La esclavitud del tercer sexo
Aunque la legislaci¨®n india los reconoce desde abril como ¡®tercer g¨¦nero¡¯, los transexuales todav¨ªa viven segregados y condenados a una grave discriminaci¨®n
Teena Sen sabe perfectamente que le espera un amargo futuro, pero est¨¢ dispuesta a hacer lo que haga falta para que su cuerpo y su mente est¨¦n en consonancia. Porque naci¨® var¨®n, pero se siente mujer. ¡°Ya en los primeros a?os del colegio supe que algo no cuadraba. Me sent¨ªa mucho m¨¢s cercano a las ni?as que a los ni?os, pero era demasiado peque?o para entender por qu¨¦¡±. Tuvo que esperar hasta llegar al instituto para comenzar a cuadrar las piezas de su sexualidad. ¡°Me sent¨ªa atra¨ªdo a los chicos, y, como todos me llamaban maric¨®n, pens¨¦ que era homosexual¡±. Pero en la universidad confirm¨® que no. ¡°Con mis primeras relaciones sexuales comprend¨ª que era una mujer. As¨ª que comenc¨¦ a pintarme los labios y a vestir de forma m¨¢s afeminada. Decid¨ª no esconderme m¨¢s. Hasta que en diciembre de 2011 mi padre me pregunt¨® qu¨¦ me pasaba. Le cont¨¦ la verdad y me sorprendi¨® la calma con la que respondi¨® y el apoyo que me dio¡±.
Ahora, con 23 a?os, Teena ¡ªel nombre de mujer que ha adoptado¡ª est¨¢ a la espera de que le den cita para iniciar las operaciones quir¨²rgicas de cambio de sexo. A pesar de que algunos estados ofrecen subvenciones, son muy caras. As¨ª que ir¨¢ paso a paso. ¡°He ahorrado lo suficiente para la castraci¨®n, que cuesta unas 15.000 rupias (200 euros) y supone el punto de partida¡±. La reconstrucci¨®n de los pechos multiplica por cuatro esa factura, mientras que el mayor desembolso ¡ª100.000 rupias, 1.300 euros¡ª corresponde a la neovaginoplastia para formar su nuevo aparato genital. ¡°Mi vida ya es muy diferente de la del resto, pero s¨¦ que cuando me opere ya nada volver¨¢ a ser lo mismo. Es posible que jam¨¢s me den un trabajo acorde con mis cualificaciones, y s¨¦ que posiblemente me vea condenada a la mendicidad o la prostituci¨®n¡±.
No en vano, esas son las dos actividades que m¨¢s se relacionan con las hijra, un t¨¦rmino ampliamente utilizado en el subcontinente indio y que engloba a todos los colectivos transg¨¦nero. ¡°La sociedad nos da la espalda y nos discrimina, de forma que son las dos ¨²nicas salidas que nos quedan¡±, se lamenta Teena. No importa que en abril el Tribunal Supremo diese un paso de gigante al sentenciar que ¡°todo ser humano tiene derecho a elegir su sexo¡± y exigir que los hijra sean reconocidos como tercer g¨¦nero. ¡°Las leyes son un importante primer paso, pero tardan en calar en la sociedad. Y, aunque miembros del tercer sexo aparecen incluso en las ancestrales historias hind¨²es del Ramayana y el Mahabharata, algo que demuestra su existencia desde hace siglos, lo cierto es que son tratados peor incluso que los intocables¡±, afirma Tajuddin Khan, director de la organizaci¨®n local Deepshikha, que, con financiaci¨®n parcial de la ONG espa?ola Ayuda en Acci¨®n, lucha contra el estigma de gais y transexuales.
