El amo del lujo ruso
Mija¨ªl Kusnirovich es conocido en Espa?a por sus discutibles dise?os para los deportistas del ¨²ltimo equipo ol¨ªmpico. Due?o del centro comercial GUM, s¨ªmbolo de la opulencia, ha hecho una fortuna gracias al apetito por la alta gama de la nueva Rusia.
Kusnirovich sonr¨ªe con aire de satisfacci¨®n mientras mira al escenario desde su lugar privilegiado en el centro de una larga mesa corrida de invitados. Su cara, tras la cena, parece decir: ¡°Lo consegu¨ª¡±. O al menos: ¡°Voy por el buen camino¡±. Frente a ¨¦l brilla el vestido recubierto de pedrer¨ªa de Dasha Zhukova, la pareja del oligarca ruso Rom¨¢n Abram¨®vich. Y a su izquierda se encuentra Patrizio di Marco, consejero delegado de Gucci, la firma italiana de lujo, que esta noche paga la factura. Est¨¢n de celebraci¨®n. Acaban de inaugurar un par de tiendas en la ciudad. Con el visto bueno del magnate. Sobre las tablas, el m¨²sico estadounidense John Legend interpreta a la voz y al piano una versi¨®n melosa del Here Comes the Sun de los Beatles. Llega el sol a la noche moscovita. Solo para unas 150 personas. Todas sentadas y vestidas de gala. Dando sorbitos ligeros a sus copas de champ¨¢n. En un espacioso sal¨®n de cuyos techos cuelgan candelabros de ara?a. Las luces tenues le confieren un aire irreal a la escena. Mujeres fabulosas, editoras de revistas de tendencias e iconos de la moda contonean los hombros desnudos y tararean la m¨²sica. Toman fotos y teclean en sus tel¨¦fonos. Las pantallas fosforescen como luci¨¦rnagas. Luego aplauden. Y es entonces, tras el breve concierto, cuando Mija¨ªl Kusnirovich establece contacto visual. En este caso parece decir: ¡°Ahora o nunca¡±. No es f¨¢cil un cara a cara con este hombre. Un ejecutivo europeo de la alta gama cuenta que para una primera cita tuvo que esperar 18 meses. ¡°En Mosc¨² todo es cuesti¨®n de relaciones y conexiones. El 99% del negocio se hace con los locales. Aqu¨ª todo es distancia. Y hay que romper ese muro¡±. Hoy se sientan en la misma mesa.
El primer encuentro tiene lugar en lo que podr¨ªamos denominar su casa. El centro comercial GUM. Unos grandes almacenes levantados a finales del siglo XIX en uno de los cuatro flancos de la Plaza Roja. I¨®sif Stalin lo clausur¨® en 1930. Reabri¨® el d¨ªa de Navidad de 1953. Se privatiz¨® en los noventa. En 2004, Kusnirovich se hizo con la mayor¨ªa en el accionariado. Pag¨® 100 millones de d¨®lares, ¡°la mayor operaci¨®n en la historia rusa¡± del sector, cont¨® la BBC. Hoy es el epicentro de la opulencia en la ciudad. Al interior se accede a trav¨¦s de una puerta ubicada en uno de los extremos de la fachada de estilo imperial, con escalinatas y balaustradas suntuosas, y de casi 250 metros de largo. A la derecha queda el mausoleo de Lenin, en el centro de la plaza. Dentro nos golpea el nuevo mundo: Louis Vuitton, Etro, Moschino, Dior, Herm¨¨s. Los suelos son de un m¨¢rmol pulido con mimo por los a?os. Una b¨®veda de ca?¨®n de acero y vidrio filtra la luz de noviembre. Tras Cartier y La Perla, hay barullo a las puertas de Gucci. Entre el revuelo se abre un pasillo del que surge Kusnirovich. Bajito y con una barriga prominente que recuerda a la proa de un barco. Ojos afables. Rostro cuadrado. Barba espesa como la tundra. Tiende la mano. Y prosigue con la ronda de cortes¨ªa. Poco despu¨¦s se encuentra frente a una veintena de reporteros. Sujeta una cinta. Frida Giannini, directora creativa de la firma italiana, toma unas tijeras. Y la corta. Kusnirovich dice: ¡°?Thank you!¡±. Luego en italiano: ¡°Benvenuti¡±. Y finalmente en ruso. Alguien traduce: ¡°?No paren de aplaudir!¡±. Hasta el a?o pasado, ?Gucci vend¨ªa en Mosc¨² a trav¨¦s de acuerdos con Mercury, grupo rival de Kusnirovich. Hoy vuelan solos. Y su independencia queda rubricada con la inauguraci¨®n de este local. En territorio GUM. Un empe?o del empresario, que aprovecha cualquier excusa para centrar los focos.
