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Ser padre en pa¨ªs rico

Un diario personal desde Espa?a sobre la odisea de los mil primeros d¨ªas de vida y la experiencia de la paternidad

Guillermo Abril
Un paseo reciente, con la hija rondando los mil días.
Un paseo reciente, con la hija rondando los mil d¨ªas.

1. La concepci¨®n: cuesti¨®n de elecci¨®n; motivo de trauma para muchos

La primera vez que me lo preguntaron me sorprendi¨®: ¡°?Y lo estabais buscando?¡±. Aparte de tratarse de una cuesti¨®n bastante indiscreta, la respuesta parece obvia: c¨®mo no. Tras haber pasado toda la vida envuelto en anticonceptivos, cuando uno deja de usarlos, pasados los 30, viviendo en pareja y con trabajo m¨¢s o menos estable normalmente es porque va a por lo que va. O al menos, sabe a lo que se enfrenta. Lo llaman planificaci¨®n familiar. Los hijos, en Espa?a, son en gran medida una cuesti¨®n de elecci¨®n. Seres deseados y ultraesperados sobre los que, como poco, se ha pensado y debatido antes de que cobren vida. Quiz¨¢ demasiado. Si no, tendr¨ªamos muchos m¨¢s y mucho antes. Y no cuando la edad empieza a hacerte barrabasadas. Ah¨ª est¨¢n las estad¨ªsticas. La decisi¨®n se dilata por muchos motivos: porque no hay forma de juntar plata para alimentar una boca m¨¢s; porque da miedo poner trabas a la trayectoria profesional; porque uno quiere seguir viajando; o vivir sin ataduras; o porque no tiene con qui¨¦n (aunque eso, hoy, tampoco es un problema). El caso es que llega un punto en el que, o te pones a ello, o has de callar para siempre. Y entonces comienzan los dramas del primer mundo. Otra de las preguntas indiscretas frecuentes suele ser: "?Os ha costado mucho?". Por cada historia de un nuevo embarazo de un amigo suele llegar al menos otra de alguien a quien le ¡°est¨¢ costando¡±. Los a?os no perdonan. Nosotros decidimos el momento, s¨ª. Pero la espera tiene un coste. En la pir¨¢mide de poblaci¨®n. En las arcas de la Seguridad Social. Y en las facturas de las cl¨ªnicas de fertilidad. Recuerdo el d¨ªa en que una buena amiga me mostr¨® el abdomen, amoratado y lleno de pinchazos del tratamiento hormonal al que se estaba sometiendo. Recuerdo tambi¨¦n su rostro de ansiedad porque ya hab¨ªa pasado los 35 y su caso no ten¨ªa buen pron¨®stico. Hoy, gracias a la ciencia y la perseverancia, luce una tripa prominente de embarazada. Me puedo imaginar su cara cada vez que le preguntan: ¡°?Lo estabas buscando?¡±.

2. El d¨ªa en que te enteras

Como uno siempre se pone en lo peor, y piensa, por ejemplo, que sus espermatozoides van a resultar pobres y enclenques, el d¨ªa en que el famoso predictor da positivo suele cogerte desprevenido. Te quedas mudo. Pasas un par de d¨ªas sin articular palabra. Por supuesto, hay un segundo test para confirmar. Y una primera visita al ginec¨®logo para que no quede duda. Todo esto suele suceder en el segundo mes de embarazo. Hasta entonces, vives en la inopia. Preocupado porque tu compa?era muestra un cansancio inusitado, se duerme en cualquier sitio, a cualquier hora, y asegura que algo de la comida le ha debido de sentar mal porque nota un revoltijo inusual en el est¨®mago. En la primera cita al m¨¦dico uno ve el chispazo de vida en su forma primigenia, un punto similar a un renacuajo p¨¢lido que late a toda velocidad, como un impulso el¨¦ctrico, ah¨ª en el monitor de la ecograf¨ªa.