Un detallado informe publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) confirma el drama que sufren las personas transg¨¦nero, cuyo n¨²mero en India se estima entre 200.000 y dos millones. Las estad¨ªsticas son contundentes a la hora de mostrar la vulnerabilidad de las hijra, en gran medida relacionada con la exposici¨®n a pr¨¢cticas sexuales de riesgo. De hecho, una encuesta llevada a cabo en el estado de Tamil Nadu descubri¨® que el 81% de las hijras que se prostituyen no utilizaba preservativo durante el sexo anal con clientes, y el porcentaje crec¨ªa hasta el 85% en el caso de sexo sin fines lucrativos. As¨ª, la prevalencia del VIH (68%) y de la s¨ªfilis (57%) es muy superior a la media nacional entre los transg¨¦nero. Adem¨¢s, su acceso a la Sanidad es tambi¨¦n menor, y se han dado casos incluso de gente a la que se ha dejado morir sin recibir tratamiento.
Otros elementos ligados a la marginaci¨®n, como son el uso de estupefacientes y de alcohol, tambi¨¦n se disparan entre las hijra, cuya tasa de suicidios multiplica por cinco la media de India. Adem¨¢s, los trastornos mentales severos son habituales. El informe del PNUD enumera algunos de los elementos que los provocan: ¡°Verg¨¹enza, miedo y una transfobia subyacente en la fase de confusi¨®n inicial; inadaptaci¨®n social y presi¨®n del c¨ªrculo m¨¢s cercano en el momento de afirmaci¨®n sexual ¡ªconocido como salir del armario¡ª; y miedo a la p¨¦rdida de relaciones y una limitaci¨®n autoimpuesta en las aspiraciones personales, despu¨¦s¡±.
No obstante, lo que se menciona en pocas ocasiones es la violencia interna de la propia comunidad, que se rige en muchas ocasiones por los dictados de una hijra gur¨² cuyo poder es casi total. Lo sabe Tamana, a quien su hermano viol¨® cuando solo ten¨ªa 10 a?os y todav¨ªa era var¨®n. ¡°Fue a partir de entonces cuando comenc¨¦ a sentir atracci¨®n hacia los hombres. Mis padres se enteraron y tuve que abandonar mi casa a los 15 a?os¡±. Encontr¨® consuelo y comida en la comunidad hijra de la ciudad de Hyderabad, pero no fueron gratuitos. ¡°Comenzaron a presionarme para que mendigase y me prostituyera, y los gur¨²s terminaron forz¨¢ndome a la castraci¨®n porque dijeron que as¨ª ganar¨ªa m¨¢s dinero. De lo contrario, me dijeron, no podr¨ªa continuar recibiendo su protecci¨®n. Yo habr¨ªa preferido seguir siendo un hombre, pero no me qued¨® m¨¢s remedio¡±.
La estimaci¨®n del PNUD es que en India hay entre 200.000 y dos millones de personas transg¨¦nero
Actualmente, Tamana se prostituye en unos ba?os p¨²blicos en los que tambi¨¦n vive, ubicados en la periferia de Bangalore. ¡°Cada d¨ªa puedo ganar entre 500 y 1.000 rupias (entre 6,5 y 13 euros), pero la mitad de mis ingresos se los tengo que entregar a los gur¨²s. Adem¨¢s, tengo que pagar el alquiler de mi parte del ba?o, y siempre cabe la posibilidad de que aparezca la Polic¨ªa pidiendo su tajada a cambio de no arrestarme. Como en comisar¨ªa las palizas y las violaciones son habituales, saben que pagaremos¡±, asegura incapaz de contener las l¨¢grimas. ¡°Si no nos condena la sociedad, nos condenamos nosotras mismas con las mafias que creamos. En cualquier caso, somos esclavos¡±.
Afortunadamente, hay quienes trabajan con ah¨ªnco para darle un vuelco a la situaci¨®n. Como el caso de Madhu Kinnar, de 35 a?os y primer alcalde transg¨¦nero del pa¨ªs. O el de Veena S., que fue primera transexual candidata a unas elecciones en el sur de India. Fue la ¨²nica de cinco hermanos que naci¨® var¨®n en el seno de una familia ¡°que nunca com¨ªa tres veces al d¨ªa¡±. El padre, que trabajaba en el sector de la construcci¨®n, muri¨® cuando ella ten¨ªa 12 a?os, una edad a la que comenz¨® a sentirse diferente. ¡°Me gustaban particularmente las actividades extraescolares como el baile o el canto, y sent¨ªa que prefer¨ªa estar entre chicas. Los ni?os me insultaban, pero pronto comenc¨¦ a sentirme atra¨ªda por ellos¡±.
