El triunfo de la gracia
Sevilla es un lugar donde la tradici¨®n y la ortodoxia avasallar¨ªan si no provocasen una asidua floraci¨®n de heterodoxos
Dice el clich¨¦ que Sevilla es una ciudad predispuesta a la risa y la alegr¨ªa. Pero, como pensar consiste en pensar contra el clich¨¦, siempre intu¨ª que ese clich¨¦ era falso y, para verificarlo, a fines de noviembre prolongu¨¦ durante un par de d¨ªas una fugaz visita de trabajo a la ciudad. ¡°Sevilla es una ciudad risue?a¡±, me advirti¨® sin embargo Fernando Iwasaki. Iwasaki es un brillante escritor peruano de origen japon¨¦s que dirige la m¨¢s importante escuela de flamenco: la Fundaci¨®n Cristina Heren; tambi¨¦n es un sevillano tan sevillano como la Giralda, que lleva 30 a?os viviendo en la ciudad sin perder la mirada virgen del extra?o, lo que lo convierte en el gu¨ªa ideal para averiguar qu¨¦ es Sevilla m¨¢s all¨¢ de los clich¨¦s.
?Qu¨¦ es Sevilla? Por supuesto es la Giralda, surgiendo por sorpresa en plena noche, monumental, insensata y deslumbrante, iluminada como un trasatl¨¢ntico de piedra y oro varado en la oscuridad. Sevilla es la plaza de toros de la Maestranza y el Hospital de la Caridad, cuyos cofrades se entierran en solemnes funerales barrocos presididos por los indigentes m¨¢s antiguos de la casa.
Sevilla es un lugar donde la tradici¨®n y la ortodoxia avasallar¨ªan si no provocasen una asidua floraci¨®n de heterodoxos: el d¨ªa de mi llegada me cruc¨¦ por la calle con un hombre que enarbolaba un gran cartel donde se le¨ªa: ¡°Los ateos estamos libres de pecado¡± (m¨¢s peque?o, junto al dibujo de un tipo sacando la lengua, se le¨ªa tambi¨¦n: ¡°Chincha rabi?a¡±); le pregunt¨¦ al hombre para qu¨¦ hac¨ªa aquello. ¡°Para predicar la buena nueva¡±, contest¨®. ¡°Y para que no se aburra el personal¡±. Sevilla es una ciudad donde ¨Cseg¨²n el guitarrista Eduardo Rebollar¨C si la gente ve a un tipo con un barril de cerveza al hombro, le toca las palmas porque piensa que es un paso de Semana Santa, una ciudad donde se r¨ªe hasta en los velatorios y donde todo el mundo sabe o siente que no hay nada mejor que la gracia ni nada peor que un gracioso, porque el gracioso es a la gracia lo que el sentimentalismo al sentimiento: un suced¨¢neo, una forma de prostituci¨®n. Sevilla es un estrecho laberinto de calles con una iglesia en cada esquina y un lugar tan autocr¨ªtico que todos los sevillanos critican su falta de autocr¨ªtica, con un renombre universal debido a la ¨®pera, la poes¨ªa y la pintura, un inmenso patrimonio que, seg¨²n lamenta Iwasaki, los pol¨ªticos ignoran o desde?an.
Sevilla es un lugar tan autocr¨ªtico que todos los sevillanos critican su falta de autocr¨ªtica
Sobra decir que Sevilla es el flamenco, y el flamenco es Alberto Garc¨ªa Reyes, el cr¨ªtico m¨¢s influyente del flamenco actual, quien durante una noche me habl¨® con reverencia de Paco de Luc¨ªa ¨Cel genio que prestigi¨® la guitarra flamenca y cambi¨® hasta la forma de sentarse de los guitarristas¨C, de los estilos del flamenco ¨Ccada uno de los cuales expresa una situaci¨®n emocional¨C, de una gran bailaora de m¨¢s de 150 kilos de peso ¨C¡°En el flamenco se puede ser bailaor siendo cojo y gordo, cantante siendo gangoso y m¨²sico sin saber m¨²sica¡±¨C y de un fandango que reza, memorablemente: ¡°Todo el que dice ¡®yo soy¡¯ / es porque no tiene quien le diga ¡®t¨² eres¡±. Sevilla es la pe?a flamenca del Cerro del ?guila, en la humilde barriada de Rochelambert, donde un mediod¨ªa, viendo y oyendo actuar a la cantaora Rosi Navarro, La Divi, al cantaor Juan Murube, al guitarrista Juan Campallo y al bailaor Juanma Zurano, sent¨ª que aquella intensidad alucinada, aquella sofisticaci¨®n extrema y aquella sobrecogedora alegr¨ªa, con algo de exorcismo y algo de duelo entre la vida y la muerte, pose¨ªan una seriedad incompatible con la frivolidad cong¨¦nita del arte de nuestro tiempo.
Todas estas cosas son Sevilla, o eso pens¨¦ despu¨¦s de pasar dos d¨ªas all¨ª, descubriendo que Iwasaki estaba en lo cierto y que mi intuici¨®n sobre el clich¨¦ de Sevilla era err¨®nea y que hay que pensar contra el clich¨¦ pero con cuidado, porque los clich¨¦s contienen siempre una parte de verdad: de lo contrario no hubieran llegado a ser clich¨¦s. Tambi¨¦n pens¨¦ que, aunque a algunos sevillanos les atosiguen a veces la risa y la alegr¨ªa permanentes de su ciudad, no hay ant¨ªdoto m¨¢s fiable que ellas contra el fanatismo, el puritanismo y dem¨¢s formas de la desdicha. Y pens¨¦ por ¨²ltimo que Sevilla es todo lo que yo hab¨ªa visto y sentido y miles de cosas m¨¢s, pero sobre todo es un enigma sin soluci¨®n o cuya ¨²nica soluci¨®n es el propio enigma.
elpaissemanal@elpais.es
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