Por mi ex-cara bonita
Antes intentaban cambiar de cara los que quer¨ªan ocultarse, y ahora, los que quieren que no les dejen de mirar
Cuentan que a principios del siglo XX, en una sesi¨®n parlamentaria, uno de sus rivales en el Congreso culp¨® al abogado Francisco Bergam¨ªn Garc¨ªa, ministro de Instrucci¨®n P¨²blica y Bellas Artes, de Gobernaci¨®n, de Hacienda y de Estado de Alfonso XIII, y padre del escritor Jos¨¦ Bergam¨ªn, de ser un pol¨ªtico con dos caras, y este, que no era muy agraciado, le respondi¨®: ¡°?Usted cree que si yo tuviese dos caras vendr¨ªa con esta a las Cortes?¡±. Hoy d¨ªa, sin embargo, mucha gente ha llegado a la conclusi¨®n de que lo contrario del tiempo es un quir¨®fano, el mito de la eterna juventud ya no busca p¨®cimas, sino bistur¨ªes, y tener una segunda cara, o la misma otra vez, se ha convertido en una obsesi¨®n.
No es, en sentido estricto, una clase de medicina, sino m¨¢s bien un negocio que mueve, solo en Espa?a y seg¨²n un reciente estudio de la Universidad de Barcelona, m¨¢s de 1.000 millones de euros al a?o y afecta a 10 millones de personas, aunque la m¨²sica de las cajas registradoras habr¨¢ dejado de sonar en gran medida, ahora que la crisis ha obligado a echar el cierre a la empresa m¨¢s poderosa del ramo en nuestro pa¨ªs, Corporaci¨®n Dermoest¨¦tica. Lo llamamos as¨ª, cirug¨ªa est¨¦tica, pero tambi¨¦n pl¨¢stica, y la segunda f¨®rmula define mejor el resultado que logran muchos de sus consumidores: no hay m¨¢s que ver los rostros de actrices o actores como Melanie Griffith, Meg Ryan, Nicole Kidman, Catherine Zeta-Jones o Mickey Rourke para tener la impresi¨®n de que est¨¢n a medio camino entre una persona y un mu?eco y, por lo general, bastante m¨¢s cerca de dar miedo que de producir admiraci¨®n. Los casos de Ren¨¦e Zellweger, cuya imagen irreconocible ha dejado a medio mundo con la boca abierta, y a nivel local de Bel¨¦n Esteban o la baronesa ?Thyssen han vuelto a poner sobre la mesa una vieja pregunta: ?el sue?o de no envejecer es un reto cient¨ªfico o un acto de locura? En cualquier caso, hoy d¨ªa es una ingenuidad: el tiempo siempre avanza en el sentido de las agujas del reloj.
La realidad da muchas vueltas. Antes intentaban cambiar de cara los que quer¨ªan ocultarse, y ahora, los que quieren que no les dejen de mirar. Los delincuentes hac¨ªan esfuerzos por volverse otros para ser irreconocibles y escapar de la polic¨ªa. Las novelas negras y las pel¨ªculas de detectives, mafiosos y g¨¢nsteres est¨¢n llenas de pistoleros y atracadores que se desfiguran para seguir al margen de la ley y pasar de largo por la puerta de la c¨¢rcel. ¡°Se puede llegar muy lejos con una sonrisa, aunque no tanto como con una sonrisa y una pistola¡±, dec¨ªa Al Capone; pero ?eso incluye la sonrisa de malo de Batman que se le queda a gran parte de quienes pasan por una cl¨ªnica de ese tipo?
En la ¨¦poca dorada de Hollywood, las estrellas inventaron un m¨¦todo casero para disimular las marcas de la edad que consist¨ªa en tumbar los muebles de un cuarto, sentarse en un sof¨¢ volcado que hiciera invisibles los efectos de la ley de la gravedad sobre su piel y que un fot¨®grafo las retratase desde arriba. Y algunas de nuestras folcl¨®ricas se estiraban las mejillas y disimulaban sus l¨ªneas de expresi¨®n con esparadrapos pegados a la nuca y ocultos bajo sus melenas. Ahora se nos puede retocar con la t¨¦cnica digital del Photoshop, pero eso sirve exclusivamente para cuando el que lo hace no est¨¢ ah¨ª, en persona, y en el resto de las ocasiones solo quedan dos posibilidades: seguir siendo uno mismo o una versi¨®n del que fue y que, seg¨²n los casos, se le puede parecer m¨¢s o menos, lo recuerde en parte.
Tal vez todo esto sea el resultado de un cruce de caminos fatal, donde se han juntado nuestro miedo a la decadencia, el complejo de Peter Pan que caracteriza a muchos ciudadanos de esta parte del planeta, el sistema de vida al que ha dado origen el hecho de vivir continuamente expuestos en los escaparates de la Red y las reglas de una moda que avanza en direcci¨®n contraria a la naturaleza e impone c¨¢nones enfermizos. Sea como sea, la pesadilla sigue y cada vez hay m¨¢s aspirantes al papel del fantasma, convencidos de que si no se lo dan por su cara bonita, puede que se lo den por lo que quede de ella.
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