3. La primera foto

Algunos nos perdemos esa primera cita (y luego nos arrepentimos toda la vida). Pero vi una foto. Y esa imagen, que normalmente te llevas ya a casa en papel e incluso dentro de un USB, como archivo digital, ser¨¢ la primera de muchas que circular¨¢ por todas partes. Los hijos del siglo XXI, en un pa¨ªs con mayor n¨²mero de tel¨¦fonos m¨®viles que habitantes, son retratados en sus dos primeros a?os m¨¢s veces que nuestros abuelos a lo largo de toda una vida. Circular¨¢n sin descanso por Facebook y WhatsApp desde su estado embrionario, en el paritorio, dando sus primeros pasos, pronunciando sus primeras palabras, sentados sobre el orinal junto a sus compa?eros de guarder¨ªa (aprendemos a ir al ba?o como un acto social, tal y como sol¨ªan hacer los romanos en la vida adulta). Nadie sabe a¨²n los efectos de esta exposici¨®n p¨²blica en las personas retratadas. Es posible que haya quien acabe denunciando a sus padres al cumplir los 18 a?os cuando, al echar la vista atr¨¢s, se encuentre un aluvi¨®n de v¨ªdeos y fotograf¨ªas.

En la playa, con casi a?o y medio.
En la playa, con casi a?o y medio.

4. ¡°El soldadito dispara"

Enseguida llega el momento de anunciarlo. Hay quien se lanza a contarlo nada m¨¢s salir del ba?o con el positivo del test de embarazo a¨²n humeante. El riesgo es que en ocasiones uno se ve obligado a recular porque hasta m¨¢s o menos los tres meses, la cosa, como suele decirse, no est¨¢ todav¨ªa ¡°asentada¡±. Un trago amargo y desagradable por el que han pasado muchos. Otros eligen esperar, aproximadamente, hasta el llamado ¡°triple screening¡±, prueba en la que se pueden detectar riesgos del feto y del embarazo (y uno est¨¢ a¨²n a tiempo de plantearse, por ejemplo, un aborto). La prueba incluye la ecograf¨ªa de las 12 semanas, la primera revisi¨®n en la que uno comienza a ver en el monitor del ec¨®grafo un renacuajo evolucionado, con aspecto antropom¨®rfico, y escucha el coraz¨®n latir con toda claridad y a un ritmo endiablado. Ese instante se te queda grabado para siempre. Pasada la prueba, reunimos a la familia para comer. Es una de las mejores noticias que se puede dar a nadie. La felicidad que genera es, m¨¢s o menos, inversamente proporcional al n¨²mero de nacimientos. En el n¨²cleo familiar y a nivel agregado. Hoy en d¨ªa, con una de las tasas de fertilidad m¨¢s bajas del planeta, anunciar un hijo en Espa?a es casi como referir un milagro. Y cobra tanta importancia que, a partir de ese instante, el nuevo proyecto de vida se convierte en el foco y centro de toda atenci¨®n. Casi al d¨ªa siguiente uno comienza a recibir ropa, objetos y artilugios de reci¨¦n nacido, consejos de todo tipo, libros, manuales, fajas y herencias de otro tiempo que han sobrevivido a generaciones envueltas en papel crep¨¦

En el c¨ªrculo cercano de amigos, la noticia genera reacciones diversas. Desde un bochornoso y folcl¨®rico ¡°?Ey, tu soldadito dispara!¡± a un manteo al estilo de los entrenadores de f¨²tbol cuando el equipo gana alg¨²n trofeo. Hay quien te dice que te has vuelto loco. Que no sabes d¨®nde te metes. Que has abierto la caja de los truenos. Pero, en general, un feto despierta simpat¨ªa. Nunca en mi vida he recibido tantos abrazos. Y la noticia fue capaz de provocar que la futura bisabuela diera un respingo en la silla y saltara, con sus 90 a?os, como no la hab¨ªamos visto hacerlo en la ¨²ltima d¨¦cada.

