siguiera participando en la vida p¨²blica del pa¨ªs, acostumbrado a contemplar su elegancia y su inconfundible peinado en numerosos actos oficiales¡±. Me parece una afirmaci¨®n tan absurda como banal, impropia de El Pa¨ªs, un peque?o insulto al lector serio. Estamos hablando de una persona que, adem¨¢s de ser espa?ola, estuvo casi treinta a?os en el trono de un pa¨ªs con importantes v¨ªnculos hist¨®ricos con el nuestro. Creo que atendiendo a la relevancia y jerarqu¨ªa de datos hubi¨¦ramos agradecido que recogiera otro tipo de hechos y no el de su peinado: lo desconocido de las circunstancias en que conoci¨® a su marido, una vida marcada por la falta de descendencia, las profundas convicciones religiosas del matrimonio que caracterizaron su reinado, el episodio de la abdicaci¨®n y la crisis institucional que origina, su papel en la educaci¨®n de su sobrino y actual rey de los belgas¡En cuanto a los errores o inexactitudes de la necrol¨®gica, a los que hago referencia, y que la corresponsal no alcanza a comprender, se los explico. Adem¨¢s de equivocarse con el nombre de la actual reina y el lamentable cap¨ªtulo de los nietos, se afirma en la necrol¨®gica que ¡°su familia huy¨® de Espa?a en 1931, con la llegada de la Rep¨²blica. Recalaron en Biarritz, Par¨ªs y finalmente en Lausana (Suiza), donde Fabiola realiz¨® casi toda su formaci¨®n.¡± Teniendo en cuenta que Fabiola naci¨® en 1928 y que la familia volvi¨® del exilio en 1936, suponiendo que empezara a estudiar con 5 a?os, Fabiola fue m¨¢s o menos tres a?os al colegio en Suiza. Si estudi¨® enfermer¨ªa en Espa?a, as¨ª como la educaci¨®n superior, es evidente que fue en Espa?a donde realiz¨® casi toda su formaci¨®n. Y dos errores por omisiones que recogen, curiosamente, las necrol¨®gicas de diarios como The New York Times o The Telegraph. Algo tan sencillo como indicar lugar y fecha de nacimiento (Madrid, 1928) y que su madrina de bautismo fue la Reina Victoria Eugenia. Fabiola vivi¨® casi 20 a?os en Espa?a, conservaba la nacionalidad espa?ola, junto con la belga, su vida en nuestro pa¨ªs no es relevante, estoy totalmente de acuerdo, pero quiz¨¢ estos datos tendr¨ªa que haberlos incluido. Como lectora de El Pa¨ªs y espa?ola, me produce sonrojo que las necrol¨®gicas de la Reina Fabiola de estos peri¨®dicos sean m¨¢s correctas. ?Se imagina usted si la Reina Fabiola hubiera sido brit¨¢nica qu¨¦ hubieran escrito los grandes rotativos ingleses?Respecto a la suerte de la necrol¨®gica cuando ¨¦sta llega a la redacci¨®n de Madrid, y que relata la Defensora del lector, creo que es mejor ni comentarla. Quienes nos limitamos a leer los peri¨®dicos no entendemos de Mesas de Ultima Hora, ni de Mesas de Cierre ni de esas cosas, pero parece claro que nadie ley¨® la cr¨®nica con un m¨ªnimo de rigor ni con intenci¨®n de darle el visto bueno o subsanar erratas. Y lo es todav¨ªa m¨¢s grave, al parecer no solo no se corrigieron las erratas que ven¨ªan de Bruselas sino que aumentaron los fallos. Y apelar a que no hab¨ªa especialistas en Casas Reales, en fin... No creo que hagan falta, francamente. En definitiva, deduzco que la versi¨®n online de El Pa¨ªs no tiene departamento de edici¨®n o correcci¨®n de textos, que era una de las cosas que yo quer¨ªa saber y por las que me puse en contacto con la Defensora del lector.Por ¨²ltimo, quisiera decir que yo no he puesto en duda la capacidad de su corresponsal en Bruselas. Simplemente quer¨ªa saber si ella se encarga de toda la informaci¨®n que se genera en Bruselas y en B¨¦lgica,y si es as¨ª me sorprende su particular falta de criterio y rigor en la elaboraci¨®n de esta cr¨®nica. La muerte de una espa?ola como la Reina Fabiola, con todas sus luces y sus sombras, creo que es un hecho period¨ªstico de cierto alcance y de especial repercusi¨®n en nuestro pa¨ªs, de hecho, el funeral abri¨® pr¨¢cticamente todos los telediarios. Creo que en este caso concreto, ni la corresponsal ni el peri¨®dico han realizado un trabajo digno ni han estado a la altura de las circunstancias y me reafirmo en lo se?alado en mi primer escrito. Tal vez hubiera sido mejor reconocerlo abiertamente, cosa en cierto modo s¨ª hace la Defensora del lector. Dice la autora del texto respecto a mi carta: ¡°He le¨ªdo el mensaje de la lectora y lamento mucho haber escrito lo que parece haber sido una necrol¨®gica (no una cr¨®nica, como ella dice) desafortunada¡±. Quiz¨¢ hubiera sido m¨¢s apropiado reconocer que ha sido una necrol¨®gica desafortunada, y evitar la expresi¨®n ¡°lo que parece haber sido¡±, admito que es una necrol¨®gica (te¨®ricamente) y no una cr¨®nica, pero como lectora no estoy familiarizada con los tipos de texto. El reconocimiento ten¨ªa que haberse producido no por la dureza de mi carta, sino por la sucesi¨®n de errores, erratas y fallos acumulados, y que muchos lectores