Maldita endogamia
El reclutamiento del profesorado es la clave de cualquier proyecto universitario
Es dif¨ªcil exagerar la importancia de la universidad para nuestro futuro. Siempre que no nos resignemos a vivir en un pa¨ªs de salarios bajos y alto desempleo, amarrado al turismo y en espera de peri¨®dicos arranques inmobiliarios. De la universidad dependen la formaci¨®n y el reciclaje de profesionales competentes, gran parte de la investigaci¨®n cient¨ªfica y de las innovaciones que alimentan una econom¨ªa moderna, y el trabajo en libertad de gentes dedicadas a pensar en un mundo complejo. Adem¨¢s, la buena universidad p¨²blica constituye un potente motor para el fomento de la igualdad de oportunidades y para el aprovechamiento de la inteligencia. Una sociedad madura deber¨ªa mimar su universidad, exigi¨¦ndole que alcance sus objetivos a cambio de los recursos necesarios.
En contraste con estas premisas, la pol¨ªtica universitaria reciente ha sido asombrosa. Y no s¨®lo por los recortes presupuestarios. Las autoridades han disparado las tasas que pagan los estudiantes y rebajado la cantidad dedicada a becas en plena recesi¨®n. Al mismo tiempo, han buscado la paulatina reducci¨®n del n¨²mero de docentes. Y todo ello mientras escaseaban las convocatorias para investigadores y emigraban muchos de los m¨¢s brillantes. Ciertas comunidades aut¨®nomas ¡ªcomo la de Madrid o la valenciana¡ª apenas disimulan ya su animosidad contra las universidades p¨²blicas. La televisi¨®n auton¨®mica madrile?a ilustra de vez en cuando la mentalidad que respalda esa inquina, seg¨²n la cual nadie estudia en los campus, pasto de vagos y alborotadores protegidos por rectores politizados. Las instalaciones y los servicios se deterioran.
La buena universidad p¨²blica es un motor para la igualdad de? oportunidades
Los graves problemas de la universidad espa?ola no se resuelven descalific¨¢ndola sin m¨¢s, algo cada d¨ªa m¨¢s frecuente. Famosos economistas opinan que es irrecuperable y que lo mejor que podr¨ªamos hacer es cerrarla para empezar de nuevo. Hace unas semanas, F¨¦lix de Az¨²a afirmaba en estas mismas p¨¢ginas, despu¨¦s de ejercer 30 a?os como profesor, que la universidad es un nido de corrupci¨®n, podrido por la endogamia, las mafias departamentales y las c¨¢tedras hereditarias. No se sabe c¨®mo ha aguantado tres d¨¦cadas en semejante antro. A su juicio, los dirigentes de Podemos quedan desautorizados para hacer pol¨ªtica porque pertenecen a la casta universitaria, en el caso de su l¨ªder como interino y cobrando menos de 1.000 euros al mes. Un argumento m¨¢s que discutible.
En las universidades, claro est¨¢, hay episodios de corrupci¨®n. Algunos tan escandalosos como el de la Rey Juan Carlos, de Madrid, creada sin fundamento por un Gobierno popular y que por lo visto ha servido para contratar a decenas de parientes de sus responsables. Nada muy distinto de lo ocurrido en el Tribunal de Cuentas. Seguro que aparecen m¨¢s casos que confirman el reinado del nepotismo y las pr¨¢cticas clientelares en instituciones faltas de control. Para calibrar los males universitarios basta con repasar los informes encargados por el Ministerio de Educaci¨®n, que cre¨® una comisi¨®n de expertos a la que ha ninguneado. El ministro se apresura a provocar un monumental embrollo con la convivencia de los grados vigentes de cuatro a?os con otros nuevos de tres. Pero, a efectos de una verdadera reforma, la legislatura que se acaba ha sido tiempo perdido.