5. P¨²blico, privado o ambas

El triple screening detecta, entre otras cosas, la trisom¨ªa 21, pero no con una fiabilidad del 100%. Hay otras pruebas gen¨¦ticas muy recientes que se acercan a la certeza absoluta. Pero se practican en la sanidad privada, no suele cubrirlas el seguro, y resultan muy caras (rondan los 1.000 euros). La encrucijada p¨²blico-privada le acompa?a al nuevo proyecto de vida desde que aparece el?nasciturus hasta que se quita los pa?ales y empieza a construir frases con sentido. Desde la primera ecograf¨ªa hasta la elecci¨®n de guarder¨ªa y de colegio. Al menos en pa¨ªses como Espa?a, donde el Estado de Bienestar se ha construido con mucho esfuerzo y, a pesar de los siete a?os de recesi¨®n y tijeretazos, compite y supera en muchos casos al sector privado. Nuestro parto en un hospital p¨²blico, donde nacen 16 beb¨¦s de media al d¨ªa, coincidi¨® con una ¨¦poca de lucha de los empleados de la sanidad frente a la privatizaci¨®n de hospitales en la Comunidad de Madrid. Las ventanas, las paredes, y los muros estaban empapelados hasta arriba con mensajes reivindicando un servicio ¡°de todos y para todos¡±. El embarazo, en cualquier caso, lo llevamos al principio a trav¨¦s de una cl¨ªnica privada, y con una amiga de la infancia que ahora es ginec¨®loga. En cuanto a la Escuela Infantil, disfrutamos de una plaza p¨²blica en un centro privado. Un poco de todo.

6. S¨ªndrome del nido

Al principio, no se le da demasiada importancia. Un beb¨¦ se cuela en casa en forma de libros que comienzan a rondar por la mesa, tipo Qu¨¦ se puede esperar cuando se est¨¢ esperando. Pero en el ¨²ltimo trimestre de embarazo, comienza a ser acuciante. Toca preparar el hogar a conciencia para la llegada del hijo. Una llamada de la naturaleza que en esos mismos libros suelen denominar ¡°el s¨ªndrome del nido¡±. Y que en la pr¨¢ctica significa que el despacho o estudio del que sol¨ªa disfrutar en la casa, con pilas de libros y papeles, guitarras y ceniceros sucios, se deshace y se transforma en otro lugar. Una habitaci¨®n limpia, luminosa y acogedora. Los abuelos maternos nos regalaron un mois¨¦s. La abuela paterna un peque?o colch¨®n. Una t¨ªa abuela, la funda. Rebuscaron ropa de cuando ¨¦ramos ni?os para reutilizarla. Rescataron alg¨²n viejo peluche. Nos descubrieron para qu¨¦ sirven las muselinas (para todo en la lactancia; se nos llen¨® la casa de peque?os trapos de tela). Compramos una ba?era de beb¨¦s. Un cambiador. Pa?ales. M¨¢s ropa. Unos amigos nos pasaron otra enorme bolsa con prendas de tres ni?os ya crecidos. Incluso decoramos algo el cuarto. Semanas antes de nacer, se podr¨ªa decir que el feto ya ten¨ªa un hueco propio. Y bastante considerable. Con armarios y cajones repletos. Tambi¨¦n ¨¦sta es la ¨¦poca de los consejos. Recuerdo, en concreto, uno del abuelo paterno: ¡°Ten¨¦is que ir pensando en la infraestructura¡±. Se refer¨ªa a c¨®mo ¨ªbamos a organizarnos cuando, pasados los primeros meses de baja, ambos padres nos reincorpor¨¢ramos al trabajo. C¨®mo compaginar vida laboral y familiar. Un aviso de la voz de la experiencia.