¡°Mira d¨®nde est¨¢ su despacho, enfrente del Kremlin¡±, dice Juan Antonio Samaranch, amigo del empresario, para explicar su influyente figura
En los ¨²ltimos Juegos de Invierno, por ejemplo, celebrados en febrero en Sochi (Rusia), realiz¨® un despliegue notable para figurar en todas partes. Invirti¨® 100 millones de d¨®lares en patrocinar el evento. Seg¨²n The New York Times, ¡°puede que el presidente, Vlad¨ªmir V. Putin, haya construido los juegos de Sochi, pero Mija¨ªl Kusnirovich, due?o de Bosco di Ciliegi, la primera marca rusa de ropa deportiva, los ha vestido y les ha conferido una est¨¦tica¡±. Otra de las patas de su negocio. No solo cubri¨® de Bosco Sport a la delegaci¨®n rusa ¨Cy a la espa?ola, la ucrania y la serbia¨C. Sus prendas coloridas (¡°como un cuadro pintado por un tipo tras ingerir un ¨¢cido¡±, dijo el Times) las exhibieron los 18.000 portadores de la antorcha ol¨ªmpica (¨¦l entre ellos) y los 45.000 voluntarios de la cita a orillas del mar Negro. Logr¨® incluso que el presidente Putin se calzara un plumas de la marca. Era el momento de arrimar el hombro. De sacar pecho. Poco despu¨¦s comenz¨® el movimiento de tropas rusas en la regi¨®n ucrania de Crimea. ¡°Sochi fue planeado como una celebraci¨®n del resurgimiento de Rusia¡±, contaba The Economist, ¡°un s¨ªmbolo de reconocimiento internacional y un instante de coronaci¨®n de Vlad¨ªmir Putin¡±. Probablemente tambi¨¦n se tratara del momento m¨¢s elevado en los 23 a?os de historia de la compa?¨ªa de Kusnirovich.
El apoyo le ha valido una condecoraci¨®n de la Federaci¨®n Rusa, por servir al pa¨ªs. ¡°Y eso aqu¨ª es realmente algo, viniendo del presidente¡±, cuenta el griego Constantin Andricopoulos, director de desarrollo de Bosco, en uno de los pasillos de GUM. Kusnirovich, poco antes, se ha escabullido tras una puerta. Su despacho. Las ventanas vierten a la Plaza Roja. El magnate trabaja, por decirlo de alg¨²n modo, cara a cara con el palacio presidencial. Esta imagen la usa Juan Antonio Samaranch (hijo), amigo personal del empresario, para explicar su influyente figura: ¡°Mira d¨®nde est¨¢, enfrente del Kremlin¡±. La versi¨®n aut¨®ctona de Forbes le atribuye una fortuna de algo m¨¢s de 600 millones de euros; y lo coloca en el puesto 140? de los m¨¢s ricos del pa¨ªs. Ha subido 26 pelda?os en cuatro a?os. Casi cien puestos en una d¨¦cada.
