La odisea de un ni?o de Bandiagara
El director Mario Vega, la actriz Marta Viera y el escritor Antonio Lozano adaptan para el teatro la novela 'Me llamo Suleim¨¢n', que narra el viaje de un ni?o desde Mal¨ª a Canarias
La luna es apenas un hilito de luz curv¨¢ndose en el cielo negro, el filo de una sonrisa misteriosa, sobre el Cruce de Arinaga, en el sureste de Gran Canaria. Sopla un viento g¨¦lido que sacude las palmeras sin piedad. Los enormes aerogeneradores que se encaran con el mar, hacia la costa, giran sus aspas suavemente. Est¨¢ oscuro y los bares, chicos y vac¨ªos, se ofrecen como el ¨²nico refugio en una desangelada noche de viernes de Carnaval.
Estamos en el Teatro Cruce de Culturas, en el municipio de Ag¨¹imes. Sobre el escenario, el director Mario Vega (Ingenio, 1976) y la actriz Marta Viera dialogan, armados con sendos bancos de madera en un entorno que es puro minimalismo y negrura. La voz de Salif Keita planea dulcemente sobre la escena, entonando un melanc¨®lico Ch¨¦rie s¡¯en va. Contra un muro de cajas de cart¨®n, ¨²nico elemento decorativo de la funci¨®n, se proyectan im¨¢genes en blanco, negro y una escala de grises. Las firma el animador Juan Carlos Cruz y representan el momento en el que un beb¨¦ muere a bordo de un cayuco y su madre, destrozada, es forzada a separarse de ¨¦l para que lo depositen en el oc¨¦ano, donde se hunde. Mario y Marta recorren el escenario cuadrando los movimientos con las luces y las animaciones de fondo, ajenos al drama de la mujer que ha perdido a su hijo.
Queda apenas una semana para el estreno del montaje Me llamo Suleim¨¢n ante un p¨²blico escolar y menos de un mes para su estreno oficial, el 13 de marzo, en el Teatro Guiniguada de la capital grancanaria. Es la versi¨®n teatral que Mario Vega y Antonio Lozano han creado de la novela de ¨¦ste ¨²ltimo, con ese mismo t¨ªtulo y publicada por Anaya el a?o pasado. El texto ha quedado condensado en unos setenta minutos de mon¨®logo, que caen a peso sobre los hombros de una sola actriz, Marta. Narra muchas historias reales unidas en una de ficci¨®n, que se inspira en un ni?o maliense que lleg¨® a Gran Canaria en cayuco, partiendo de la costa de Saint Louis, en Senegal.
La compa?¨ªa UnaHoraMenos Producciones y Antonio Lozano pulen el texto y ensayan desde principios de enero. Ahora, a principios de marzo, ha llegado el momento de empastar todos los elementos f¨ªsicos de la obra con la interpretaci¨®n y trabajar las transiciones y la continuidad para que fluya.
Es un montaje sencillo con una sola actriz y un t¨¦cnico de luces y sonido, pero lleva detr¨¢s un proceso que todav¨ªa no ha terminado y en el que est¨¢n implicados, entre otros, dos dise?adores que se encargan de trabajar personajes, ambientes y materiales, y dos animadores m¨¢s que llevan tres meses de trabajo intenso. Tambi¨¦n el m¨²sico Carlos Oramas, que adapta las canciones de Salif Keita a la voz y las circunstancias de Marta Viera. Y Souleymane Maggasouba, que revisa la exactitud de los fragmentos de b¨¢mbara transcritos fon¨¦ticamente que se cantan en la obra. Y Elena Gonca, que se encarga de la direcci¨®n art¨ªstica. Entre otros.
¡°Es un montaje curioso, porque hablamos en pasado pero se ejecutan las acciones en presente¡±, rese?a Mario Vega. ¡°Un proceso muy bonito de trabajo y con una exigencia emocional y f¨ªsica enorme para Marta. Quer¨ªamos mostrar la gran aventura de un ni?o que busca un futuro para su familia, algo ¨¦pico. Y tambi¨¦n poner nombre a los protagonistas del viaje desde ?frica a Europa. Leemos que han muerto 23 personas en una patera o que han asaltado la valla 100 y se les ha expulsado. Pero no vemos a la gente que est¨¢ tras esos n¨²meros, a personas que se enamoran, que sue?an, que tienen proyectos y familias. Queremos dar visibilidad a lo abstracto, a la cifra¡±.
