Contra el odio, pero no en caliente
El enemigo no es el Islam, sino el fanatismo que mata y muere matando
Que Europa no se confunda: el enemigo no es el islam, sino el fanatismo que mata y muere matando. El autor de la peor masacre en Europa en los ¨²ltimos cinco a?os no era ning¨²n musulm¨¢n: el noruego Anders Breivik, un ultraderechista contaminado por su odio, no s¨®lo contra el islam sino contra el pluralismo cultural e identitario. Desde ese delirio asesin¨® a casi 200 j¨®venes socialistas en los que ve¨ªa un semillero de apertura ante la diversidad. La UE debe responder, s¨ª. Pero sin ceder un palmo a su raz¨®n de ser, ni desdecir la idea que enloquece a los fan¨¢ticos: Europa como un crisol respetuoso con sus valores fundacionales, la libertad inclusiva, el respeto al diferente.
Los atentados de Par¨ªs han reavivado el debate sobre la contraposici¨®n entre nuestra libertad y nuestra seguridad, como si no fueran dos derechos consagrados en el mismo art¨ªculo de la Constituci¨®n espa?ola (art¨ªculo?17, adem¨¢s de en su Pre¨¢mbulo) y de la Carta de Derechos Fundamentales de la UE (art¨ªculo?6). La vieja diatriba europea sobre la tolerancia, que desde Voltaire plantea sus l¨ªmites frente a sus abusos por los intolerantes, conduce al dilema de defender hoy la libertad, combatiendo a sus enemigos, o exponerse a los fantasmas de la tiran¨ªa ma?ana. Tal como nos ense?a un pasado de sangre y guerra en Europa.
De nuevo al calor del debate se agitan opciones gruesas. Reformas penales que apuntan a ¡°endurecer¡± las respuestas frente a las amenazas. ¡°Legislar en caliente¡± ser¨ªa la expresi¨®n metaf¨®rica de la tentaci¨®n de adoptar ¡°nuevas medidas¡±, aunque algunas aparezcan disconexas con su justificaci¨®n. En la UE es improbable la ¡°legislaci¨®n caliente¡±: la hacen imposible tanto la sofisticaci¨®n del procedimiento como la complejidad de la composici¨®n de intereses en tan enorme escala. Tambi¨¦n la vinculaci¨®n de la UE a su Carta, que consagra los principios de necesidad y proporcionalidad en toda norma que limite derechos fundamentales (art¨ªculo?52).
S¨ª se ¡°legisla en caliente¡± ¡ªy c¨®mo¡ª en los Estados miembros. Un somero repaso a las iniciativas en buen n¨²mero de ellos arriesga la recurrencia del ¡°derecho penal de telediario¡±, populismo punitivo que apenas resiste el contraste con la ley en vigor. El Gobierno del PP vuelve a la carga con el ¡°restablecimiento de controles interiores¡±, ignorando aquellas cl¨¢usulas del actual C¨®digo Schengen y su sistema integrado de informaci¨®n que ya permite excepciones ante situaciones tasadas.
Pulsando s¨®lo la tecla de la seguridad? no derrotaremos un monstruo que continuar¨¢ estando ah¨ª
Los argumentos orientados a la aseguraci¨®n de fronteras exteriores y registro de pasajeros, as¨ª como a tipificar el reclutamiento y propaganda yihadista de su odio en Internet, s¨ª deben ser considerados, tal como postula el nuevo acuerdo antiterrorista que se ha abierto paso en Espa?a. Pero sin eludir las garant¨ªas europeas. Y sin omitir tampoco que los terroristas que perpetraron las matanzas que m¨¢s han dolido en la UE en los ¨²ltimos 10 a?os resid¨ªan legalmente en los Estados miembros en que cometieron sus cr¨ªmenes. Los que asaltaron Charlie Hebdo eran ciudadanos franceses, nacidos tales en Francia, en desaf¨ªo a la eficacia del sistema educativo laico y republicano.
Pulsando s¨®lo la tecla de la seguridad ¡ªacceso a datos personales y prolongaci¨®n de penas¡ª no derrotaremos un monstruo que continuar¨¢ estando ah¨ª. Debemos librar tambi¨¦n, a escala paneuropea, la traspapelada batalla de los valores: integraci¨®n social, lucha contra la exclusi¨®n y la marginaci¨®n y la desigualdad extrema que aboca a la desesperanza o a la desesperaci¨®n a cada vez m¨¢s gente abandonada a su suerte, en una radicalizaci¨®n de resentimientos cruzados que erosiona la genuina identidad europea.
Ninguna de estas reacciones cuelga en la abstracci¨®n o el vac¨ªo. Se producen en un escenario de fragmentaci¨®n e injusticia. Y de inquietantes recortes, no s¨®lo de derechos sociales, sino de los de libertad y de la propia calidad de la democracia en la UE. No s¨®lo, como algunos piensan, en los Estados miembros de m¨¢s reciente adhesi¨®n. Es f¨¢cil estigmatizar a Rumania, Bulgaria y, m¨¢s crudamente, Hungr¨ªa, en pavorosa involuci¨®n tras varias reformas constitucionales dise?adas para achicar el espacio de la alternancia pol¨ªtica, subordinar los medios p¨²blicos y privados e incluso la justicia al Diktat gubernamental de Fidesz, partido ultranacionalista de la familia del PP europeo. Pero un escalofriante informe (Democracy backsliding), del prestigioso think tank brit¨¢nico Demos, documenta la regresi¨®n democr¨¢tica que anida en los asaltos a la libertad de expresi¨®n y en la restricci¨®n de los m¨¢rgenes de la contienda pol¨ªtica en otros muchos Estados miembros incluidos los m¨¢s veteranos.
El ¡°dilema de Copenhague¡± alude a la paradoja que contrasta los rigores en los criterios de acceso al club europeo ¡ªimperio de la ley, derechos, democracia pluralista¡ª y la ausencia de garant¨ªas de calidad una vez que ya se es parte de ¨¦ste. Esa hungarizaci¨®n describe un larvado retroceso de esa idea con la que Europa se explica ante los europeos: la que debe pervivir en el combate a los nuevos enemigos de la sociedad abierta si no quiere traicionarse. Derrotar a los fan¨¢ticos exige mantener la guardia, tanto frente a su furia como ante sus provocaciones para que desfallezcamos en esa voluntad de ser libres por la que tanto nos odian.
Juan F. L¨®pez Aguilar es eurodiputado socialista. Miembro de la Comisi¨®n de Libertades, Justicia e Interior del Parlamento Europeo, de la que fue presidente (2009-2014).
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