La escalada ha coincidido con su idilio espa?ol. Samaranch, seg¨²n indican en el Comit¨¦ Ol¨ªmpico Espa?ol, fue quien ¡°abri¨® la puerta¡± al empresario ruso. En 2010, el COE firm¨® con Bosco un acuerdo de patrocinio. Un contrato pol¨¦mico en cuanto se dieron a conocer los dise?os de la equipaci¨®n para los Juegos de Londres (2012): nunca antes se hab¨ªan visto llamaradas en el ch¨¢ndal de Espa?a. Se incendiaron tambi¨¦n con mofas las redes sociales. Pero la alianza resultaba imbatible desde el punto de vista financiero. Bosco aportaba gratis la vestimenta (m¨¢s de 40 piezas por deportista) y 250.000 euros anuales en concepto de patrocinio. No ha sido su ¨²nica controversia ol¨ªmpica. En los Juegos de Invierno de Tur¨ªn (2006), la ONG WWF acus¨® a la delegaci¨®n rusa de ¡°contrabando¡± de caviar (hab¨ªan llevado 100 kilos de huevas de esturi¨®n, una especie protegida, denunci¨® WWF). El manjar se consum¨ªa en la casa Bosco. Un local, al parecer, animado. En ¨¦l, seg¨²n aseguraba entonces el diario Pravda, ¡°el esp¨®nsor ol¨ªmpico de Rusia hace beber a los atletas¡±; y fue criticado por mostrarse demasiado en¨¦rgico con ellos para que exhibieran su marca. Samaranch, que ha coincidido con ¨¦l en varios eventos, dice: ¡°Es un entusiasta del deporte. Lo ves siempre con su c¨¢mara, haci¨¦ndose selfies con los atletas, como un ni?o¡±.
Andricopoulos, el empleado griego, indica que el punto ¨¢lgido en Londres tuvo lugar en la entrega de medallas del baloncesto masculino. Sobre el podio, Espa?a (segunda) y Rusia (tercera) rodeando a Estados Unidos. Nike en un s¨¢ndwich de Bosco. El acuerdo con el COE, sin embargo, se rompi¨® a finales de octubre, a pesar de que iba a extenderse hasta los Juegos de R¨ªo (2016). ¡°No vemos claro que haya posibilidad de empezar a vender [en Espa?a] en los pr¨®ximos 4 o 5 a?os¡±, justifica el griego la decisi¨®n. Luego introduce el brazo en su americana y toma un sobre. Acaba de recibir una invitaci¨®n de la Embajada espa?ola en Rusia para un recepci¨®n la semana siguiente (la recepci¨®n tuvo lugar el 20 de noviembre), en la que se honrar¨¢ al magnate con la cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Cat¨®lica, condecoraci¨®n con la que el Ministerio de Asuntos Exteriores de Espa?a distingue ¡°comportamientos extraordinarios de car¨¢cter civil, realizados por personas espa?olas y extranjeras, que redunden en beneficio de la naci¨®n, o que contribuyan, de modo relevante, a favorecer las relaciones de amistad y cooperaci¨®n (¡) con el resto de la comunidad internacional¡±.
Estar¨ªa contento si en Europa alguien creyese en un futuro juntos. Somos m¨¢s europeos que asi¨¢ticos. Pero, por favor, no nos empuj¨¦is hacia all¨¢¡±
El asunto no tiene que ver con el deporte, sino con el arte. As¨ª lo justificaba hace poco Manuel Hern¨¢ndez Gamallo, agregado cultural en la Embajada rusa: ¡°La relaci¨®n [con Kusnirovich] es de patrocinio de una exposici¨®n muy cara. La primera de Joan Mir¨® en Rusia. Hizo un desembolso importante de dinero¡±. La muestra se inaugur¨® en abril de 2013 en el Museo de Arte Moderno de Mosc¨², coincidiendo con la celebraci¨®n del festival cultural Bosque de los Cerezos, que financia anualmente el magnate y dirige su madre. ¡°Result¨® que le gustaba mucho Mir¨®¡±, prosigue Hern¨¢ndez Gamallo. ¡°Este se?or, con esta ayuda, est¨¢ ahorrando mucho dinero al contribuyente espa?ol¡±. Unos 300.000 euros. ¡°Es una gran operaci¨®n de relaciones p¨²blicas¡±.
