Los pecados de la Curia
El papa Francisco expone las patolog¨ªas del esp¨ªritu que aquejan a quienes gobiernan el Vaticano
No hay semana en la que el papa Francisco no tenga una aparici¨®n estelar, y merecida, en los medios de comunicaci¨®n. Hace poco fue la colaboraci¨®n del Vaticano en un acontecimiento hist¨®rico: la apertura de negociaciones entre Estados Unidos y Cuba que pone fin al ¨²ltimo vestigio de la guerra fr¨ªa. Ahora ha sido noticia por un nuevo episodio de su cruzada por renovar la propia Iglesia. El Papa no se anduvo con rodeos en la audiencia navide?a a la que asistieron los que gobiernan el Vaticano: fue una reprimenda en toda regla. Dulce y cari?osa, pero reprimenda. Crudamente, aunque con toques de humor, Bergoglio enumer¨® las muchas patolog¨ªas del esp¨ªritu que aquejan a la Curia romana.
La primera, la de creerse ¡°inmortales, indispensables e inmunes¡±. La medicina que prescribi¨® para este pecado de soberbia es una visita a los cementerios, donde sus eminencias podr¨¢n ver lo que queda de muchos que tambi¨¦n se cre¨ªan inmortales. La indiferencia, la codicia de bienes materiales, las actitudes mundanas, el exhibicionismo, los celos y hasta el chismorreo hacen mella entre los purpurados, que con frecuencia, seg¨²n el Papa, ¡°se transforman en due?os y se sienten superiores a todos, en lugar de al servicio de todos¡±.
Dos enfermedades preocupan al pont¨ªfice: el alzh¨¦imer del esp¨ªritu, que afecta a quienes han olvidado el evangelio y solo est¨¢n atentos a sus ¡°deseos, caprichos y man¨ªas¡±; y la ¡°esquizofrenia¡± de los que tienen una vida p¨²blica y burocr¨¢tica en el Vaticano y otra paralela ¡°escondida y a menudo disoluta¡±.
El Papa ejerce tambi¨¦n el papel del buen jefe que da sabios consejos a su equipo. El primero, descansar. La excesiva laboriosidad, el estr¨¦s y la agitaci¨®n impiden la meditaci¨®n y el sosiego necesarios. Siendo ¨¦l como es ¡ªjovial y alegre¡ª se entiende que le preocupe ver en la Curia tantas ¡°caras f¨²nebres¡±, aut¨¦nticos cenizos, y que el culto a la funcionalidad y la planificaci¨®n excesiva ahoguen la creatividad y la frescura.
No le va a resultar f¨¢cil al pont¨ªfice cambiar una cultura tan arraigada. Pero ¨¦l persiste, incansable, porque ¡°una Curia que no hace autocr¨ªtica y no trata de mejorar es un cuerpo enfermo¡±. Y sabe que la mejor forma de hacerlo es predicando con el ejemplo.
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