Casi desnudo, como los hijos de la mar
As¨ª cruz¨® la frontera francesa Antonio Machado acompa?ado de su madre, su hermano Jos¨¦ y otros muchos espa?oles que se fueron para no volver. Sus versos resultaron prof¨¦ticos. Se sent¨ªa viejo y cansado y apenas sobrevivi¨® un mes. Muri¨® el 22 de febrero de 1939 en Colliure y su ata¨²d fue cubierto con la bandera republicana y portado por milicianos del quinto regimiento. Y all¨ª descansa, a orillas del mar, en un lugar apacible y hermoso del que no se debe trasladar.
Detr¨¢s dejaba recuerdos de un patio de Sevilla, una juventud apenas mencionada en sus poemas, un amor enterrado en el Espino de Soria, otro del que lo separ¨® la guerra, algunos libros emblem¨¢ticos de la poes¨ªa de principios de siglo, unos personajes ap¨®crifos a trav¨¦s de los cuales nos mostr¨® su visi¨®n filos¨®fica de la vida y el homenaje m¨¢s hermoso que se puede hacer a un maestro por parte de un escritor que, parad¨®jicamente, se aburr¨ªa impartiendo clases de franc¨¦s: Juan de Mairena. Y una vida limpia. Y un halo de honradez que le lleva a reconocer en un discurso ante las juventudes socialistas que el marxismo no era su ideolog¨ªa.
En estas fechas en que rememoramos la figura de su admirado maestro Giner de los R¨ªos, fundador de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, y en que se cumple el 76? aniversario de su muerte, es ineludible evocar al autor de Soledades, galer¨ªas y otros poemas y de Campos de Castilla: don Antonio Machado, el bueno. Mi poeta.
En su bolsillo, un ¨²ltimo verso: ¡°Estos d¨ªas azules y este sol de la infancia¡±.¡ª Trinidad Delgado Ruiz.
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