han reflejado en comentarios que pueden leerse junto a su necrol¨®gica.Lo demoledor no es mi carta. No me parece acertado el empleo de la expresi¨®n ¡°carta demoledora¡±. Yo buscaba clarificar, esclarecer, aclarar y hasta reparar, por eso escrib¨ª dos veces a la redacci¨®n, para tratar de subsanar su ¡°milagro¡± de haber convertido a la reina Fabiola en abuela durante m¨¢s de 48 horas. Lo que es demoledor, es decir, lo que deshace, derriba o arruina la confianza de sus lectores en El Pa¨ªs, es la sucesi¨®n de hechos y la mala pr¨¢ctica profesional que han demostrado en el suceso que nos ocupa. Usted ha titulado su post Muerte de una reina. Yo lo hubiera titulado Muerte del buen periodismo. Del periodismo de calidad, bien planteado, bien hecho, corregido y supervisado. Es el buen periodismo el que agoniza y lamentablemente, lo que aqu¨ª se denuncia no es ni mucho menos, un hecho aislado, lo que no hubiera motivado una carta tan extensa. Todos nos equivocamos y cometemos errores, es humano y comprensible. La Reina Fabiola, como todo hijo de vecino, se ten¨ªa que morir y encima ella, tan cat¨®lica y tan p¨ªa, al parecer hasta lo estaba deseando. Lo que a mi me preocupa profundamente es la muerte del buen periodismo. Por eso me he tomado el tiempo y el inter¨¦s de escribir esta carta, que me ha llevado mas o menos una hora, de donde deduzco que se puede hacer un apunte necrol¨®gico correcto en el mismo lapso de tiempo si se hacen las cosas entre todos con inter¨¦s, dedicaci¨®n, profesionalidad y rigor. Es decir, lo que ha faltado en este caso, lo que ha llevado tan lejos a su peri¨®dico y la raz¨®n por la cual nos gustar¨ªa seguir ley¨¦ndolo.
me estoy pensando seriamente en dejar de hacer comentarios en estos blogs porque ante los que comentan por ah¨ª y all¨¢ que parecen discursos de Obama o del mism¨ªsimo D. Francisco 2?, 6?, bueno el que sea, pues que me entra complejo.
Pues a m¨ª el comentario de la lectora Rodr¨ªguez me ha parecido, m¨¢s que una cr¨ªtica demoledora, sencillamente un an¨¢lisis correcto de un trabajo mediocre a lo m¨¢s. En una empresa privada, si un empleado trae un reporte de este tipo, se lo pone de vuelta y media, y se duda seriamente de su criterio, si acept¨® algo para analizar que no est¨¢ en su ¨®rbita, por as¨ª decirlo, y de su capacidad, si haci¨¦ndolo por suponer que s¨ª lo estaba genera un trabajo insatisfactorio. Es sencillo, este es un ejemplo m¨¢s de cosas similares, que ocurren a diario en EP, desde hace un tiempo no tan corto, m¨¢s all¨¢ de sesgos evidentes en algunos casos de la objetividad, con notas de corresponsal¨ªas que semejan folletos de propaganda del Partido y la verdad desaparece por la puerta trasera a caballo del discurso ideol¨®gico, como suele suceder con alg¨²n corresponsal en Latinoam¨¦rica que se limita a reproducir propaganda pol¨ªtica gubernamental convenientemente embellecida, o directamente es parte de ese gobierno directa o indirectamente, como alg¨²n blogger ¨ªdem (que al lector le tiene sin cuidado la simpat¨ªa del autor en el caso de la mera noticia informativa, y si lee regularmente al segundo conociendo sus antecedentes, es porque comulga con sus ideas), pero tambi¨¦n aparecen errores de conocimiento m¨ªnimo por parte de dichas corresponsal¨ªas, que hacen a la comprensi¨®n de la noticia, y que no son de recibo para un(a) supuesto(a) periodista profesional, como por ejemplo la cobertura del tiroteo en el Navy Yard de Whashington, donde la cantidad de errores culturales, mala traducci¨®n, interpretaci¨®n de informaci¨®n, y similares, era notoria y apabullante; daba verg¨¹enza ajena. Lo mismo para el atentado terrorista de la Marat¨®n de Bost¨®n. Hay corresponsales de EP en el exterior, con los cuales uno puede o no coincidir en opiniones, cuando las expresan, pero por lo menos tergiversan una verdad que se preocuparon en investigar, y m¨¢s all¨¢ de entender el idioma, algo m¨ªnimo requerible, tambi¨¦n son capaces de comprender los matices del mismo, las diferentes interpretaciones y la influencia cultural, o al menos, dudar de ello y consultar a alguien m¨¢s fogueado, etapa imprescindible para ser un profesional completo, y honesto. Lo mismo es v¨¢lido para el d¨ªa a d¨ªa local; en t¨¦rminos generales, la cantidad de errores es notoria, tanto gramaticales como de redacci¨®n general, donde se repiten, por ejemplo, noticias completas dos veces en el mismo texto, se omiten o faltan claramente p¨¢rrafos y palabras, se usan obvios hom¨®nimos alegremente, y es evidente que la revisi¨®n se hace en forma somera y como menos descuidada, en forma regular.
La explicaci¨®n de la cadena de errores (m¨¢s bien de chapuceras desidias) que da la Defensora pone los pelos de punta. Como se dice en catal¨¢n: excusas de mal pagador.
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