La hora de la paz
El conflicto colombiano no puede estancarse en negociaciones sin fin entre Gobierno y FARC
Las negociaciones entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC han llegado a un punto en el que es urgente que se materialice la aspiraci¨®n compartida de paz. El proceso iniciado en La Habana hace dos a?os tiene que concretarse cuanto antes en un acuerdo que ser¨¢ crucial para el pa¨ªs y para todo el continente americano. Los gestos y las medidas parciales son bienvenidos y, en este aspecto, no es menor el alto el fuego indefinido anunciado por la guerrilla, casi al mismo tiempo ¡ªy es dif¨ªcil pensar en coincidencias casuales¡ª que se notificaba la reanudaci¨®n de relaciones entre EE UU y Cuba.
Se trata de un paso indispensable, aunque un anuncio de esa envergadura queda afectado por el asesinato, ayer, de cinco militares colombianos en una emboscada de las FARC apenas horas antes de la entrada en vigor del alto el fuego. Es inaceptable que por un lado se proclame la voluntad de alcanzar el acuerdo y casi al tiempo hablen las armas; como si la vida y la muerte fuera una cuesti¨®n de mala suerte determinada por el reloj; como si el destino de estos soldados fuera un detalle al margen del proceso negociador.
El Gobierno de Juan Manuel Santos tiene que ser valiente y asumir riesgos. Debe cerciorarse de que, a pesar de este incidente y otros que se puedan producir, se cumple el alto el fuego; pero debe adem¨¢s valorar y preparar sin demasiada demora el cese de las operaciones militares contra los guerrilleros. La pol¨ªtica desarrollada hasta el momento se ha mostrado eficaz para mantener un complicad¨ªsimo proceso negociador. Ahora parece cada vez m¨¢s cercana la posibilidad de colocar a la sociedad colombiana en una situaci¨®n in¨¦dita en los ¨²ltimos 50 a?os. Algo as¨ª no puede quedar supeditado a malentendidos o tacticismos.
La comunidad internacional es la tercera pata en la que debe sustentarse este acuerdo. Y aunque es cierto que los actores principales son las partes que conversan en La Habana, otros pa¨ªses deben asumir tambi¨¦n su responsabilidad en la resoluci¨®n del conflicto. Las declaraciones de respaldo se quedan en gestos vac¨ªos si no van acompa?adas de acciones concretas que faciliten la resoluci¨®n adecuada de una guerra cuyo fin beneficiar¨¢ a Colombia y al resto de pa¨ªses de Am¨¦rica, exactamente como ocurre con la apertura de relaciones entre La Habana y Washington.
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