Uni
Nos dej¨® sin haber terminado Las lanzas. Ya era libre
La muerte de Uni no ha saltado a la primera p¨¢gina de los peri¨®dicos por una circunstancia obvia: no era nadie fuera de los c¨ªrculos familiares, donde ¡ªme consta¡ª se le quer¨ªa mucho, y no protagoniz¨® ninguna haza?a que reventara su comunidad de vecinos o su barrio.
Pero Uni era alguien con su importancia. Naci¨® de dos anarquistas de pocas letras y mucha voluntad en 1937. Le bautizaron Universal Durruti, en una inequ¨ªvoca muestra de militancia libertaria y de homenaje al h¨¦roe leon¨¦s muerto en Madrid frente al Hospital Cl¨ªnico.
En 1939, cuando ten¨ªa dos a?os, Uni experiment¨® en sus carnes la primera dentellada de la represi¨®n franquista. Su padre, Roquito el bien hecho, y su madre, Lola, cedieron como era l¨®gico a la imposici¨®n salvaje de la Iglesia y el dictador, y le cambiaron el nombre por el de Carlos, bastante m¨¢s civilizado para el momento.
La vida de Uni transcurri¨® sin grandes sobresaltos, salvo alg¨²n asalto del hambre y la escasez durante el franquismo. Excepto por una raz¨®n: tuvo que convivir con un nombre clandestino en casa (Uni) y otro en el exterior (Carlos). Hasta la muerte del dictador, que supuso su resurrecci¨®n civil como Universal Durruti.
No hizo nada m¨¢s que fuera socialmente destacado. Form¨® una familia, se aficion¨® a la pintura, y en ella crey¨® encontrar una raz¨®n importante para su vida. Todo el anarquismo que anidaba en su coraz¨®n lo volc¨® en esa disciplina. Pintaba lo que le daba la gana. Si un r¨ªo ten¨ªa que ascender una colina, desafiando la gravedad, pues la ascend¨ªa. El cuadro era suyo. M¨¢s all¨¢ de sus licencias creativas, Uni copiaba a los grandes maestros, y se hizo con una lista de encargos que ya era grande cuando muri¨®.
Nos dej¨® sin haber terminado Las lanzas. Ya era libre.
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