Denuncia
Antonio Lozano (T¨¢nger, 1956) fue tajante en la presentaci¨®n de su novela en mayo del a?o pasado. "Hemos esquilmado las riquezas de ?frica, hemos impedido que sus recursos reviertan en el bienestar de los ciudadanos africanos¡±, denunci¨®. ¡°Hemos colocado a l¨ªderes corruptos en el poder, provocando las condiciones que hacen que los africanos tengan que emigrar. Y despu¨¦s les ponemos una valla y los echamos a tiros y pelotazos de goma. O les ponemos una valla administrativa delante: las embajadas y consulados que no conceden visados, que act¨²an tambi¨¦n como arma de contenci¨®n. Obviamente, las soluciones a esta situaci¨®n son muy complejas, pero mientras el sistema internacional descanse en que unos pa¨ªses vivan en la miseria para que otros disfruten del bienestar, esta situaci¨®n seguir¨¢ existiendo. Y no hay aut¨¦ntico inter¨¦s en los pa¨ªses ricos en que esto se solucione. Es un ciclo absolutamente perverso, provocado por quienes dicen que quieren impedir esta inmigraci¨®n. Y tiene que ver con la organizaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica de nuestro mundo".
Antonio Lozano es licenciado en Traducci¨®n e Interpretaci¨®n y reside en Ag¨¹imes, municipio del que fue concejal de Cultura entre 1987 y 2003. Fue director del Festival del Sur-Encuentro Teatral Tres Continentes y del Festival Internacional de Narraci¨®n Oral Cuenta con Ag¨¹imes. Su primera novela, Harraga, recibi¨® elogios de Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, Dulce Chac¨®n y Fernando Mar¨ªas. Ganadora del I Premio Novelpol a la mejor novela negra publicada en Espa?a, obtuvo una menci¨®n especial del Jurado del Premio Memorial Silverio Ca?ada 2003, convocado por la Semana Negra de Gij¨®n. Su novela El caso Sankara obtuvo el I Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona. Tambi¨¦n ha publicado Preludio para una muerte, Las cenizas de Bagdad y Donde mueren los r¨ªos, que fue finalista del I Premio Brigada 21.
?frica tiene un papel central en su trabajo literario, como tema y fondo de sus novelas y como territorio para la traducci¨®n (tradujo El asesino de Banconi, de Moussa Konat¨¦). Tambi¨¦n tiene una querencia especial por el continente en su trabajo en el Festival del Sur y otras iniciativas culturales y de cooperaci¨®n en las que participa.
La novela Me llamo Suleim¨¢n recoge la narraci¨®n en primera persona del viaje de un adolescente maliense desde su tierra hasta Canarias. Su protagonista lleva en s¨ª algo del esp¨ªritu de otro Suleim¨¢n, un chico maliense que aterriz¨® un buen d¨ªa en el instituto de Ag¨¹imes en el que da clases Antonio, sin conocer una palabra de espa?ol y reci¨¦n llegado de una traves¨ªa en patera. Los conflictos con otros estudiantes, el racismo y la desgarradora soledad de ese Suleim¨¢n tambi¨¦n est¨¢n presentes en la novela de Antonio.
Ahora, sobre el escenario, Suleim¨¢n se encarna en Marta Viera. Ella se transforma, sin aparente esfuerzo y con honestidad, en un ni?o de quince a?os originario de Bandiagara, en el pa¨ªs dog¨®n maliense. Marta se desdobla a ratos en Isabel, la polic¨ªa nacional que cuenta su historia. En un momento determinado, se mete en la piel casi azul del patr¨®n del cayuco en el que viajan o en la de Musa, el mejor amigo de Suleim¨¢n, otro ni?o que escapa de la fatalidad de la miseria. Marta canta cuando le pueden las emociones, llora al enterrar a su mejor amigo, se parte cuando abandonan a su suerte a dos hombres esposados en el desierto, se maravilla ante la inmensidad del S¨¢hara y sue?a bajo las estrellas que vuelven incandescente el cielo sobre el Atlas. Marta perdona cuando le detienen en un control racista y se enfrenta a la repatriaci¨®n.
Comienza a contar su historia como Isabel, mientras se despoja de su uniforme de polic¨ªa nacional, entre sollozos, en su apartamento. Tiene la melena recogida en una cola de caballo que le cae por la espalda, los ojos grandes achicados por la pena. Cuando pone voz a Suleim¨¢n, los ojos se le desmesuran, adopta gestos amplios y ani?ados, la sonrisa le atraviesa los dolores. Mario la observa desde el patio de butacas, tomando notas en silencio, removi¨¦ndose en su sitio cuando algo no cuadra.
