La magia de los humedales
Grandes ciudades fueron construidas sobre ellos, sin compasi¨®n, y ahora podr¨ªan ser esenciales para combatir el cambio clim¨¢tico
Al sur estaban los pantanos, cubiertos de una eterna nata vegetal, y el vasto universo de la ci¨¦naga grande, que seg¨²n testimonio de los gitanos carec¨ªa de l¨ªmites. Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, Cien a?os de soledad.
A media ma?ana, con un sol veraniego algo sofocante, la totora (una planta caracter¨ªstica de los pantanos) que nos rodea, y que puede sobrepasar los dos metros de altura, apenas permite ver el revuelo juguet¨®n de una enorme bandada de aves sobre la laguna. Son decenas, o cientos, y van desplaz¨¢ndose casi pl¨¢sticamente sobre el cuerpo de agua, con una imperturbable dulzura.
No se pueden contar, pues de pronto aparecen m¨¢s y m¨¢s, como llamadas por una m¨¢gica se?al escondida en las entra?as de este humedal. La mayor¨ªa son gaviotas de Franklin (Larus pipixcan), aunque de pronto se cruza una garza blanca (Egretta alba), que pone en la escena un trazo de a¨²n mayor plasticidad, un tanto solitaria pero que no desentona con el entorno.
Este es el coraz¨®n de los Pantanos de Villa, un humedal de 263 hect¨¢reas ubicado en el distrito de Chorrillos, dentro de Lima Metropolitana, la capital del Per¨². De acuerdo al Servicio Nacional de ?reas Protegidas (Sernanp), es un Refugio de Vida Silvestre, el ¨²nico que le queda a esta ciudad de ocho millones de habitantes, que parece albergar mucho m¨¢s autos que ¨¢rboles.
D¨¦cadas atr¨¢s, este humedal se asentaba sobre unas 2.500 hect¨¢reas, seg¨²n Daniel Valle Basto, quien hasta el a?o pasado era director t¨¦cnico de esta ¨¢rea protegida. No hab¨ªa, como ahora, tantos asentamientos humanos (chabolas), barrios residenciales o f¨¢bricas a su alrededor. Pero poco a poco la urbanizaci¨®n y el descuido se fueron devorando sin clemencia a este ecosistema.
Es la historia de muchas ciudades y humedales alrededor del mundo. Shanghai, por ejemplo, una de las urbes m¨¢s pobladas del mundo ¡ªcon casi 20 millones de habitantes¡ª, est¨¢ asentada sobre el delta del r¨ªo Yangts¨¦. Inicialmente era solo un pueblo de pescadores, pero a partir del siglo XIX se fue poblando, hasta que en la actualidad es una metr¨®polis gigante, desbordada.
No es casual que muchas grandes aglomeraciones urbanas hayan crecido alrededor de un humedal
Lo mismo ocurre con Nueva York, que en sus albores se asent¨® sobre la desembocadura del r¨ªo Hudson, otro pantano, para luego ir creciendo hasta convertirse en una de las capitales emblem¨¢ticas del planeta. En su libro El mundo sin nosotros, el periodista norteamericano Alan Weissman hace incluso una previsi¨®n algo sombr¨ªa sobre un futuro sin humanos en esta ciudad.
De acuerdo a ¨¦l, ante la ausencia de nuestra especie, la flora nativa volver¨ªa a apoderarse del espacio urbano, las alcantarillas reventar¨ªan y el humedal original volver¨ªa a ser tal. En ese horizonte, otras varias ciudades estadounidenses, construidas sobre humedales, podr¨ªan transformarse de ese modo. Las candidatas de fuerza: Nueva ?rleans, Houston, Miami.
La primera est¨¢ situada en el delta del r¨ªo Misisipi, la segunda sobre pantanos que se asoman al Golfo de M¨¦xico, y la ¨²ltima sobre una parte de los Everglades, otro pantano gigantesco, del que quedan vestigios si uno sigue por la calle 8 de la ciudad pl¨¢stica y se adentra en el Parque Nacional que los conserva. Es decir, si no se queda solo en los centros comerciales o discotecas.
No es casual que todas estas grandes aglomeraciones urbanas hayan crecido alrededor de un humedal. En sus inicios, sus habitantes fundadores buscaron en este peculiar ecosistema ese recurso que es esencial para el humano y para los otros seres vivos: el agua. Pero con el paso del tiempo terminaron invadiendo sin piedad a las gaviotas y muchas otras especies.
El coraz¨®n de la biodiversidad
Un cormor¨¢n (Phalacrocorax carbo) de pronto se zambulle, raudo, en otro cuerpo de agua de los Pantanos de Villa. Estaba parado sobre un tronco y no bien sinti¨® mis pasos se lanz¨®, como si conociera la historia pasada de estos humedales y de los miles que hay en el mundo. En total, entre continentales y costeros, abarcan 12,8 millones de kil¨®metros cuadrados en el orbe.
