Hu¨¦rfanos de Kenia: prohibido salir
El pa¨ªs vet¨® las adopciones internacionales tras un contundente informe que denunciaba el tr¨¢fico de menores
M¨¢s de 2,4 millones de ni?os hu¨¦rfanos viven en Kenia, seg¨²n BioMed Central y el propio gobierno keniano. Quiz¨¢ por esto, el pa¨ªs se ha convertido en un foco de tr¨¢nsito y destino de menores v¨ªctimas de explotaci¨®n y trata, tal como indica el Informe Mundial sobre la Trata de Personas de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, informaci¨®n que provoc¨® la suspensi¨®n de todos los procesos de adopci¨®n internacionales el pasado 27 de noviembre.
Si bien los datos, en el marco de la prohibici¨®n, deber¨ªan alarmar a la comunidad internacional, cuando se miran los n¨²meros de cerca el asunto toma otros tintes. En 2011, solamente un 20% de las adopciones del pa¨ªs fueron internacionales, lo que representa la apurada cifra de entre 30 y 40 ni?os legalmente adoptados por familias extranjeras, en su mayor¨ªa holandesas y alemanas. ¡°Actualmente no hay familias espa?olas adoptantes en Kenia. Aunque a¨²n estamos pendientes de ver como se implementar¨¢ la prohibici¨®n¡±, explica la Embajada espa?ola de Nairobi.
Algunos expertos en infancia del pa¨ªs se muestran extra?ados ante la prohibici¨®n. ¡°No entendemos por qu¨¦ se ha tomado esta medida¡±, dice Grace Mwende Mutua, de la organizaci¨®n Haart para la concienciaci¨®n contra la trata de personas. ¡°Es cierto que Kenia es un centro para el tr¨¢fico humano, pero si el problema es el tr¨¢fico de menores, ?por qu¨¦ habr¨ªa que molestarse en prohibir la adopci¨®n? El tr¨¢fico il¨ªcito de menores es un negocio, y a ning¨²n traficante le sale a cuenta adoptar legalmente¡±, responde Sophie Otiende, consultora de proyectos en la misma organizaci¨®n.
¡°El a?o pasado, Kenia prohibi¨® la conducci¨®n nocturna de transportes p¨²blicos porque hubo muchos accidentes de tr¨¢fico a causa de la falta de luz o del mal estado de las carreteras. Su respuesta fue esa; igual que ahora, en vez de luchar contra el tr¨¢fico de menores, se est¨¢ prohibiendo las adopciones internacionales [se r¨ªe]. Los kenianos no somos los mejores tomando decisiones¡±, ironiza Sophie. ¡°Uno de los principales problemas para aplicar buenas leyes es que no hay datos ni informes fiables del Gobierno. No hay estad¨ªsticas ni investigaciones en las que apoyarnos a la hora de denunciar los abusos a los menores¡±, sugiere Grace Mwende.
Seg¨²n el ¨²ltimo informe de Plan Internacional, en Kenia es obligatorio censar a los ni?os en el momento de nacer, pero muchos de los hijos de pobres del pa¨ªs no tienen certificado de nacimiento ya que sus padres no pueden hacer frente al coste del registro. Sin certificados, no pueden acceder a los servicios b¨¢sicos, pero adem¨¢s, es mucho m¨¢s f¨¢cil que caigan en redes de tr¨¢fico. ¡°Cuando hay secuestros de menores que no est¨¢n censados, no se puede hacer nada, porque legalmente, estos no existen. As¨ª que tenemos una parte de los hu¨¦rfanos kenianos con papeles, y otra que simplemente no existe. Que nunca estar¨¢ en ninguna estad¨ªstica ni en ning¨²n informe¡±, expone Sophie.
Pero m¨¢s all¨¢ del marco legal, en Kenia muchas familias adoptan a ni?os hu¨¦rfanos. Entre los kikuyus, una de las etnias mayoritarias del pa¨ªs, adoptar a un hu¨¦rfano o a un hijo de una relaci¨®n ad¨²ltera ¡ªque de otra forma ser¨ªa asesinado¡ª, es muy com¨²n. ¡°Casi todos los kenianos que conozco tienen a alguien adoptado. Lo cierto es que este tipo de adopciones no est¨¢n registradas en las estad¨ªsticas, porque es un proceso lento y costoso que la mayor¨ªa de personas no pueden afrontar. Sin ir m¨¢s lejos, es el caso de mi hermana adoptiva. Simplemente, la acogimos en la familia porque se hab¨ªa quedado hu¨¦rfana y nosotros pod¨ªamos hacernos cargo de ella. No lleva el apellido de mi padre, pero es tan hermana m¨ªa como los de sangre¡±, afirma Grace Mwende.
