Aznalc¨®llar a¨²n tiene suelos contaminados donde no crece ¡°ni una mala hierba¡±
Un estudio de las Universidades de Granada y Almer¨ªa revela que un 20% de los suelos analizados aumentaron su nivel de contaminaci¨®n en 2013
El vertido de Aznalc¨®llar en 1998 fue, por volumen, el segundo de los 59 grandes accidentes ecol¨®gicos de la miner¨ªa en todo el mundo, y el mayor de Europa. Si se a?ade el hecho de que se produjera en un lugar tan valioso y sensible como el entorno de Do?ana, merecer¨ªa figurar en la lista de los principales siniestros medioambientales de la historia, al menos de los que no han ocasionado v¨ªctimas humanas. Y quiz¨¢ sea esta ¨²ltima circunstancia la que termine haciendo olvidar el pasado; 17 a?os despu¨¦s del desastre, ahora se planea la reapertura de la mina a cargo de un nuevo operador.
Pero es el propio suelo de Aznalc¨®llar el que a¨²n no ha borrado el desastre por completo. Un nuevo estudio elaborado por investigadores de las Universidades de Granada y Almer¨ªa revela que a¨²n existe una peque?a proporci¨®n de suelos afectados por altos niveles de acidez y de metales pesados como ars¨¦nico, plomo, cobre y cinc. Seg¨²n los cient¨ªficos, estos focos pueden extender la poluci¨®n a su entorno, como lo demuestra el hecho de que un 20% de los suelos analizados, sobre todo los que estaban m¨¢s limpios en un muestreo anterior de 2004, aumentaron su nivel de contaminaci¨®n en 2013 debido a la dispersi¨®n de los metales.
La pesadilla de Do?ana comenz¨® el 25 de abril de 1998, cuando la presa de la balsa de decantaci¨®n de la mina, gestionada por la empresa sueca Boliden AB, se rompi¨® liberando 4,5 millones de metros c¨²bicos de agua ¨¢cida y lodos t¨®xicos. El vertido afect¨® a una superficie de m¨¢s de 4.600 hect¨¢reas en la cuenca del r¨ªo Guadiamar y de su tributario, el Agrio, los ¨²ltimos grandes aportes de agua que recibe el Guadalquivir por su margen derecha antes de su desembocadura en las marismas de Do?ana.
De inmediato se puso en marcha una de las mayores operaciones de remediaci¨®n de suelos jam¨¢s emprendidas en Europa, con el concurso de maquinaria pesada que se encarg¨® de retirar lodo y suelo despu¨¦s del accidente y de nuevo al a?o siguiente. ¡°Fue una labor muy complicada¡±, valora el edaf¨®logo de la Universidad de Granada Francisco Jos¨¦ Mart¨ªn Peinado, primer autor del estudio. Para este investigador, el balance de aquella operaci¨®n es positivo: ¡°Las medidas fueron muy efectivas y m¨¢s del 90% de los suelos est¨¢n recuperados¡±, resume.
Seg¨²n los cient¨ªficos, estos focos pueden extender la poluci¨®n a su entorno
Mart¨ªn Peinado y sus colaboradores han vigilado la evoluci¨®n de los suelos contaminados desde diez d¨ªas despu¨¦s de la rotura de la balsa. El nuevo muestreo que ahora se publica, realizado en 2013, revela que la limpieza no culmin¨® en una restauraci¨®n completa. ¡°En muchos casos hab¨ªa m¨¢s de un metro lodo sobre el suelo, que entr¨® en fase acuosa e impregn¨® el suelo en profundidad¡±, explica el edaf¨®logo, que atribuye la contaminaci¨®n residual a un efecto secundario del procedimiento utilizado. ¡°Creemos que el peso de la maquinaria mezcl¨® parte del residuo con el suelo a mayor profundidad¡±.
El cient¨ªfico admite que ¡°no se pod¨ªa hacer una labor fina¡±, pero piensa que el resultado habr¨ªa mejorado de haberse primado la eficacia sobre la rapidez. ¡°En este tipo de poluci¨®n en un ecosistema mediterr¨¢neo, la eliminaci¨®n completa de los lodos es m¨¢s importante que la velocidad de ejecuci¨®n¡±, escriben los investigadores en su estudio, que se publicar¨¢ en mayo en la revista Science of the Total Environment. ¡°Por criterios cient¨ªficos, habr¨ªa sido m¨¢s eficiente hacer una limpieza sobre material bastante m¨¢s seco de lo que estaba¡±, a?ade Mart¨ªn Peinado.
El resultado es que a¨²n existe lo que el investigador califica como ¡°puntos negros¡±, un 7% del total de los suelos de la zona alta del corredor verde del Guadiamar, la m¨¢s pr¨®xima a la mina, que mantiene altos niveles de acidez y de metales pesados. ¡°Son unas cuantas decenas de hect¨¢reas que son focos potenciales de contaminaci¨®n, y se les hace poco caso¡±. Las zonas contaminadas son f¨¢cilmente reconocibles, incluso en las im¨¢genes de Google Earth: parches desprovistos de vegetaci¨®n ¡°donde, 16 a?os despu¨¦s, ni una mala hierba es capaz de instalarse¡±.