7. La preparaci¨®n al parto

Una matrona recia y de ideas claras daba la clase en un aula del Centro de Salud p¨²blico de la zona. No ¨¦ramos muchos hombres, y tampoco se nos ten¨ªa demasiado en cuenta. All¨ª la protagonista es la mujer, como es obvio. El segundo d¨ªa de clases (eran seis sesiones), hubo entre los varones un descenso en el n¨²mero de asistentes, y un incremento notable de tabletas con las que pasar el rato mientras las mujeres practicaban, pongamos, ejercicios p¨¦lvicos. Es muy probable que en otros lugares del globo, en sociedades menos individualistas, y con mayor sentimiento de comunidad, uno alcance la edad f¨¦rtil sabiendo mucho m¨¢s del embarazo y del parto y sus tres fases, expulsi¨®n de la placenta incluida. De lo que la madre ha de comer y lo que no. Del puerperio. De la lactancia. De los c¨®licos. De qu¨¦ hacer si muestra un tono de piel amarillento (sacarlo al sol). Del sue?o y hasta los mocos del reci¨¦n nacido. En mi caso no sab¨ªa casi nada. Y m¨¢s all¨¢ de las cl¨¢sicas respiraciones, y del masaje en los ri?ones de tu pareja, est¨¢ bien atesorar ciertos conocimientos como que si se han roto aguas no hace falta coger un taxi a la carrera y salir volando al hospital. Hay tiempo de pasar por casa y preparar una maleta. A menos que las aguas vengan manchadas de sangre o heces. En ese caso s¨ª hay que volar. Al final, en cualquier caso, las clases tomaban la forma de un grupo de autoayuda en el que las embarazadas compart¨ªan sus temores, dudas y dolores cotidianos. Algo necesario ante lo desconocido. Para coger confianza. Pero ninguna explicaci¨®n supera la realidad.

8. El parto: ¡°Esa es la tuya¡±

Muchas de las lecciones sobre el parto, en cualquier caso, fueron en balde: al final la doctora del hospital program¨® una ces¨¢rea. En Espa?a, seg¨²n datos de 2011, uno de cada cuatro ni?os nace de esta forma, 10 puntos porcentuales por encima de las recomendaciones de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (15%). Muchos futuros padres intentan elegir hospital para evitar en la medida de lo posible este trance, o para que el parto sea lo m¨¢s ¡°natural¡± posible: en una piscina o incluso en el sal¨®n de su casa. No es m¨¢s que el comienzo de un debate que te acompa?ar¨¢ desde entonces. Crianza natural al estilo de Carlos Gonz¨¢lez, con su colecho y su lactancia prolongada; o el estoico m¨¦todo Estivill de dejar berrear a los beb¨¦s hasta que se duerman?

Hay veces que el quir¨®fano, por indicaci¨®n m¨¦dica, parece la ¨²nica salida. La doctora fue muy clara a la hora de explicar el peligro de esperar a t¨¦rmino, sin aplicar ces¨¢rea: ¡°El riesgo es que se muera¡±. Por muy ¡°natural¡± que uno desee el parto, el instinto no es capaz de luchar contra esas palabras. As¨ª que, finalmente, ni respiraciones, ni contracciones, ni dilataci¨®n: el padre ha de aguardar en la sala de espera, a las puertas del quir¨®fano. Expectante. Inquieto. Aterrado. Cuando se oy¨® el primer llanto, una se?ora de etnia gitana que tambi¨¦n andaba por all¨ª, pero mucho m¨¢s tranquila, me mir¨® con ojos de sabidur¨ªa ancestral y dijo: ¡°Esa es la tuya¡±. Ese primer llanto se queda incrustado en la memoria, como una cicatriz en la piel.

Durante el 'piel con piel', nada m¨¢s nacer.
Durante el 'piel con piel', nada m¨¢s nacer.