La cifra fue dada en el 2012 por el PNUMA (Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente). Incluyen, seg¨²n el Convenio Ramsar ¡ªacuerdo internacional para la conservaci¨®n y el uso racional de los humedales que toma el nombre su nombre de la ciudad iran¨ª donde se adopt¨®, en 1971¡ª, a pantanos, marismas, turberas, deltas, ci¨¦nagas, lagunas, manglares.
Son ¡°superficies cubiertas de agua, sean ¨¦stas de r¨¦gimen natural o artificial, permanentes o temporales, estancadas o corrientes, dulces, salobres o saladas, incluidas las extensiones de agua marina cuya profundidad en marea baja no exceda de seis metros¡±. Arrecifes coralinos, como los que hay en la isla caribe?a colombiana de San Andr¨¦s, tambi¨¦n son considerados humedales.
Los humedales son una fiesta para las especies, por la presencia de agua y de recursos que pueden ser consumidos, que alientan la vida
Embalses artificiales, de esos que son numerosos en Espa?a, son igualmente humedales; as¨ª como los estanques donde se cr¨ªan, para consumo humano, peces o camarones. Y los bofedales, que son ecosistemas de altura, bastante frecuentes en los Andes bolivianos, chilenos y peruanos, que se forman por los deshielos glaciares, las precipitaciones o los afloramientos subterr¨¢neos.
En la Amazon¨ªa existe un humedal muy peculiar, hermoso, denominado aguajal, por estar asociado a una palmera denominada aguaje (Maurita flexosa). Produce una fruta deliciosa, muy consumida en dulces o helados. S¨®lo en el departamento peruano selv¨¢tico de Madre de Dios existen m¨¢s de 2.500 aguajales, donde abundan las especies de plantas y animales.
Como observa Heidi Rubio de WWF Per¨², son asimismo el h¨¢bitat de diversos tipos de orqu¨ªdeas, entre ellas la mundialmente conocida vainilla (Vanilla platiforme). En su seno, por si fuera poco, pululan caimanes, serpientes, o mam¨ªferos como la sachavaca. Son humedales espectaculares que, por si no bastara, son inmensos y prodigiosos criaderos naturales de peces.
Porque esa es una caracter¨ªstica de pr¨¢cticamente todos los humedales: albergar una enorme biodiversidad. Son una fiesta para las especies, por la presencia de agua y de recursos que pueden ser consumidos, que alientan la vida. La pena es que, aproximadamente desde 1900, se han destruido al menos el 50% de todos los que existen en el mundo, seg¨²n cifras de la ONU.
Agua va, agua viene
Un documento de la Secretar¨ªa de Ramsar y el Instituto de Pol¨ªtica Medioambiental Europea (IEEP), del 2013, da pistas para entender toda esta magia. ¡°Los ciclos global y local del agua dependen en gran medida de los humedales¡±, apunta. Hay un trance que es posible por lo que ocurre en lugares como el delta del r¨ªo Okavango (Botswana) o las marismas del Guadalquivir.
El humedal acumula agua por las lluvias, la nieve, el granizo, la humedad, el agua subterr¨¢nea (es el caso de los Pantanos de Villa), por lo que le surten arroyos y r¨ªos (el delta del Nilo, por citar un caso). Ah¨ª retiene el recurso vital, lo guarda y lo hace circular por las venas de su ecosistema y, como precisa Cristian Frers en la revista Waste Magazine, ¡°lo libera lentamente¡±.
A la vez, los seres vivos que lo habitan transpiran y el agua misma se evapora, con lo que se forman nubes, o humedad, y el c¨ªrculo virtuoso h¨ªdrico se repite indefinidamente. Tiene l¨®gica que el hombre se haya asentado all¨ª, como lo hacen otras miles de especies, que encuentran en estos ecosistemas lo que, literalmente, necesitan para seguir andando en este mundo.
Por eso, el pueblo Muisca, que habit¨® ancestral sabana donde hoy est¨¢ Bogot¨¢, adoraba los humedales de esta zona, hoy bastante agotado. Y los pueblos prehisp¨¢nicos del Tawantinsuyo vieron en el lago Titicaca, el m¨¢s alto del mundo y un enorme humedal, como el sitio de donde emergieron Manco C¨¢pac y Mama Ocllo, los fundadores m¨ªticos del Imperio Incaico.
El valor econ¨®mico total de estos ecosistemas normalmente es mayor que si se destinaran a otros usos
Lo que ha ocurrido con los a?os, sin embargo, es que se han ocupado los humedales a mansalva. N¨¦stor Collado, economista de la Universidad del Pac¨ªfico (Lima), afirma que una de las principales amenazas para estos maravillosos cuerpos de agua ha sido la urbanizaci¨®n excesiva. Eso que se ha hecho en lugares como la pen¨ªnsula de Florida, en Nueva York, en Shanghai.