La muerte del padre supuso un punto de inflexi¨®n en su vida. Tuvo que dejar los estudios y ponerse a trabajar, como el resto de hermanas. Poco m¨¢s tarde, comenz¨® a cuestionarse su identidad. ¡°No entend¨ªa por qu¨¦ hab¨ªa nacido var¨®n y me sent¨ªa mujer¡±. Los vecinos no tardaron en darse cuenta de su car¨¢cter afeminado y la discriminaci¨®n dio un salto cualitativo. ¡°Empezaron a abusar f¨ªsicamente de m¨ª, algunos incluso me dieron una paliza¡±. Sus padres la terminaron echando de casa, avergonzados, y, despu¨¦s de perder el trabajo en una f¨¢brica, comenz¨® a prostituirse. ¡°Curiosamente, cuando vieron que empezaba a ganar m¨¢s dinero que ellos, mis padres decidieron aceptar mi sexualidad y permitieron que regresara¡±, recuerda. Con lo que le reportaba el sexo pag¨® las dotes de sus hermanas y consigui¨® respeto y seguridad en s¨ª misma. Tras haberse castrado en 1997, en 2005 comenz¨® a tramitar su reconocimiento como mujer.
¡°Comenc¨¦ pidiendo un cambio de nombre. Tuve que publicar en diferentes peri¨®dicos que renunciaba a Vittala para llamarme Veena, un proceso largo y costoso que dio resultado. Ahora en el certificado de sexo obligatorio se me considera mujer transexual, porque carezco de ¨²tero y tengo pr¨®stata, pero en el pasaporte que me acaban de dar, despu¨¦s de dos a?os y medio intent¨¢ndolo, mi sexo ya consta como mujer. Creo que es el primero que se expide as¨ª, y ahora quiero que mi lucha sirva para muchas otras personas como yo¡±.
La mayor¨ªa de los transexuales de India se ven obligados a la prostituci¨®n o la mendicidad
Veena decidi¨® presentarse a las elecciones municipales de 2010 como adalid de los derechos de los transg¨¦nero y para evitar las mafias que los explotan. ¡°Tenemos que utilizar las armas que nos da la democracia para combatir una sociedad retr¨®grada que nos condena a la mendicidad y a la prostituci¨®n solo por nuestra orientaci¨®n sexual. Los transexuales no nos organizamos porque, generalmente, pertenecemos a castas bajas y se nos ha negado la formaci¨®n necesaria para entender c¨®mo funciona el poder pol¨ªtico. Nos han infravalorado tanto que ni siquiera nos creemos con el derecho a participar en las elecciones¡±. Quiz¨¢ por eso, Veena solo obtuvo 671 votos de un censo de 16.000, pero contin¨²a con su lucha.
El objetivo es conseguir que casos como el de Naaz sean lo habitual y no la excepci¨®n. A sus 23 a?os, es una de las pocas transexuales que ha encontrado marido en India. Y el peque?o apartamento que comparten es un oasis de color en un barrio gris de la capital, Delhi. Igual que su historia, que representa un rayo de esperanza en el negro panorama que sufren quienes deciden cambiar de sexo. ¡°Conoc¨ª a Arian cuando yo ten¨ªa 18 a?os. Desde el principio, yo le advert¨ª de que hab¨ªa nacido hombre y que no ten¨ªa todav¨ªa los atributos de mujer¡±. A pesar de ello, ¨¦l lo acept¨®. ¡°No voy a negar que en un primer momento no me sorprendiese, pero decid¨ª seguir vi¨¦ndola¡±, reconoce Arian. Hasta que se enamor¨®. No fue una relaci¨®n f¨¢cil, ya que tuvo que aguantar la burla de casi todos sus conocidos. Y un d¨ªa revent¨®: tras la discusi¨®n por los insultos que ella ten¨ªa que aguantar en la calle, Arian decidi¨® comprometerse con ella. ¡°Se hizo un corte en la mano y me puso su sangre entre las cejas¡±. Sin duda, fue una conmovedora forma de dibujar el punto rojo del bindi, una marca que distingue a las mujeres casadas en el subcontinente indio.
