Cervantes: su obra y su calavera
Una vez m¨¢s ha sido el genio de El Roto en su vi?eta (?urna, osario?)relativa a Cervantes el que suscita mi reflexi¨®n. El frenes¨ª con el que las autoridades han acometido la b¨²squeda de los restos del autor de El Quijote me parece un obsceno fetichismo, propagado a bombo y platillo por los medios, en el que resultan primar intereses electoralistas y cremat¨ªsticos de aqu¨ª y de all¨¢, pues con una Iglesia hemos dado. No se podr¨¢ convencer a los ciudadanos para leer El Quijote como esforzado medio para su formaci¨®n humana, pero bien se les podr¨¢ persuadir de que ganar¨¢n mucho si consiguen tener a la vista o en las pantallas de sus cacharros una tibia de don Miguel. Buen ejemplo este de alienaci¨®n, ya no en la dependencia del espectador respecto a la obra de arte convertida en mercanc¨ªa, sino en la degradaci¨®n ¨²ltima del fetiche. Recorremos as¨ª, en t¨¦rminos quijotescos, un camino de orden descendente e inverso a aqu¨¦l que nos propon¨ªa Le¨®n Felipe: frente al asc¨¦tico ¡°Bac¨ªa, yelmo, halo¡¡±, un despe?arse desde la inmortal obra ar¨ªstica a la burda y podrida osamenta de un cad¨¢ver. Pobre don Miguel, a quien pretenden levantarle la calavera para que sea testigo del desprop¨®sito.¡ª Jos¨¦ Carlos Herrero Yuste.
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