El nuevo rostro de Uma

Son mujeres que han sido premiadas por la gen¨¦tica con rostros hermosos capaces de seducir a las c¨¢maras. Tienen fama, dinero y un talento probado como para haber destacado por m¨¦ritos propios en un mundo tan exigente, rutilante y competitivo como es el del cine. ?Qu¨¦ necesidad tienen de someterse a cambios est¨¦ticos tan extremos que cuando se observa su foto resultan irreconocibles?

Como hace un tiempo ocurri¨® con Ren¨¦e Zellweger, la actriz que encarn¨® a la entra?able y atormentada Bridget Jones en el cine, la actriz Uma Thurman, de 44 a?os, se ha convertido durante unas horas en la nueva protagonista de la pol¨¦mica en las redes sociales. Lo que parec¨ªa su nuevo rostro ha suscitado de todo menos comprensi¨®n.

Supuestamente se hab¨ªa sometido a una cirug¨ªa est¨¦tica radical, y no parec¨ªa ella misma. Finalmente ha resultado ser un juego ¡ªm¨¢s bien una tomadura de pelo¡ª de la actriz con sus seguidores. Sin embargo, estos cambios radicales de look no ocultan una cuesti¨®n de fondo: por qu¨¦ actrices tan acreditadas y con tan buen trabajo a sus espaldas sienten tal presi¨®n sobre su f¨ªsico que las lleva a tratar de borrar las huellas del tiempo e incluso a remodelar su rostro cuando se adentran en la cuarentena.

La buena medicina est¨¦tica tiene instrumentos para ciertas correcciones y, puesto que el f¨ªsico forma parte de sus activos profesionales, se entiende que recurran a ella. Pero la pretensi¨®n de remodelar el f¨ªsico a nuestro antojo puede producir monstruos. Ya vimos la pat¨¦tica transformaci¨®n de Michael Jackson en una especie de h¨ªbrido de raza indefinida y aspecto enfermizo. Los resultados pueden ser catastr¨®ficos. Y una vez perpetrados, irreversibles. No es el caso de Thurman, aunque lo parec¨ªa, pero, ?por qu¨¦ tantas actrices emprenden un camino tan incierto?

No hay una respuesta un¨ªvoca, pero uno de los factores es el que apunt¨® hace poco al recibir el Globo de Oro otra grande de las pantallas, Julianne Moore: hay muy pocos papeles en Hollywood para mujeres a partir de cierta edad. Algo que no ocurre con los hombres, a quienes se ofrece, como vemos con Richard Gere o Harrison Ford, papeles de gal¨¢n seductor... ?pasados los 60! Thurman no ha sucumbido. Pero nos lo ha hecho creer.