A partir de ah¨ª, comienzan a sucederse un carrusel de instantes extraordinarios. Y todo va tan r¨¢pido que apenas da tiempo a digerirlo. El llamado ¡°piel con piel¡±, por ejemplo: mientras la madre sigue en observaci¨®n, el padre tiene la opci¨®n de sustituirla, tomar en brazos al reci¨¦n nacido, y dejar que trepe por su pecho desnudo, para que tenga ese primer contacto de mam¨ªfero con su especie. Me daba p¨¢nico cogerla. Es un ser diminuto, torpe e indefenso. La rodee con mis brazos y permanec¨ª sin moverme 30 minutos. Es curioso, en ese momento busca succionar lo que sea. Y se mueve a tientas (apenas son capaces de ver) hacia el pez¨®n. Por eso, quiz¨¢, se le proporciona al progenitor una jeringuilla con leche, para dosific¨¢rsela con extremo cuidado en su peque?a boca. La descarga de felicidad extrema que lo envuelve todo probablemente est¨¦ directamente relacionada con la supervivencia de la especie. Si no, no habr¨ªa forma de soportarlo. Porque enseguida aparecen elementos que te hacen ver que no va a ser sencillo. El meconio, por ejemplo, ese primer excremento viscoso y oscuro. Al menos, en ese momento no huele. La limpieza del cord¨®n umbilical. Dar el pecho. Ba?ar a una cr¨ªa de apenas tres kilos (impresiona ver a las matronas metidas en esta faena, tomando a los beb¨¦s con una mano como a cachorrillos, a toda velocidad). Los gases. Y el papeleo infinito que sigue a todo nacimiento.

9. Papeleo y lactancia

A las dos semanas de nacer, al beb¨¦ le toca ir al pediatra. Para ir al pediatra es necesario solicitar una tarjeta sanitaria a su nombre. Para solicitar la tarjeta sanitaria es imprescindible pasar por la Seguridad Social. Y all¨ª, uno aprovecha ya para solicitar la baja y prestaci¨®n de paternidad (13 d¨ªas naturales) y maternidad (16 semanas; aunque es posible repartir la baja de la madre entre ambos progenitores, lo cual dificulta extraordinariamente que el hijo se mantenga exclusivamente con lactancia). Papeles. Documentos. Citas. En el hospital incluso facilitan una hoja con todos los tr¨¢mites. Una cara entera, con letra diminuta. Las doce pruebas de Ast¨¦rix. Lo normal es que lo haga el var¨®n, liberado de la lactancia. Mientras, en casa, la obsesi¨®n de los padres primerizos comienza a penetrar en los poros. La lactancia, ese gran desconocido. Los primeros d¨ªas, incluso se anota en un cuaderno el tiempo y el ¨ªmpetu en cada toma del lactante. Pecho derecho, pecho izquierdo. La madre pasa un primer mes en el que da un m¨ªnimo de ocho y hasta doce tomas diarias. Casi una hora por cada toma. Unas diez horas diarias con un beb¨¦ colgado. Sin descanso. Sin dormir. Con un tajo cicatrizando en el abdomen. Y los pezones al rojo vivo. Escuchando todo tipo de consejos contradictorios sobre c¨®mo hacerlo. Si es mucho o poco. Si mejor de lado. Si mejor al estilo ¡°bal¨®n de rugby¡±. Y siempre queda la duda de si el beb¨¦ se est¨¢ alimentando en condiciones.

Dar el pecho a los hijos ha ido variando seg¨²n las modas. En estos momentos, se impone amamantar el mayor tiempo posible. Los pediatras suelen recomendar un m¨ªnimo de seis meses de lactancia exclusiva. En nuestros padres era al contrario: el biber¨®n como forma de liberaci¨®n. Este debate genera una presi¨®n enorme en la madre, que se interroga: ?ser¨¢ capaz de aguantar m¨¢s de un a?o, como las n¨®rdicas? Son momentos bonitos e inolvidables, suelen decir las madres, pero resulta muy duro y muy esclavo. Hay quien acude en busca de consejo a grupos de lactancia, y all¨ª se topa con otras madres desesperadas y con el pecho dolorido; quien pregunta y repregunta a las matronas; y hasta quien se compra el ¨²ltimo tomo a la Liga de la Leche y valora apuntarse a alguna de sus reuniones. Muchas abandonan por el camino.

