Todos somos franceses
Un pa¨ªs clave en Europa no debe ceder a la barbarie que golpea una sociedad fragilizada
M¨²ltiples voces reclaman que ¡°todos somos Charlie¡±, en homenaje y solidaridad con los periodistas del semanario martirizado y los polic¨ªas muertos en la carnicer¨ªa de Par¨ªs. Fran?ois Hollande ha estado en su sitio llamando a la unidad nacional, lo mismo que Nicolas Sarkozy reuni¨¦ndose con ¨¦l mientras se organiza una manifestaci¨®n no partidista para el domingo. Pero eso no basta. Ser¨ªa una se?al p¨¦sima que la matanza acelerase las fracturas y las fragilidades de la sociedad, el gran peligro latente tras la unidad mantenida en los d¨ªas de duelo.
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El golpe se ha producido sobre un pa¨ªs que lleva a?os de conmoci¨®n pol¨ªtica, con un Gobierno socialista al que le resulta muy dif¨ªcil reformar el sistema econ¨®mico, una oposici¨®n de derechas que no recoge ventajas de esa situaci¨®n y un se¨ªsmo pol¨ªtico provocado por el avance del Frente Nacional entre sectores que desertan los feudos de la izquierda.
El partido extremista encabezado por Marine Le Pen trata de romper el cord¨®n sanitario trazado hist¨®ricamente por las dem¨¢s fuerzas y exige una invitaci¨®n expresa a participar en la manifestaci¨®n del domingo, mientras avanza prop¨®sitos tan unilaterales como el de restablecer la pena de muerte por medio de un refer¨¦ndum. Sin duda, la ultraderecha tratar¨¢ de sacar ventajas pol¨ªticas de su l¨ªnea antiinmigraci¨®n, aunque de momento no insiste directamente en ello y da prioridad a que le den la bienvenida al sistema. Lamentablemente, sus primeros gestos tras la tragedia han resultado partidistas y antiunitarios.
Hay una larga historia de inestabilidad tras a?os de crisis en las barriadas de grandes ciudades donde se hacinan las poblaciones marginadas, en gran parte de origen magreb¨ª, y de las que probablemente proceden los 1.300 franceses que se calcula han acudido a combatir en Irak o Siria. Es un problema, pero no irresoluble. Lo ser¨¢ si se utiliza para abrir camino al miedo y a la ruptura del pacto social que, hasta los a?os de la crisis econ¨®mica, hab¨ªan hecho posible una cierta integraci¨®n. In¨²til debatirse en las dudas sobre la comunidad musulmana que vive en Francia y sobre el mundo isl¨¢mico en su conjunto: ah¨ª no est¨¢ el enemigo. Sabemos o nos hemos preocupado demasiado poco de los conflictos en Siria e Irak como para enzarzarnos ahora en disputas de religi¨®n u or¨ªgenes ¨¦tnicos.
Al igual que ha sucedido en otros atentados, surgen dudas sobre los motivos por los que los sospechosos de la matanza no estaban m¨¢s controlados, pese a haber sido observados por los servicios de seguridad. No solo hay que investigar los fallos, si es que los ha habido, sino adoptar sin miedo cuantas medidas sean precisas para hacer frente a estas formas de terrorismo. La seguridad no es incompatible con la democracia, al contrario, es una exigencia. Lo que resulta inaceptable es acusar de cobardes o ingenuos a los que no est¨¢n dispuestos a que las libertades retrocedan con el pretexto de que hay terrorismo. Ni lo sucedido en Par¨ªs es el primer acto yihadista en suelo franc¨¦s, ni mucho menos en territorio europeo.
El clima pol¨ªtico y social previo no permite enga?arse sobre la pervivencia de la sangre fr¨ªa y de las energ¨ªas positivas desplegadas durante las primeras jornadas. Por eso hay que exigir seriamente a los franceses que no permitan la desestabilizaci¨®n de su pa¨ªs. Desde Francia surgi¨® el ¡°todos somos americanos¡±, un mensaje en solidaridad con los ataques sufridos por Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Hoy, los amigos y vecinos de Francia tenemos todo el inter¨¦s en que este pa¨ªs se mantenga firme y demuestre que el terror no puede prevalecer. No encontramos mejor forma de decirlo: hoy, todos nos sentimos franceses.
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