El caso del orfanato del Buen Samaritano
El bullicio de los ni?os mezclado con el ruido de la calle da la bienvenida al Good Samaritan Children's Home, un orfanato en el coraz¨®n del mis¨¦rrimo barrio de chabolas (slum) de Mathare, al este de Nairobi. Mathare es un slum superpoblado ¡ªcon m¨¢s de 800.000 personas seg¨²n las ¨²ltimas estad¨ªsticas oficiales¡ª, donde los menores ¡ªque superan los 70.000¡ª sufren de disenter¨ªa, malaria, tifus, c¨®lera, infecciones, t¨¦tanos o polio a causa de la falta de salubridad y de recursos de todo tipo. La malnutrici¨®n en Mathare azota al 6,5% de ellos de forma severa y la situaci¨®n es tan dram¨¢tica que algunos padres no tienen m¨¢s alternativa que dar de desayuno a sus hijos chang'aa: un fuerte destilado alcoh¨®lico hecho a partir de cereales, combustible, ¨¢cido de bater¨ªas y metanol.
Al ver entrar adultos for¨¢neos, el orfanato queda invadido por el silencio. Pocos visitantes pisan este suelo y no hay expectativas de adopciones. Unos 200 ni?os y ni?as, desde beb¨¦s a adolescentes de 18 a?os se amontonan en el patio de este hospicio privado, mientras desgranan el polvo de las jud¨ªas que cocinaran para cenar. La entrada est¨¢ llena de semillas y criaturas desparramadas por el suelo. Aqu¨ª no se juega a la pelota porque no hay suficiente espacio. Sin embargo, los habitantes del Good Samaritan tienen mejor suerte que algunos de los ni?os que viven en el barrio con sus familias, porque al menos cuentan con un plato de comida asegurado al d¨ªa.
Los orfanatos informales juegan en una liga distinta de los legales que, hasta hace pocas semanas, se encargaban de llevar a t¨¦rmino los procesos de adopci¨®n internacional del pa¨ªs. El orfanato Little Angels tiene poco o nada que ver con el Good Samaritan. El primero est¨¢ situado en Kilimani, un barrio de clase media-alta, y cuenta con el apoyo de socios fineses, italianos, belgas, suizos, daneses o canadienses. El n¨²mero de hu¨¦rfanos es notablemente menor y gozan de una salud que los hace ¡°adoptables¡±. No hay hacinamiento. Hay personal cualificado y recibe voluntarios internacionales para el apoyo de tareas varias. En el Good Samaritan, sin embargo, mientras los ni?os se multiplican, los fondos y socios escasean.
Sin recursos suficientes para afrontar enfermedades f¨ªsicas y mentales, se hacen cargo de ni?os con todo tipo de problemas. ¡°No podemos proveer a los que tienen VIH o Sida de f¨¢rmacos retrovirales, porque sobrevivimos gracias a la caridad de la comunidad y a los voluntarios del barrio, que nos traen lo que buenamente pueden. Tenemos la ayuda de alguna persona extranjera que nos ha conocido y que nos manda juguetes, dinero para comprar ropa o comida individualmente¡±, explica Mama Mercy, gerente de 56 a?os, sentada al lado de decenas de sacos de arroz y patatas que cohabitan con ratas, ratones y todo tipo de insectos.
¡°Pero la mayor¨ªa de los ni?os son felices aqu¨ª. Esto es su casa. Es su hogar¡±, dice esta mujer, que lleva 23 a?os trabajando para que los desamparados tengan techo y un plato de comida. ¡°A muchos de estos ni?os los he recogido de la calle. Hab¨ªan perdido a sus padres por culpa del sida, o de la violencia o bien hab¨ªan sido abandonados. Algunos tienen VIH y una esperanza de vida cort¨ªsima, mientras otros son hijos no deseados. Cuando tienes que escoger entre comer t¨² o que coman tus hijos durante d¨ªas que se convierten en semanas, a veces la situaci¨®n es tan desesperante que simplemente, sueltas a tu hijo de un a?o de la manita y lo dejas en la calle¡±, reflexiona Mama Mercy. ¡°No podemos juzgar las situaciones personales de los padres, pero debemos estar aqu¨ª por los ni?os ya que ni el Gobierno, ni la Iglesia, ni las ONG est¨¢n haciendo nada para proporcionar lo b¨¢sico a estas criaturas¡±.
