A?o del delf¨ªn

Son cada vez m¨¢s los cient¨ªficos que est¨¢n de acuerdo en considerar a los delfines ¡°personas no humanas¡±. Quienes llevan a?os estudiando sus sonidos y gestos est¨¢n convencidos no s¨®lo de su evidente capacidad para transmitir buenas y malas noticias sino que va tomando cuerpo la tesis de que utilizan nombres para llamarse unos a otros. Yo prefiero pensar que los delfines, como gente del mar que son, prefieren los apodos. A Ulises, el h¨¦roe de la Odisea, sus compa?eros le trataban en confianza con el alias de Pulpo e incluso Pulpi?o. Los delfines me alegraron el fin de a?o. En un programa de radio sobre la inmigraci¨®n, enlutado por la estela tr¨¢gica de los naufragios, de repente salt¨® un relato que puso en vilo las ondas. Una historia real. Los supervivientes de una patera con rumbo perdido contaron que una bandada de delfines rode¨® la embarcaci¨®n y los condujo salvos hasta el barco de Cruz Roja. Humanos rescatados por personas no humanas. En una expedici¨®n al Gran Sol irland¨¦s, a mediados de los 90, fui testigo de la pesca involuntaria y la muerte en la malla de un delf¨ªn. Una maldici¨®n para el barco. Una comitiva de delfines fue tras el pesquero y la persecuci¨®n s¨®lo se detuvo cuando el cuerpo fue devuelto al mar. Nadie jam¨¢s hab¨ªa o¨ªdo aquel canto f¨²nebre y no abrimos la boca hasta arribar a puerto. Hace poco, me contaron que hab¨ªa habido una huelga de delfines en un parque acu¨¢tico, hartos de sobreexplotaci¨®n. Supongo que entre ellos hablar¨¢n del absurdo de las prospecciones petrol¨ªferas en el santuario marino de Canarias. Una tarea humana es luchar por la vida y la libertad de las personas humanas y no humanas. Que el 2015 sea un a?o memorable para ustedes y para los delfines.