Collado tambi¨¦n sostiene que el valor econ¨®mico total de estos ecosistemas ¡°normalmente es mayor al valor econ¨®mico total para otros usos¡±. En otras palabras: un lago, un pantano, una turbera, un arrecife o un manglar vale m¨¢s conservado que urbanizado o alterado para extraerle el agua sin mayores c¨¢lculos. Los ejemplos que lo demuestran no son pocos ni extra?os.
La Evaluaci¨®n de Ecosistemas del Milenio, un estudio encargado por la ONU en el 2000 y terminado en el 2005, arroj¨® que en Tailandia las ¨¢reas intocadas de manglares tienen un valor, como est¨¢n, de al menos 1.000 d¨®lares por hect¨¢rea (por los recursos pesqueros, entre otros). Cuando devienen en estanques para criar camarones ese valor cae hasta los 200 d¨®lares.
Multiservicios, para el clima incluido
Otro dato del estudio anterior se?ala que en Canad¨¢ los pantanos de agua dulce tienen un valor de 5.800 d¨®lares por hect¨¢rea; drenados para la agricultura, solamente producir¨ªan 2.400 d¨®lares. El negocio de la conservaci¨®n puede ser sumamente redondo si se sabe c¨®mo aprovechar los m¨²ltiples servicios ambientales de un humedad, incluyendo al turismo por supuesto.
M¨¢s a¨²n: los humedales, de diverso tipo, tienen una pasmosa capacidad de capturar carbono, un papel central en estos tiempos donde el cambio clim¨¢tico tiende a agravarse. Especialmente las turberas, que son humedales compuestos por restos de materia org¨¢nica proveniente de vegetales. De acuerdo a la mencionada Evaluaci¨®n, solo cubren entre un 3% y un 4% de toda la superficie terrestre.
Incre¨ªblemente, empero, albergan el 1,5% del total del carbono almacenado a nivel mundial y un 25% del que est¨¢ acumulado en la vegetaci¨®n y los suelos. Ramsar cita el caso de las 30.000 hect¨¢reas de turberas restauradas en el estado alem¨¢n de Meckelburgo-Pomerania Occidental (norte del pa¨ªs), con lo que se evit¨® que se emitieran al a?o unas 300.000 toneladas de CO2.
Los humedales continentales y los marinos, guardan el 40% del carbono generado en el planeta
La estimaci¨®n econ¨®mica de los da?os que fueron evadidos con esta estrategia es de 21,7 millones de euros anuales. Esto ocurre porque, al ser grandes dep¨®sitos de carbono, su destrucci¨®n suelta a la atm¨®sfera este elemento, que termina mezcl¨¢ndose con el ox¨ªgeno y producir el principal gas de efecto invernadero. Acabar con los humedales, por eso, es un suicido ambiental.
Todos, los continentales y los marinos, guardan el 40% del carbono generado en el planeta, de acuerdo a Ramsar. Su poder para mitigar el cambio clim¨¢tico reside ¡ªseg¨²n los investigadores del Centro Meteorol¨®gico de Matanzas, Cuba¡ª en que ¡°estabilizan las costas, regulan la cantidad y calidad de agua, y constituyen una primera defensa contra huracanes y tormentas¡±.
La paradoja, de cuidado y que Collado resalta con precisi¨®n, es que simult¨¢neamente son ¡°muy vulnerables al cambio clim¨¢tico¡±, pues los cambios de temperatura, el aumento del nivel del mar o la mayor frecuencia de precipitaciones les afectar¨ªa, y ya hace severamente. De all¨ª la importancia de cuidarlos y no secarlos, como miserablemente, se ha hecho durante siglos.
Los humedales, por ¨²ltimo, purifican el agua. El caso de la marisma de Muthurajawela, vecina a Colombo, la capital de Sri Lanka, es sugerente. Su capacidad para amenguar las inundaciones y tratar aguas residuales, se valora en 5 y 1,2 millones de d¨®lares anuales respectivamente. De haberse convertido en una zona agr¨ªcola, tendr¨ªa un valor unas 20 veces menor, seg¨²n el IEEP.
Febrero fue el Mes de los Humedales, en todo el mundo. Su conservaci¨®n, no obstante, tendr¨ªa que ser permanente. Unas parihuanas (Phoenicuparrus andinus) que buscan alimento en un humedal de la Reserva Nacional de Paracas (costa sur del Per¨²) parecen saberlo. Cerca de ellas est¨¢ el mar y, no mucho m¨¢s all¨¢, una ciudad que amenaza con avanzar sin compasi¨®n.
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