Si una madre lactante quiere separarse del beb¨¦, existe un aparato llamado sacaleches que suena como un peque?o aspirador, y succiona al modo en que lo hacen las m¨¢quinas orde?adoras. ¡°Te sientes como una vaca¡±, es lo que suelen decir quienes pasan por ello. ¡°Pero tambi¨¦n tiene un punto liberador¡±. Algunas, cuando se reincorporan al trabajo, acuden con ¨¦l en el bolso. Para que no cese el flujo de leche. Nuestra hija fue amamantada durante unos heroicos 13 meses. La madre, con el sacaleches en la mochila, lleg¨® a hacer viajes de trabajo a Europa en los que se levantaba a las cuatro de la ma?ana, daba el pecho en casa, luego tomaba un avi¨®n. Se reun¨ªa con quien le tocara. Y en los descansos se escond¨ªa en el ba?o y encend¨ªa el sacaleches. Regresaba a ¨²ltima hora de la noche a casa y volv¨ªa a dar el pecho al beb¨¦. Al d¨ªa siguiente, de nuevo al puesto de trabajo. A esto lo llamamos conciliaci¨®n.

10. La conciliaci¨®n y los abuelos

Jugando en el jard¨ªn de la abuela.
Jugando en el jard¨ªn de la abuela.

Uno de los padres es el encargado de llevar por la ma?ana a la ni?a a la guarder¨ªa (que empez¨® a los nueve meses). El otro se encarga de recogerla por la tarde. El plan funciona cuando no hay distorsiones. ?Qu¨¦ ocurre si el ni?o se pone enfermo? (lo cual sucede a menudo desde la primera semana que entra en contacto con otros ni?os en la escuela infantil) ?Y si uno ha de ir de viaje de trabajo durante una semana? Ah¨ª han entrado en juego los abuelos. Por suerte, los cuatro viven en la misma ciudad. Tres de ellos ya est¨¢n jubilados. Y han sido el eje de salvaci¨®n de situaciones cr¨ªticas. Pero un abuelo es mucho m¨¢s que un cuidador para emergencias. No pasa una semana sin que la ni?a, estando sana, vea a uno o varios de ellos. Desde que empez¨® a hablar, m¨¢s o menos al a?o y medio, casi todos los d¨ªas simula que coge el tel¨¦fono y llama a uno de ellos. Ahora ya es capaz de sostener una conversaci¨®n telef¨®nica sencilla, pero real con ellos. De vez en cuando, incluso han mantenido una conversaci¨®n por Skype. Pasar un rato con los abuelos aporta a un ni?o mucho m¨¢s que cualquier profesor de cualquier escuela. Digamos que entre ellos existe un v¨ªnculo de veneraci¨®n incondicional. Y rec¨ªproca. Su primer viaje?sola sin sus padres lo pas¨® con ellos en la playa. Uno de los abuelos fue el primero en descubrir que ya ten¨ªa conciencia de s¨ª misma: se le preguntaba por su nombre, y se se?alaba en el pecho. ¡°Yo¡±. Y, al rev¨¦s, con ellos ha descubierto infinidad de cosas. Del placer de los paseos, al chocolate. O la fuente inagotable de v¨ªdeos que hay en los tel¨¦fonos m¨®viles y tabletas conectadas a Internet. Hace poco, el pediatra nos pregunt¨® en la revisi¨®n obligatoria de los dos a?os si la ni?a estaba expuesta a menudo a las pantallas. Le dijimos que, sobre todo, a trav¨¦s de los abuelos (a nosotros no nos hace demasiada ilusi¨®n, de momento). ?l respondi¨® que ¨¦se es precisamente su papel. Educar en aquello que consideran conveniente. Lo cual puede coincidir, o no, con el criterio de los padres. Si dejas a tu hijo en sus manos no tienes nada que objetar. Los abuelos, en su apoyo, han estado presentes en momentos incre¨ªbles en los que alguno de los padres no estaba. Habl¨¢bamos de conciliaci¨®n: yo me perd¨ª el d¨ªa que mi hija comenz¨® a caminar. La hab¨ªa visto levantarse, recorrer un par de pasos de la mesa al sof¨¢. Pero la vi caminar por primera vez en un v¨ªdeo que recib¨ª por WhatsApp estando de viaje en el extranjero. Acababa de cumplir 13 meses.