Antes de recibir honores de Espa?a, Silvio Berlusconi lo nombr¨® en 2006 commendatore de la Orden al M¨¦rito de la Rep¨²blica Italiana. La fortuna de Kusnirovich tiene mucho que ver con este pa¨ªs. Y con sus marcas textiles. Se convirti¨® en una de las personas clave para que desembarcaran en Mosc¨². Fund¨® un imperio con el hambre por la moda en la era postsovi¨¦tica. Es lo primero que recuerda cuando lo tenemos al fin cara a cara, hacia la medianoche.
Se presenta con un ingl¨¦s tosco y como cortado a hachazos. ¡°Mi historia¡±, comienza. ¡°Nac¨ª en Mosc¨² en 1966. Soy ingeniero qu¨ªmico. Termin¨¦ la universidad el a?o exacto en que la URSS se derrumb¨®. Y comenc¨¦ a hacer negocios. En mi profesi¨®n no hab¨ªa trabajo; yo era muy joven y ambicioso¡±. Siendo estudiante, hab¨ªa dirigido obras de teatro que se representaron en el parque Gorki. Una de ellas fue El jard¨ªn de los cerezos, de Ant¨®n Ch¨¦jov (Bosco di Ciliegi, su compa?¨ªa, significa bosque de cerezos: ¡°Quer¨ªamos ser un poco m¨¢s fuertes que un jard¨ªn¡±). Poco despu¨¦s, la direcci¨®n del parque quiso instalar tiovivos. Y ¨¦l, junto a compa?eros de carrera, se encarg¨® de ir a buscarlos al extranjero.
El viaje le llev¨® al norte de Italia. Despert¨® el inter¨¦s de la industria textil, ¨¢vida por adentrarse en la extinta Uni¨®n Sovi¨¦tica. ¡°Intentaban encontrar a alguien que pudiera ayudarlas. Era el a?o 1991. No eran marcas de alta gama. Pero era algo nuevo. Nombres como Mandarina Duck. Luego llegaron Max Mara, Etro, Armani¡¡±. En su primera ¨¦poca, Bosco fue un negocio simple: acuerdos y licencias comerciales para vender en Rusia prendas extranjeras. Hoy, aparte de esos acuerdos, cuenta con 80 tiendas propias en el pa¨ªs. Vende desde anoraks hasta colonias. Posee cl¨ªnicas dentales. Pronto abrir¨¢ un parque de atracciones en Sochi. El grupo factur¨® unos 500 millones en 2013, seg¨²n Bloomberg. Crec¨ªa a medida que Rusia abandonaba una ¨¦poca en la que ¡°todos vest¨ªan los mismos zapatos¡±, a?ade Kusnirovich. ¡°Encontrar un pintalabios era dif¨ªcil. Comprabas uno rumano y ya eras feliz. Cuando llegaron las marcas ¨Clas primeras fueron de perfumes, como Est¨¦e Lauder¨C, hicieron un dinero loco. La gente esperaba dos horas de cola para entrar en la tienda¡±.
Este apetito lo resume Yelena Nusinova, editora de Kommersant: ¡°Durante a?os fuimos un pa¨ªs pobre, con gente diab¨®lica en el poder. Ten¨ªamos muy poco. No hab¨ªa moda. No hab¨ªa ropa. Por eso los rusos tienen un sentimiento muy fuerte hacia el lujo. Y esta pasi¨®n sigue en su cl¨ªmax. Solo han pasado 20 a?os desde que aparecieron las primeras marcas¡±. Y luego refiere un episodio ¡°divertido¡± que sucedi¨® el a?o pasado. Louis Vuitton coloc¨® en el centro de la Plaza Roja una enorme y caracter¨ªstica maleta, de 9 metros de alto por 30 de largo, en cuyo interior ten¨ªa previsto acoger una exposici¨®n. Poco antes de su inauguraci¨®n, el Krem?lin decret¨® su desmantelamiento alegando que se hab¨ªan superado ¡°las dimensiones autorizadas¡±. Seg¨²n la periodista Yusinova, ¡°la puerta estaba justo delante del mausoleo de Lenin. Era como un ata¨²d frente a otro ata¨²d¡±.