El Good Samaritan Children's Home abri¨® sus puertas en 1991, y desde entonces no ha tenido m¨¢s remedio que crecer. ¡°Casi cada d¨ªa viene alg¨²n ni?o nuevo. Hace tres semanas que lleg¨® este lactante¡±, comenta se?alando a un beb¨¦ que yace sudoroso cubierto de mantas encima de una de las camas del centro. ¡°La madre tiene 15 a?os y tambi¨¦n vive aqu¨ª con nosotros. Se qued¨® embarazada despu¨¦s de que la violaran y ahora ha repudiado a su beb¨¦ y no le quiere dar el pecho¡±, cuenta sin sorpresa la veterana mientras nos muestra el espacio compartido por una veintena de chicas adolescentes.
En las habitaciones que hay situadas en las dos plantas del edificio principal, la oscuridad, el hedor a orina, la falta de espacio y de ventilaci¨®n, producen ahogo. Delante de ellas, tendederos llenos de ropa empapada hacen de tupidas cortinas para el pasillo que da al patio interior. El humo de la hoguera de debajo de las escaleras invade todo el recinto. Mary se frota los ojos y se esconde entre la humareda y una s¨¢bana que cuelga a ras del suelo. Tiene unos tres a?os y se muestra t¨ªmida y curiosa ante la mirada forastera. ¡°Esta peque?a a¨²n no sabe hablar¡±, dice Austin Ajowi, un joven voluntario que trabaja con infancia y adolescencia en el barrio de Mathare. ¡°Pero creo que tiene alg¨²n problema auditivo. Aqu¨ª no hay ni trabajadores sociales, ni psic¨®logos, ni pediatras, ni logopedas... Aqu¨ª se trata de supervivencia pura y dura¡±, dice Austin. ?l reconoce la gravedad de los problemas que afrontan los ni?os del orfanato.
¡°Es cierto, pero nuestros ni?os tambi¨¦n tienen oportunidades¡±, replica Mama Mercy. ¡°Uno de nuestros chicos recibi¨® una beca gracias a una familia keniana que le pag¨® la escuela y la secundaria, y ahora est¨¢ estudiando medicina en la universidad. ?ste es un orfanato informal, levantado humildemente gracias a mi esfuerzo y al de todos aquellos que no se rinden ante las injusticias¡±, subraya.
En cada habitaci¨®n duermen de 50 a 60 ni?os, compartiendo litera o simplemente, colchones que se colocan en el suelo para poder acomodarlos a todos. Sin embargo, la construcci¨®n de un nuevo edificio parece que va a mejorar el problema de espacio. ¡°Tendr¨¢ tres plantas. En el piso superior almacenaremos los sacos de comida, as¨ª nos evitaremos el problema de las ratas¡±, dice la regente, orgullosa de su trabajo.
El Good Samaritan Children's Home se ha convertido en refugio para los hu¨¦rfanos de Mathare, pero tambi¨¦n en algo m¨¢s que un simple espacio dependiente de la caridad de los vecinos. En medio de las callejuelas fangosas del slum, delante del hospicio, donde parece que ya solo hay inmundicia, se esconde una granja. ¡°Cuando empezamos a recibir dinero de la beneficencia decidimos comprar una vaca. Al poco tiempo, adquirimos otra. Ahora ya tenemos una docena, adem¨¢s de algunas cabras. Eso no solamente nos permite tener leche para nuestro consumo, sino que el orfanato se ha convertido en distribuidor de leche en el barrio¡±, explica Mama Mercy. ¡°Pero tanto el ganado como el orfanato son de los ni?os. Ellos se cuidan de orde?ar y de limpiar el establo¡±, argumenta mientras un muchacho remueve los excrementos con las manos para desembozar el desag¨¹e. ¡°El d¨ªa que yo falte esto pasar¨¢ a manos de ellos, para que lo hagan crecer y m¨¢s autosuficiente y sigan dando cobijo a otros ni?os de la calle. Est¨¢ escrito en los estatutos del centro¡±, puntualizan.
Los hu¨¦rfanos del pa¨ªs no pueden ser ya adoptados por familias europeas o norteamericanas. Pero, ?a caso tiene esto alguna repercusi¨®n real para los menores desamparados? ?De qu¨¦ forma afecta a los m¨¢s de 4,2 millones de ni?os sin familia esta prohibici¨®n? Las adopciones nacionales, ya sean formales o informales, junto con los orfanatos locales, parecen tener en sus manos el futuro de una infancia fr¨¢gil que ser¨¢ keniana o no ser¨¢.
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