Sus respectivas familias accedieron a la uni¨®n, y Naaz comenz¨® a reunir el dinero necesario para convertirse en mujer. 100.000 rupias (1.300 euros) para los pechos, y casi otras 200.000 (2.600 euros) para la vaginoplastia por inversi¨®n peneana. ¡°Era mucho dinero, pero conseguimos reunirlo con la ayuda de familiares y amigos. Curiosamente, despu¨¦s de haber sufrido tanto, nos sorprendi¨® la ayuda que recibimos: incluso algunos vecinos donaron algo¡±. Un a?o despu¨¦s, Naaz fue reconocida oficialmente como mujer, y se casaron. ¡°Ahora estamos pensando en adoptar hijos¡±, reconoce ella. Su objetivo es ¡°tener una familia normal¡±. Y nadie dir¨ªa que no lo vaya a conseguir. A diferencia de otras parejas indias, ellos no tienen problema en mostrar afecto frente a la c¨¢mara. Hay miradas c¨®mplices, y las manos buscan zonas prohibidas. ¡°Nuestro caso demuestra que algo est¨¢ cambiando en India¡±, sentencia ella. Afortunadamente, no es el ¨²nico ejemplo de apertura. Ya hay ciudades que incluso celebran concursos de mises trans y en septiembre Padmini Prakash dio la campanada al convertirse en la primera presentadora de televisi¨®n transexual.
La operaci¨®n de cambio de sexo est¨¢ cercana a los 4.000 euros, algo inalcanzable para la inmensa mayor¨ªa?
A Teena le gustar¨ªa ser como Naaz o como Prakash, pero quiz¨¢ no haya escogido el camino m¨¢s adecuado para conseguirlo. Porque ahora es una de las dos chelas ¡ªnombre que dan a quienes aspiran a entrar en la comunidad hijra¡ª de Samjana, un discreto hombre de familia de d¨ªa y prostituta travesti de noche. Pronto ser¨¢ gur¨² en la comunidad hijra a pesar de que no se ha castrado, porque tiene que ¡°mantener a la familia y cumplir con los deberes del marido¡±, y ofrece protecci¨®n a Teena a cambio de parte de sus ingresos. ¡°No me considero un proxeneta. Ella me ayuda econ¨®micamente, y yo hago lo propio en todo lo que puedo¡±, zanja. No obstante, reconoce que los gur¨²s con mayor n¨²mero de chelas gozan de una vida mucho m¨¢s c¨®moda.
Kangana tiene 20, pero ni las prostituye ni las obliga a mendigar. Como gur¨² importante, considera que es su responsabilidad mejorar la imagen que los transg¨¦nero tienen en India. ¡°Nos quejamos mucho de la discriminaci¨®n que sufrimos, y no se puede negar que sea real, pero luego entramos en una peligrosa rueda de la que es casi imposible salir, porque terminamos explotando a nuestros propios allegados¡±. Ella, que hace unos a?os complet¨® la cirug¨ªa para ser considerada mujer, busca otras v¨ªas ¡°decentes¡± para obtener ingresos: aprovecha la extra?a dualidad con la que son vistas las hijra por una sociedad, que, ¡°como sucede con los gitanos en otros pa¨ªses¡±, les concede poderes cercanos a lo sobrenatural. ¡°Lo mismo que cuando damos palmas creen que lanzamos una maldici¨®n y nos pagan para que no lo hagamos, tambi¨¦n nos contratan para bendecir a reci¨¦n nacidos y a novios que van a casar. Es un buen negocio alternativo hasta que en India podamos acceder a trabajos de todo tipo como cualquier otro ser humano. Pero, a pesar de los cambios, eso no suceder¨¢ hasta dentro de muchos a?os¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.