Cuando termina la funci¨®n, la sala se queda a oscuras y se siente s¨®lo un suspiro de Marta que lo llena todo. Las luces vuelven al escenario, donde siguen instaladas la magia y la tristeza. Marta tiene los ojos enrojecidos, el coraz¨®n hinchado de pena. Detr¨¢s de ella, un muro, el ¨²nico elemento decorativo de la escena. Al principio de la obra simboliza la divisi¨®n infranqueable entre el sur empobrecido y el norte rico, despu¨¦s se convierte en una valla de Melilla ensangrentada y, al final, son maletas apiladas que representan el retorno forzoso de Suleim¨¢n a Mal¨ª cuando es devuelto.
Mario se dirige hacia ella suavemente, meditando cambios y sugerencias, con los dos responsables de la producci¨®n, Pedro y Raquel, y el t¨¦cnico de sonido.
Fuera, la noche se ha vuelto todav¨ªa m¨¢s oscura y destemplada y el viento a¨²lla su desgarro en las esquinas, los pl¨¢sticos de los invernaderos abandonados, las aspas de los aerogeneradores, el callao de la orilla.
Historia
Suleim¨¢n disfruta una infancia pobre y feliz entre pelotas de trapo y gritos hasta que deja de ser ni?o con apenas diez a?os. La noche en que se hace adulto, escucha sollozar quedamente a su madre porque no tiene comida para sus hijos. Comienza entonces a trabajar en los campos y a so?ar con poder partir. No quiere una vejez de sufrimientos y penurias para su familia ni para s¨ª mismo.
A los quince a?os, siendo todav¨ªa un chiquillo, se decide a partir hacia Europa con su mejor amigo, Musa, y el hermano de Musa, Idrissa. Tras un tiempo en Bamako, trabajando para ahorrar lo suficiente para el viaje, los tres se meten en un cami¨®n que cruza el desierto hacia Melilla. All¨ª, Suleim¨¢n aprende que ¡°el miedo tiene olor¡±.
Superan un viaje extenuante e infernal para llegar a Melilla y ven las luces de un para¨ªso que parece estar al alcance de la mano, pero que al mismo tiempo est¨¢ tan lejos como si se encontrara en otro planeta. Intentan el salto a la valla sin ¨¦xito y pierden a Idrissa, con la cabeza reventada por un disparo de la polic¨ªa. Traumatizados y contusionados, acaban en un calabozo marroqu¨ª donde pasan la noche y les informan de que van a ser repatriados a sus pa¨ªses. Los gendarmes marroqu¨ªes les trasladan en una guagua desvencijada que les abandona en el desierto, con apenas dos latas de sardinas y un poco de agua para cada uno.
Tras llorar a Idrissa, Suleim¨¢n, ese ni?o de ojos grandes que se est¨¢ haciendo adulto a pasos agigantados, es testigo de c¨®mo deben abandonar a un compa?ero al que los polic¨ªas marroqu¨ªes no quitaron las esposas y que est¨¢ amarrado a un cad¨¢ver. Al d¨ªa siguiente, ese mismo ni?o tiene que enterrar, cavando una fosa en la arena con sus peque?as manos, a su mejor amigo, Musa.
Perdidos, deshidratados y hambrientos, los viajeros son rescatados por una patrulla del Polisario que les traslada a Tinduf, desde donde Suleim¨¢n regresa a Mal¨ª. Incapaz de enfrentarse a su familia sin nada en las manos y de afrontar la p¨¦rdida de la familia de Moussa e Idrissa, Suleim¨¢n se queda en Bamako. All¨ª conoce a Aminata Traor¨¦, la altermundista maliense, que le acoge en su fundaci¨®n para chicos repatriados que no saben a d¨®nde ir ni qu¨¦ hacer con sus sue?os rotos.
A pesar de prometerle que va a quedarse en el pa¨ªs, Suleim¨¢n no encuentra trabajo ni valor para regresar a Bandiagara y acepta una plaza en un cayuco que sale de Saint Louis, en Senegal, hacia Canarias. Pagar¨¢ el viaje achicando agua, v¨®mitos y excrementos, repartiendo la comida y haciendo el t¨¦.
Al sexto d¨ªa de ruta, el cayuco se pierde. Pagan al oc¨¦ano el tributo de las vidas de un beb¨¦ y dos hombres antes de llegar a una playa del sur de Gran Canaria, donde varan entre ba?istas estupefactos. Suleim¨¢n es menor, as¨ª que se queda en un centro de acogida y va al instituto, donde sufre humillaciones, acoso y racismo. Su viaje, que comenz¨® siendo un ni?o y le ha transformado por dentro en anciano, casi acaba de empezar otra vez.
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