Los principales diagn¨®sticos coinciden en se?alar los defectos de nuestras universidades. El primero es la falta de fondos: nadie puede pensar que la escasez es una receta adecuada para triunfar en el ranking de Shangh¨¢i. Por poner un ejemplo, en mi universidad no se puede invitar a un especialista for¨¢neo para juzgar una tesis doctoral o una contrataci¨®n porque no hay dinero para pagarle el viaje. Pero luego asoman otras cuestiones, como la gobernanza, que da un tremendo poder a los intereses corporativos; el exceso de titulaciones; o los m¨¦todos docentes, que pese a las continuas quejas contra el novedoso modelo de Bolonia siguen siendo los tradicionales en muchas facultades, con profesores que dictan apuntes desde la tarima y estudiantes que tratan de reproducir sus palabras en los ex¨¢menes. Y, sobre todo, la clave de cualquier proyecto universitario: el reclutamiento del profesorado.
Algo hemos avanzado desde los tiempos en que los catedr¨¢ticos reinaban como s¨¢trapas
Y ah¨ª entra en juego la endogamia, palabra que se emplea casi en exclusiva para los estudios sobre parentesco ¡ªen tribus lejanas o en la aristocracia¡ª y para la universidad. En este aspecto, algo hemos avanzado desde los tiempos en que los catedr¨¢ticos reinaban como s¨¢trapas y colocaban a quienes les llevaban los b¨¢rtulos. Un c¨¦lebre acad¨¦mico sol¨ªa decir que, en unas oposiciones, ¨¦l votar¨ªa a su candidato aunque se limitara a rebuznar. Hoy, para conseguir una plaza universitaria, es preciso superar previamente un proceso de acreditaci¨®n en el que se valoran los m¨¦ritos investigadores, docentes y de gesti¨®n, y enfrentarse m¨¢s tarde a pruebas espec¨ªficas. Es decir, se exige mucho m¨¢s que hace 30 a?os. Tal vez habr¨ªa que cambiar estas normas, o ponderar de otra manera los curr¨ªculos, pero resulta muy dif¨ªcil que alguien que rebuzne, aunque sea con pericia, ocupe un puesto.
En cualquier caso, la maldita endogamia subsiste y origina situaciones sangrantes, porque desincentiva la competencia e impide la movilidad. Es un enorme obst¨¢culo para captar el talento que nos hace falta. Su hegemon¨ªa procede, por una parte, de la contradictoria mezcla entre los concursos abiertos y la promoci¨®n leg¨ªtima de los buenos profesores de la casa. Nace, por otra, de una cultura muy arraigada, capaz de torcer cualquier norma con tal de imponer la costumbre de favorecer a la clientela, al amigo o al compa?ero de despacho. Cuando se crearon grandes comisiones nacionales para la habilitaci¨®n del profesorado, algunas se transformaron en zocos: t¨² votas al m¨ªo y yo voto al tuyo. Desde luego, las acreditaciones supusieron un avance.
Por tanto, se precisan tanto una mayor inversi¨®n como un cambio en las reglas de juego que vincule autonom¨ªa y rendici¨®n de cuentas, en un momento en que se acerca el retiro de un porcentaje considerable de la plantilla y su rejuvenecimiento parece imprescindible. Contamos con alguna ventaja, como la disponibilidad de estupendos investigadores y profesores, formados gracias a las becas ¡ªno regaladas sino ganadas a pulso¡ª que se concedieron durante a?os. Programas como el Ram¨®n y Cajal, que logr¨® atraer a numerosos cient¨ªficos, podr¨ªan servir de ejemplo. A la vez, la ¨²nica forma de combatir la perniciosa cultura clientelar consistir¨ªa en adjudicar los presupuestos de acuerdo con evaluaciones peri¨®dicas, dando una relevancia crucial a la actividad investigadora, y en facilitar el despido de quien no cumpla con sus obligaciones: as¨ª, las universidades procurar¨ªan seducir a los mejores, a los que habr¨ªa que proporcionar salarios decentes. El debate est¨¢ servido: s¨®lo falta que nuestros pol¨ªticos, los asentados y los que llegan, presten atenci¨®n.
Javier Moreno Luz¨®n es catedr¨¢tico de Historia en la Universidad Complutense de Madrid.
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