Tal y como lo ve Kusnirovich, la Plaza Roja es una met¨¢fora de su pa¨ªs. Con su centro comercial observando las dependencias del Gobierno y viceversa. ?Como un contrapoder? Asiente y enumera las cuatro caras: ¡°Una parte es el ?Kremlin, la otra es GUM. De un lado est¨¢ el museo [de Historia Rusa], y del otro, una iglesia [la catedral de San Basilio]. El humano se encuentra en el centro. En nuestra vida es as¨ª. Pensamos en arte. Pensamos en religi¨®n. Pensamos en pol¨ªtica. Y hacemos compras¡±. Hace poco, en cualquier caso, cruz¨® al otro lado para explicar a su Gobierno por qu¨¦ no deb¨ªan extender al lujo sus contramedidas de bloqueo a productos europeos, tras las tensiones en Ucrania y las sanciones de la Uni¨®n Europea. ¡°No es el buen camino¡±, asegura que les dijo. ¡°Hay gente en Europa que no quiere empeorar la situaci¨®n. Si tomamos estas medidas, lo destruimos todo; y estas personas comenzar¨¢n a pensar que somos realmente idiotas¡±. Las medidas, finalmente, no alcanzaron al sector. Pero se est¨¢n dejando sentir de forma indirecta, un problema a?adido a la debilidad del rublo. El lujo, que mueve unos 3.000 millones de euros en Rusia, caer¨¢ un 18% este a?o, seg¨²n un informe de la consultora Bain & Co. Cuando se hizo con la mayor¨ªa del capital en GUM, crec¨ªa al 20%.
¡°No es un buen momento¡±, asume Kusnirovich. ¡°Desafortunadamente, Europa tom¨® esta decisi¨®n demasiado r¨¢pido. No creo que teng¨¢is toda la informaci¨®n sobre lo que est¨¢ pasando. Tengo mi negocio en Ucrania. Poseo 12 tiendas all¨ª. Una de ellas, preciosa, en el coraz¨®n de Kiev. Desde el primer d¨ªa de la revoluci¨®n, estos bandidos entraron y se llevaron todo. La tomaron para sus asuntos militares. No es una situaci¨®n f¨¢cil. Durante 350 a?os fuimos el mismo pa¨ªs. Mi madre es de Kiev. Tenemos una relaci¨®n muy fuerte con la gente de all¨ª. En Rusia todav¨ªa amamos Ucrania, pero Ucrania ya no quiere a Rusia [¡]. Estar¨ªa contento si en Europa alguien creyese en nuestro futuro unidos. Somos mucho m¨¢s europeos que asi¨¢ticos. Pero, por favor, no nos empuj¨¦is hacia all¨¢¡±.
Su discurso solo ser¨¢ interrumpido un par de veces por personas que quieren saludarlo, como Xenia Sobchak, hija de Anatoli Sobchak, uno de los primeros pol¨ªticos que dio un empleo a Putin. Ella ha sido portada de todo tipo de revistas, de Hello! a Playboy. ¡°La respuesta rusa a Paris Hilton¡±, seg¨²n The New York Times. El rostro de esta nueva era. Con un escote hasta el ombligo, un mill¨®n de seguidores en Twitter e implicada en pol¨ªtica ¨Capoy¨® las manifestaciones que denunciaron fraude en las ¨²ltimas elecciones presidenciales¨C. Kusnirovich dice: ¡°Es una chica muy lista¡±. Ella responde: ¡°Venga, no seas c¨ªnico¡±. Poco despu¨¦s aparecer¨¢ la mujer del magnate, Ekaterina Moiseeva, rubia y luminosa como un fogonazo. Se interesa por nuestra procedencia. Y acto seguido muestra sus pendientes, con el mismo origen. Son de Carrera y Carrera. Enormes. Dorados. ¡°Acabamos de abrir una tienda en Ekaterimburgo¡±, dice. Lujo con sede en Madrid. Y con una mano tendida desde Rusia. La mano gruesa y dura del se?or Kusnirovich.
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