?Dem¨®cratas musulmanes del mundo, un¨ªos!
Debemos defender la moderaci¨®n, el Estado de derecho y la libertad de expresi¨®n
Desde el final del siglo XIX, el movimiento para llevar a cabo una reflexi¨®n cr¨ªtica sobre los fundamentos y las interpretaciones del islam ha perdido fuerza, debido a la hegemon¨ªa de una religi¨®n escler¨®tica y araboc¨¦ntrica, basada en una visi¨®n del mundo obsoleta y que con frecuencia desprecia a todos los musulmanes que no son ¨¢rabes.
Hacemos un llamamiento solemne a los dirigentes musulmanes comprometidos con la democracia, tanto responsables pol¨ªticos y religiosos como intelectuales y te¨®logos, a que se re¨²nan en Francia a principios de 2016 para definir los perfiles de una interpretaci¨®n progresista del islam que est¨¦ s¨®lidamente asentada en el siglo XXI.
Ha llegado la hora de que sigamos los pasos de eruditos como Malik Bennabi y pongamos en tela de juicio la doctrina hist¨®rica, nost¨¢lgica e idealizada que predomina en las sociedades de mayor¨ªa musulmana. De que examinemos con detalle los fracasos de nuestra civilizaci¨®n, desde la era precolonial hasta la de la globalizaci¨®n, y el motivo por el que los llamamientos peri¨®dicos a un renacimiento isl¨¢mico se han quedado casi siempre sin respuesta.
Tambi¨¦n es crucial que (?por fin!) retomemos el reformismo del ijtih?d emprendido por Muhammad Abduh, Abd al Rahman al Kawakibi y Muhammad Iqbal a principios del siglo XX: un an¨¢lisis cr¨ªtico e implacable del Cor¨¢n y las tradiciones prof¨¦ticas.
Cuando los asesinos justifican sus cr¨ªmenes en nombre del Islam, nos agreden a todos nosotros, a nuestra fe y a nuestros valores
Debemos dejar de proyectar los localismos culturales en el dogma religioso; debemos discutir la legitimidad y la influencia excesiva de determinados pa¨ªses social y pol¨ªticamente retr¨®grados a la hora de decidir qu¨¦ es y qu¨¦ no es isl¨¢mico, qui¨¦n es un buen musulm¨¢n. Y debemos dar m¨¢s peso en este sentido a los musulmanes asi¨¢ticos, mucho m¨¢s serenos, democr¨¢ticos y leg¨ªtimos, por motivos puramente demogr¨¢ficos. Los musulmanes de Asia, Europa, el ?frica subsahariana e incluso Am¨¦rica no son musulmanes de segunda clase. Demasiadas veces, el enfrentamiento entre Occidente y los Gobiernos ¨¢rabes se disfraza de choque entre los occidentales y los musulmanes. Las personas, sean cuales sean su nacionalidad y su credo, deben ser libres para abordar su ciudadan¨ªa y su relaci¨®n con la religi¨®n como les parezca. En 2015, insistir en ello no es solo occidental, es tambi¨¦n isl¨¢mico.
Adem¨¢s es importante no dejar que los aut¨®cratas vuelvan a empa?ar la imagen de nuestra religi¨®n, apoder¨¢ndose de nuestra causa reformista y convirti¨¦ndola en una burla de la aspiraci¨®n fundamental de los musulmanes de todo el mundo en el siglo XXI: vivir en una sociedad justa y democr¨¢tica. Si bien debemos expresar p¨²blicamente como musulmanes nuestra vinculaci¨®n a la pol¨ªtica laica, no debemos olvidar que, en todo el mundo, los musulmanes son las primeras v¨ªctimas tanto de los dogm¨¢ticos que defienden la literalidad y dicen hablar en nombre del islam como de los aut¨®cratas laicos que aseguran ser los ¨²nicos capaces de contener a los extremistas. Por m¨¢s que dictadores como Bachar el Asad y el egipcio Abdel Fatah al Sisi, por ejemplo, clamen por una reforma del islam, no puede haber equ¨ªvocos: no est¨¢n con nosotros, ni nosotros con ellos.
Tenemos que tomar en serio al EI y Boko Haram cuando dicen que practican un islam riguroso: afirmar que los actos terroristas cometidos en nombre del islam no tienen nada que ver con la religi¨®n es como decir que las cruzadas no tuvieron nada que ver con el cristianismo. Que las acciones de esos grupos terroristas provoquen acusaciones contra la ¡°mayor¨ªa silenciosa¡± musulmana puede ser injusto, pero hay que abordarlas. Debemos hacer saber de una vez por todas a los asesinos salvajes que justifican sus cr¨ªmenes en nombre del islam que, cuando atacan a alguien, nos atacan ante todo a los musulmanes, nuestra fe y nuestros valores. Los l¨ªderes de opini¨®n musulmanes deben ser conscientes de su responsabilidad en este ¨¢mbito. Si no queremos ver el islam permanentemente cautivo, tenemos el deber de defender sin descanso la moderaci¨®n y el enfoque reformista de la educaci¨®n religiosa, la gobernanza, el Estado de derecho, la libertad de expresi¨®n y la protecci¨®n de las libertades fundamentales, y al mismo tiempo adoptar una postura muy clara sobre la interpretaci¨®n de las escrituras (ijtih?d).
Quienes pretenden dividir a la humanidad utilizan atajos cargados de ignorancia para vincular el islam a la barbarie y hacer pensar que en nuestra religi¨®n existe una violencia intr¨ªnseca, una solidaridad natural entre musulmanes y terroristas. En realidad, la gran mayor¨ªa de los musulmanes rechazan la violencia. Y cuando la libertad y la democracia sufren, ellos sufren tambi¨¦n. El enemigo no es el vecino que va a la sinagoga, la iglesia o el templo. El peligro no es la vecina que prefiere no cubrirse el cabello con un pa?uelo. El verdadero peligro est¨¢ en otra parte: en el aislamiento, la ignorancia y la estigmatizaci¨®n del otro; en los prejuicios que nos separan cuando deber¨ªamos unirnos como seres humanos.
Ha llegado el momento de volver las tornas contra los terroristas y fijar un nuevo rumbo para el islam en el siglo XXI. Est¨¢ en juego nuestro futuro de dem¨®cratas musulmanes.
Ghaleb Bensheij es presidente de la Conferencia Mundial de Religiones por la Paz; Anuar Ibrahim, exvicepresidente de Malasia, es jefe de la oposici¨®n y presidente del Foro Mundial de Dem¨®cratas Musulmanes; Felix Marquardt es fundador de la Abd al Rahman al Kawakibi Foundation y el movimiento Khlass the silence! (Basta de silencio); y Tariq Ramadan es catedr¨¢tico de Estudios Isl¨¢micos, Universidad de Oxford
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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