11. "Mira lo que hago"

Desde el minuto cero de vida, todo son logros. Superaci¨®n de etapas. Puntos de no retorno. Los primeros dientes. La primera vez que sigue un objeto con la mirada, que come algo s¨®lido, que dice ¡°mam¨¢¡± y ¡°pap¨¢¡±, que usa una cuchara, un tenedor, un cuchillo. Los ya citados primeros pasos. Las primeras frases. Ahora, que ronda los mil d¨ªas de vida (desde la concepci¨®n), ha dejado de dormir en una cuna. Se le ha ca¨ªdo el chupete para siempre (tuvimos que fingir que lo tir¨¢bamos por la ventana). Salta con los pies juntos. Comienza a hacer sus necesidades en un orinal. Pide Cola Cao para el desayuno. Su aprendizaje de palabras se ha vuelto exponencial. Lo imita todo, hasta los tacos e improperios. Cuando hace algo que considera relevante, avisa: ¡°Mira lo que hago¡±, una actitud humana para ser conscientes de que existimos. Y ya es capaz de negociar a su manera: si hay algo que no le apetece comer, te mira, levanta un dedo y dice: ¡°Una¡±. En el primer cumplea?os, no fue capaz ni de soplar su vela solitaria. En el segundo, apag¨® las dos de una bocanada, despu¨¦s de cantar ella misma el cumplea?os feliz.

Detalle de uno de sus juguetes.
Detalle de uno de sus juguetes.

Los padres, por su parte, tambi¨¦n han ido superando etapas. Una de ellas, quiz¨¢ el mayor aprendizaje, es que ya no nos dejamos arrastrar por el terror del principiante. Recuerdo las primeras noches con la reci¨¦n nacida. Cada poco tiempo nos acerc¨¢bamos y pon¨ªamos la oreja muy cerca de su boca, para comprobar si a¨²n respiraba. Uno acaba acostumbr¨¢ndose a que la vida discurre y late por s¨ª misma. Pero en los primeros meses cuesta. Aterra pensar que ese milagro pende de un hilo. Y as¨ª, por ejemplo, acabamos yendo a urgencias una madrugada porque cre¨ªamos que hab¨ªamos intoxicado al beb¨¦ con una dosis que consider¨¢bamos letal de paracetamol para ni?os. Fueron unas cinco gotas. Pero cometimos el grave error de consultar la duda en Internet, donde enseguida surge un mar de respuestas confusas y contradictorias. A¨²n conservamos el informe m¨¦dico. Resulta sonrojante. Dice: ¡°Sin patolog¨ªa objetivable¡±. Nos mandaron de vuelta a casa aconsejando administrar una dosis a¨²n mayor del mismo medicamento. Como se suele decir, por suerte, los ni?os est¨¢n hechos a prueba de padres primerizos.

Salimos del hospital a las dos de la madrugada. Esto tambi¨¦n es algo a lo que te acostumbras: los progenitores olvidan lo que significa dormir de un tir¨®n. Pero todo esto, los malos tragos, tienen su recompensa. Estos mil d¨ªas tan extremos para el ni?o constituyen a la vez una de las experiencias vitales m¨¢s potentes para sus padres. Y m¨¢s gratificantes, por mucho que suene a t¨®pico. La primera vez que escuchas el sonido de su voz, o de una carcajada suya. La primera vez que te llama o te da un beso. Cuando eres testigo de que acaba de descubrir algo nuevo y sorprendente. O acaba cayendo rendida en la cuna mientras le lees un cuento. El mismo cuento que te le¨ªan de ni?o.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pek¨ªn. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante m¨¢s de una d¨¦cada reportajes de gran formato en ¡®El Pa¨ªs Semanal¡¯, lo que le ha llevado a viajar por numerosos pa¨ªses y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ¡®Los irrelevantes¡¯.

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