Para el investigador, estos focos de contaminaci¨®n no ponen en peligro el ecosistema de Do?ana, ya que en su gran mayor¨ªa se sit¨²an a m¨¢s de 40 kil¨®metros aguas arriba de las ¨¢reas protegidas. El papel depurador del suelo y la diluci¨®n natural del r¨ªo Guadiamar impiden que los contaminantes lleguen al entorno de las marismas en concentraciones alarmantes, como demuestran los an¨¢lisis realizados en el parque nacional y el parque natural adyacente. Sin embargo, para Mart¨ªn Peinado existe un riesgo potencial para la poblaci¨®n, ya que los suelos contaminados se encuentran en un corredor de recreo abierto al p¨²blico y sin vallado ni se?alizaci¨®n. ¡°La gente va all¨ª a correr, a hacer ciclismo o a observar aves, y hay riesgo de que alguna familia decida sentarse a tomar el bocadillo justo en esas zonas que est¨¢n claras sin vegetaci¨®n¡±, advierte.
Seg¨²n Mart¨ªn Peinado, la soluci¨®n deber¨ªa centrarse ahora en la aplicaci¨®n de medidas m¨¢s finas, como las t¨¦cnicas de biorremediaci¨®n. Estos m¨¦todos se basan en la capacidad de los seres vivos, sobre todo los microorganismos, de degradar o retirar del medio los productos contaminantes. Un ejemplo fue el programa experimental desarrollado por el CSIC tras el vertido de crudo del buque Prestige en las costas de Galicia en 2002. La biorremediaci¨®n aprovecha la capacidad de los microorganismos ya presentes en el suelo, aunque tambi¨¦n pueden a?adirse artificialmente. En el caso de Aznalc¨®llar, ser¨ªa sencillo, se?ala el edaf¨®logo: ¡°El suelo responde bien en cuanto se le ayuda un poco¡±. Esta ayuda consistir¨ªa en mezclar el suelo para oxidar el material en superficie y a?adir nutrientes que activen las poblaciones microbianas existentes para fijar los metales. La t¨¦cnica ya ha logrado, en el laboratorio, transformar el suelo est¨¦ril de los?puntos negros en un sustrato donde crecen las lechugas.
?Llegar¨¢n a aplicarse estas medidas en las calvas de Aznalc¨®llar? Los investigadores a¨²n deber¨¢n reunir sus resultados en un nuevo estudio cient¨ªfico que esperan publicar en los pr¨®ximos meses. Despu¨¦s presentar¨¢n una propuesta completa de actuaci¨®n a la autoridad competente, en este caso la Oficina T¨¦cnica del Corredor Verde del Guadiamar, dependiente de la Consejer¨ªa de Medio Ambiente de la Junta de Andaluc¨ªa. El coste, dice Mart¨ªn Peinado, no deber¨ªa ser un obst¨¢culo: ¡°Es m¨ªnimo en relaci¨®n al beneficio que se puede conseguir¡±.
Aunque todo estuviera en regla, aquella balsa era un monstruo"
Otra cuesti¨®n es que la reapertura de la mina no conduzca a la repetici¨®n de errores del pasado. Y el m¨¢s grave fue, a juicio de Mart¨ªn Peinado, la excesiva acumulaci¨®n de residuos en un solo lugar. ¡°Aunque todo estuviera en regla, aquella balsa era un monstruo, que adem¨¢s fue recreciendo con respecto al dise?o original¡±. En opini¨®n del investigador, esto creaba situaciones imprevisibles que, sin embargo, ya hab¨ªan dado motivos para la alarma antes del accidente. ¡°Algunos cient¨ªficos de Sevilla ya hab¨ªan detectado filtraciones de metales pesados en el Guadiamar en ciertas ¨¦pocas del a?o¡±.
Con todo, el autor del estudio no se opone a la reapertura de la mina. ¡°Puede activar la econom¨ªa y generar empleo en la zona, pero debe hacerse con todas las garant¨ªas de respeto al medio ambiente¡±. Por el momento, la reciente adjudicaci¨®n de la explotaci¨®n a la sociedad Minorbis-Grupo M¨¦xico ya ha cosechado cr¨ªticas; entre otras, las de grupos ecologistas, por el hecho de que el socio mexicano es el responsable de la mina Buenavista del Cobre, que en agosto de 2014 verti¨® 40.000 metros c¨²bicos de ¨¢cido sulf¨²rico en el r¨ªo Sonora. Mart¨ªn Peinado insiste en que ser¨¢ esencial extremar el control y el seguimiento tanto del proceso extractivo como de la acumulaci¨®n de residuos. ¡°Este es el ¨²ltimo eslab¨®n de la cadena que a veces se olvida, hasta que ocurre un desastre¡±. ¡°Nosotros vamos a seguir all¨ª y vamos a seguir investigando, pero los cient¨ªficos solo podemos aplicar una cierta presi¨®n; esperamos que se nos oiga¡±, concluye.
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