Cabalgata isl¨¢mica
Los que traen los caramelos son muchas veces los mismos que financian a los yihadistas
Como cada a?o las calles de casi todas las ciudades y pueblos espa?oles se han visto invadidas por la cabalgata del d¨ªa de Reyes. No hay que ser muy agudo para ver que toda la imaginer¨ªa y la presunta marca que contienen estas marchas dominadas por el comercio se basan en una est¨¦tica claramente fundada en el Oriente Pr¨®ximo. Tan pr¨®ximo como que somos, seg¨²n sus propagandistas, el centro del mismo. Al Andalus. El territorio central desde el que los omeyas gobernaron gran parte del mundo conocido por Occidente durante m¨¢s de dos siglos. Desde C¨®rdoba y Granada hasta Damasco.
Desde hace ya algunos a?os, resulta evidente. Y ahora el llamado Estado Isl¨¢mico sit¨²a a Espa?a en el centro de su estrategia, es decir, de su t¨¢ctica a largo plazo. Se trata de recuperar un territorio que los islamistas radicales consideran suyo e irrenunciable. Los atentados de Madrid, en marzo de 2004, y de Casablanca, un a?o antes, deber¨ªan haber servido de advertencia de lo que se nos ven¨ªa encima. Se reaccion¨® bien a pesar de todo, sin embargo, y al parecer no se regatearon medios para comprender el alcance del movimiento.
Ahora es nuestro vecino Marruecos el que nos ha disparado las alarmas. El Estado Isl¨¢mico amenaza la monarqu¨ªa marroqu¨ª tanto o m¨¢s que al Estado laico espa?ol. Posiblemente, por vez primera, de una forma exenta de desconfianzas excesivas, los servicios de seguridad marroqu¨ªes y espa?oles trabajan juntos a ambos lados del Estrecho para conocer primero y reducir despu¨¦s los posibles efectos del yihadismo.
La amenaza es doble. Es interna, porque dentro de Espa?a hay una gran cantidad de posibles agentes radicales; y es externa, porque desde una enorme variedad de geograf¨ªas, los yihadistas acechan con violencia o sin ella el sistema de convivencia europeo. Y somos los primeros de la lista, que no se olvide. Dentro de Espa?a, la identificaci¨®n de las c¨¦lulas terroristas y, fuera, la localizaci¨®n de sus fuentes financieras son las tareas fundamentales a las que se enfrenta el CNI, con la ayuda, esta vez, de los marroqu¨ªes.
La acci¨®n de las fuerzas de seguridad no puede ser, ni mucho menos, s¨®lo represiva. Pero no hay que ser ingenuo: no nos enfrentamos a un terrorismo de baja intensidad o cualificaci¨®n. La represi¨®n debe ser limpia y democr¨¢tica, pero jam¨¢s infantil. Atocha y Casablanca (y Par¨ªs, ahora) nos lo recuerdan siempre.
La amenaza es doble. Es interna, porque dentro de Espa?a hay una gran cantidad de posibles agentes radicales; y es externa, porque desde una enorme variedad de geograf¨ªas, los yihadistas acechan?
Por eso, a m¨ª me llama bastante la atenci¨®n ver la cabalgata de Reyes cada a?o. Imagino a los jeques de Qatar, de los Emiratos ?rabes, de Arabia Saud¨ª echando r¨ªos de dinero en los equipos de f¨²tbol europeos, y comprando voluntades pol¨ªticas sin freno, al tiempo que llenan de una ilusi¨®n absurda, de grandes almacenes, todos los hogares espa?oles. Los que traen los caramelos son muchas veces los mismos que financian a los yihadistas.
No se trata de hacer la guerra a nadie. Pero sabemos que los inmigrantes de Melilla no son el peligro, y que quiz¨¢ s¨ª lo sean los reyes banqueros que llegan de Oriente.
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